martes, 1 de diciembre de 2009

Carlos Gardel, la mayor voz del tango


Le escuché decir a mi madre muchas veces que cuando la suya, mi abuela, tuvo noticia de la trágica muerte de Carlos Gardel (1890-1935) lo sintió tanto que lloró desconsoladamente. En la década de 1930, las canciones del mito argentino llegaban a ser oídas por mi abuela materna a través de las ondas radiofónicas; al parecer, ella se sabía de memoria todos sus tangos divulgados mediante el invento de Tesla/Marconi. Un trágico accidente de aviación, acaecido el 24 de junio de 1935 en Medellín, Colombia, truncó la exitosa carrera gardeliana, ya en la cima, y anudó la garganta de su galaica admiradora.

Marcado por un origen incierto y la adoración de su madre, Carlos Gardel creció en un ambiente popular porteño y en la escuela educó su voz, gracias a unos sacerdotes de su entorno. Empezó a trabajar a temprana edad, de mozo o aprendiz, al tiempo que era atraído por los espectáculos y observaba a los payadores, quedando hechizado por sus improvisaciones vocales. Aprendió chanzonetas, zambras, chacareras, valses… y comenzó a definirse como intérprete. Después llegaría su colaboración con José Razzano, el dúo Gardel-Razzano, y, finalmente, su espectacular ascenso como cantor de Buenos Aires y de Argentina toda. También actuó como actor de cine en varias películas.

Carlos Gardel fue el inventor del tango-canción con Mi noche triste (1917). Además de intérprete fue autor de canciones, especialmente de la música. Para las letras contó con la colaboración de su compañero Razzano y de otros letristas-poetas, entre los que sobresalen Alfredo Le Pera y Enrique Santos Discépolo. Con Gardel nació y se forjó ese lamento urbano nacido en los arrabales, expresado en cuidados textos arropados por guitarra y bandoneón, al que el peculiar argot conocido como lunfardo [glosario] le proporciona una encantadora envoltura.

Recordemos algunas de las mejores canciones que interpretó y que han quedado grabadas para la posteridad: A media luz (1926), Leguisamo solo (1927), La cumparsita (1927), Caminito (1927), Mano a mano (1928), Alma en pena (1928), Adiós muchachos (1928), Malevaje (1929), Aquel tapado de armiño (1929), Yira Yira (1930), Madresalva (1931), Tomo y obligo (1931), Milonga sentimental (1933), Melodía de Arrabal (1933), Silencio (1933), Ausencia (1933), Amores de estudiante (1934), Cuesta abajo (1934), El día que me quieras (1935), Mi Buenos Aires querido (1934), Soledad (1934), Volvió una noche (1935), Por una cabeza (1935), Lejana tierra mía (1935), Sus ojos se cerraron (1935), Guitarra mía (1935), Volver (1935).

Tantos años han pasado desde la desaparición de la mayor voz del tango y aún se dice que “Gardel cada día canta mejor”. Porque sigue interpretando con su voz única, como nadie, una ringlera de piezas inmortales que compendian humanas historias.

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Otros enlaces de interés:


Como ilustración sonora y visual, traigo aquí “Silencio” y “Volver”, dos intensos tangos que revelan el profundo dolor de una madre y la amorosa nostalgia.



Enlaces a otras a canciones interpretadas por Gardel:
Yira yira
Silencio" (versión cinematográfica)

2 comentarios:

  1. Imposible no emocionarse con cualquiera de sus canciones, muy dificil llegar al corazon contando una historia en dos minutos. Enhorabuena por este homenaje/recordatorio a uno de los mas grandes. Comprendo lo que sintio su abuela. Es bueno volver la vista atras para poder seguir adelante.

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  2. Sí, Beaugeste, uno de los clásicos inmortales al que hay que volver de vez en cuando. Un saludo y gracias por tu comentario.

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