miércoles, 15 de junio de 2011

Polimedicación, un problema de primer orden


El problema del paciente polimedicado

La polimedicación es un problema de primer orden, verdaderamente de salud pública en nuestro medio. Referente a paciente polimedicado (el que toma más de 6 medicamentos de forma continuada), está motivada por diferentes causas y generada a distintos niveles. La irresponsabilidad del médico, la ignorancia del paciente, la incomunicación entre niveles asistenciales, la hiperprescripción mayormente especializada –sobre todo en ancianos–, la publicidad engañosa y las alegres dispensaciones en farmacia –sin prescripción médica preceptiva– contribuyen a la polifarmacia y al aumento de individuos polimedicados, con los efectos adversos derivados de esos fármacos, en gran parte innecesarios.

Demasiada irracionalidad farmacológica. Se ha perdido el norte y el descontrol es muy preocupante. El pan de cada día en consulta es que te echen cartoncitos (¡que ya cuesta recortar!)* encima de la mesa: ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos, analgésicos, antiinflamatorios, IBPs y un largo etc., multiplicados y en combinaciones explosivas, muchas de dudosa procedencia y que nadie parece capaz de controlar. Delante de algunos “combinados” farmacológicos, uno se pregunta si se atreverían a tomarlos quienes los prescribieron.

He tenido casos “sangrantes” de medicación incontrolada, que no incontrolable, incluida una paciente joven con tantos psicofármacos –prescritos en el segundo nivel– que acostumbra a acudir a los servicios de urgencias por complicaciones derivadas del tratamiento farmacológico desmedido. Es lamentable el hecho de que una de cada tres urgencias se debe al mal uso de fármacos.

Y todos los médicos de cabecera saben de pacientes ancianos que acumulan fármacos, a los que después de habituarse a su consumo cuesta Dios y ayuda convencer para que dejen lo innecesario o contraproducente; si vienen acompañados, el intento puede convertirse en prueba insalvable. Pero conviene mantenerse firmes y no ceder ante los excesos de demanda farmacológica, por el bien del usuario, pensando en el aforismo: “Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. Pero, ¡ay!, qué fácil es dar medicamentos y qué difícil quitarlos.

*O te presentan los envases enteros sin el cupón precinto (código de barras en cajas de medicamentos financiados) que los farmacéuticos recortan con un cúter.


Abordaje del paciente polimedicado

El grave problema de la polimedicación sigue presente sin que nadie le ponga freno, favorecido por el escaso tiempo de consulta, la deficiente comunicación entre niveles asistenciales y la complejidad general, en un contexto de gerencialismo politizado y cegado a la razón. En estas condiciones es muy difícil, o imposible, que alguien detenga este fenómeno perjudicial para la salud y gravoso para la economía.

Veo muy loables las iniciativas de abordaje integral del paciente polimedicado, pero inútiles cuando se enfoca el problema de la polimedicación aisladamente desde el nivel primario. Porque la mayor parte de la prescripción que se le atribuye a la Atención Primaria viene derivada de la Especializada (prescripción inducida). Asusta comprobar en muchos pacientes la cantidad de principios activos procedentes de diferentes especialidades (de la medicina pública y de la privada), a los que se suman otros fármacos añadidos para contrarrestar sus efectos adversos. No en pocas ocasiones, también los que les recomendó algún profano, asimismo probable víctima propiciatoria de engaños publicitarios. Se hace necesaria la orientación educativa.

Es preciso racionalizar la prescripción y el uso de los medicamentos. En casi todos los polimedicados, mayormente ancianos, a los fármacos esenciales se les han añadido otros de dudosa eficacia e incluso sumado sustancias de complacencia, con lo que se propician daños orgánicos y alteraciones cognitivas que acarrean eventos indeseables, más lamentables si son consecuencia de la iatrogenia. Siempre me ha preocupado la polimedicación engendrada en una prescripción poco responsable y he reflexionado sobre la prescripción médica y el gasto farmacéutico. ¡Cuántas urgencias engendradas en la polifarmacia! Por otra parte, ¡cuánto cuesta convencer de la inutilidad de muchos fármacos cuando no cuestan un céntimo!

Cada agente de salud debe asumir su responsabilidad. Respecto a la polifarmacia inducida o diferida desde el nivel hospitalario al primario hay que decir rotundamente que es algo inadmisible. ¡Maldita prepotencia hospitalaria! Y considerándola aberrante, me niego a resignarme y asumir prescripciones nefastas haciéndolas propias. ¿En algún otro país el médico general/de cabecera/de familia está obligado a reafirmar las prescripciones ajenas? La adecuada respuesta a este desaguisado está en manos de los médicos de atención primaria: negarse de una vez a este juego absurdo de renovar recetas de otros (con informes de visado incluidos) y rechazar la imputación de un gasto que generan otros. Por su parte, el farmacéutico dispensador también ha de tener claro cuál es su papel, moviéndose dentro de los límites que corresponden a su espacio profesional y no dejándose caer en mezquinas tentaciones lucrativas. Es cuestión de atenerse a los principios de la bioética.

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Enlaces relacionados
Protocolo de atención al paciente polimedicado (Área de salud de Badajoz)
Programa de atención al mayor polimedicado (Comunidad de Madrid)

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2 comentarios:

  1. Gracias Jose Manuel, como siempre dando en el clavo,
    Estoy contigo que se trata de un gravisimo problema que todavia no se ha abordado , y en el que, todos debemos asumir culpas, tambien los medicos, si bien los de cabecera contamos con eximentes como son la relativa falta de fuerza para retirar tratamientos de especialistas.
    En esto influye el torpedeo politico de la atencion primaria con sus efectos devastadores de la perdida de prestigio y autoridad y la falta de un tiempo minimamente digno en las consultas.

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  2. En mi visión global del fenómeno de la polimedicación, que no es de ahora, observo que se sigue igual, o peor, sólo que de manera más sofisticada por la informatización de las recetas. Y contemplar las retahílas crecientes de fármacos (activados y desactivados) me hace llevar las manos a la cabeza y, al mismo tiempo, asombrarme de la capacidad depurativa del organismo humano, como hoy mismo con una paciente ultrapolimedicada por múltiples especialistas, públicos y privados, cuyos ríos prescriptores se desbocan en este mar primario que a menudo me ahoga. ¡Cuánto despropósito farmacológico!
    Y mientras tanto, amigo Juan, la Consellería amenazándonos, como nunca antes, con recortar todavía más el miserable complemento de productividad, por no saber poner freno a las decisiones ajenas y a la medicalización que el propio sistema fomenta. Se nos ha vinculado la prescripción farmacéutica –aun la delegada– con los objetivos asistenciales, lo que supone un lastre para la actividad clínica y una rémora para la toma de decisiones. Muchos ya lo interpretan como mobbing o acoso laboral, en este caso violencia psicológica recibida desde la superioridad jerárquica. Contraproducente y lamentable. Habremos de ver en qué acaba.

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