viernes, 12 de octubre de 2012

Aquellos hermosos lagartos…

Lagarto ocelado

Cuando aún había campos en la ciudad, los niños podíamos quemar nuestras energías sobrantes correteando prados, entre zarzales y charcas, inmersos en juegos aeróbicos, en disputas de canicas, haciendo bailar las peonzas y lanzando la billarda, sudorosos en infantiles batallas con arcos y espadas de madera. En las charcas capturábamos ranas, salamandras y tritones. En paredes y peñas, pequeñas lagartijas y grandes lagartos, en concreto ejemplares del maravilloso lagarto arnal (Lacerta lepida) o lagarto ocelado, de tricolor azul-verde-amarillento. Tras la hierba y bajo las piedras, grillos, saltamontes y una especie de culebra que llamábamos “cristalina” y que los naturalistas denominan lución (Anguis fragilis), también conocida como culebrilla de cristal (no íbamos descaminados), pero que en realidad es un lagarto ápodo (sin patas). ¡Qué tiempos idos, de caras sucias y pantalones cortos! Ya no se encuentran aquellos hermosos lagartos, ni los ápodos ni los arnales. Aquella sorprendente naturaleza urbana ha sido destruida para siempre. Y los niños ya sólo pueden hallarla, sin asombro ni sudores, en sus tecnológicas pantallas, cómodamente sentados; mejor nutridos y tal vez menos saludables... Times have changed! 

Lución (Anguis fragilis)

Como ilustración melódica, nada mejor que la canción "El lagarto está llorando", sobre el poema infantil homónimo de Federico García Lorca", musicado por Paco Ibáñez.

6 comentarios:

  1. Sabor a nostalgia...
    Yo también junté huevos de ranas, decidida a "criar sapos"...y hoy en día, abuela, sigo con la misma curiosidad de niña, investigando todo lo que se me cruce por delante, pero veo a mis nietas demasiado lejos de lo que vivió mi generación.

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    1. Sí Gabriela, mesurada nostalgia de un natural paraíso de infancia. Añoranza de lejanos e imperecederos colores vivientes.

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  2. Pepe, tú y yo somos de la misma quinta, en el sentido literal de la palabra, así que forzoso es que tengamos experiencias comunes. Como a Gabriela, también a mí me llena de nostalgia esta entrada tuya. ¡Cuántas expediciones habremos hecho, qué de lagartos, ranas, lagartijas, sapos, salamandras, salamanquesas, ratones, culebras, topos, algún conejo, mariposas, grillos, escarabajos, saltamontes, arañas como un euro de gordas, libélulas de colores resplandecientes, escolopendras, alacranes, pájaros de mil clases, murciélagos...! Esto, por mencionarte la fauna que valía la pena. Ciertamente, teníamos la crueldad irresponsable de los predadores, que algunos llevaban demasiado lejos (¡he visto hacer cada cosa...!), pero a cambio, estábamos en un momento en que aquellos bichos no parecían estar en peligro. Te contaré algunas cosas, tú te lo has buscado, por tocarme la fibra nostálgica. En abril o mayo salíamos al campo y, a cada paso que dábamos, saltaban saltamontes por decenas, había mariposas de quince o veinte clases distintas y pore centenares: las que más abundaban eran tres: la blanca (de la col), una marrón no muy bonita y una amarilla con los bordes de las alas oscuros preciosa. Había también una negra con listas blancas, muy grande, pero bastante más escasa. A 500 metros de mi casa, había un charco de unos veinte metros cuadrados lleno de ranas y renacuajos. ¿Dónde era esto? En Peñagrande, un barrio a unos diez kilometros de la Puerta del Sol. Hoy esos campos son la prolongación de Mirasierra y del propio barrio de Peñagrande. En otro sitio en que viví, teníamos al lado de casa unas charcas (ya muy respetables, eran unas pequeñas lagunas donde nos bañábamos (un peligro, de hecho, las desecaron años más tarde, después de que un chico se ahogase allí); ahí había sapos, ranas y salamandras a centenares; un día, andábamos de cacería por allí y a uno que estaba escarbando en un terraplén con un hierro, cuando estaba despistado, le salió de repente un lagarto de medio metro (no te exagero: 50 cm., como mínimo): el tío pegó un bote para atrás que casi se mata. ¿Dónde era esto? En Alcorcón, entonces ya una ciudad dormitorio, pero ni por asomo lo que es ahora, a 13 kilómetros de la Puerta del Sol. ¿Qué son ahora eos campos? Un barrio de bloques de once pisos, a dos kilómetros de lo que hoy son uns sembrados y dentro de muy poco, me temo, será Eurovegas. Lo hemos jodido todo, Pepe. Hoy, para ver lagartos como aquel, te tienes que ir a parajes muy rurales, donde no hay ni la décima parte de los que habría entonces y están muy razonablemente ultraprotegidos por las leyes. Las salamandras, como todos los anfibios están seriamente amenazados en todo el mundo. A los niños de ahora, como a los de entonces, les encanta ver esos bichos sueltos y al natural: cada vez lo tienen más complicado. Un abrazo.

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    1. ¡Viva descripción la tuya, Pablo! Me veo agradablemente rodeado de esa entrañable "bichería" que con tanta fruición refieres. Las libélulas eran una de mis debilidades faunísticas (aquellos “helicópteros” vivientes). Y para bellas mariposas, la Papilio machaon…
      http://www.asturnatura.com/fotografia/fauna-invertebrados/papilio-machaon/12900.html
      o la Iphiclides podalirius. Había crueldades infantiles pero también miradas de admiración y forja de conciencias en el respeto por la naturaleza. Por otro lado, prefiero no ser catastrofista y confiar en la recuperación de lo perdido. Al menos de parte de lo estúpidamente destruido.

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  3. Amigo José Manuel, hoy es difícil encontrar vida en la propia naturaleza, así que en las ciudades, ni te cuento.
    La presión que ejercemos en el medio ambiente es tan grande que resulta raro lo que debía ser normal.
    Aun así, tengo que decirte que vives en una ciudad privilegiada en ese aspecto. En mi barrio, Teis, (aunque ya vivo muy lejos de allí, siempre será mi barrio), todavía pueden verse algunas pequeñas huertas y huele a tierra mojada cuando llueve. Aunque es cierto que no se parece en nada al Teis que yo cruzaba camino de la ETEA cuando hice la "mili".
    Un fuerte abrazo.

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    1. Es cierto, querido Antonio, que en las ciudades sigue subsistiendo fauna en mayor o menor medida, a pesar de la humano mano "animalicida". Por supuesto menos que antaño, pues como bien dices hay menos vida en la propia naturaleza (terrestre y acuática). Y barrios como el de Teis (desconocía que era tu barrio) siguen preservando espacios rústicos, propicios para la vida animal (y favorables para la humana). Además la parroquia de Teis cuenta con las zonas verdes de A Madroa, el alto de A Guía y el parque de A Riouxa.

      http://hoxe.vigo.org/conecenos/pr_teis.php?lang=cas

      Saludos y un fuerte abrazo.

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