miércoles, 19 de febrero de 2014

Buenos médicos y médicos buenos; malos médicos y médicos malos

Ilustración de dibujos animados de un joven médico sosteniendo un símbolo en forma de corazón. Concepto para un cardiólogo o cardiólogo o un médico de cuidado o un buen cuidado de los pacientes. Foto de archivo - 22139124

Un buen médico debe escuchar como un sacerdote, razonar como científico, actuar como un héroe y hablar como una persona normal.
Albert Schweitzer

El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad. William Osler

La mejor muestra de que un facultativo merece el apelativo de buen médico —lo que significa que posee tanto la competencia técnica como la voluntad de ayudar— reside en el hecho de que todos sus pacientes, de un modo u otro, resulten ser también buenos pacientes.

En el prefacio de Raimundo Llanio Navarro a Propedéutica Clínica y Semiología Médica, de Raimundo Llanio Navarro y Gabriel Perdomo González, se puede leer:
Los actos médicos han de cumplir siempre dos condiciones básicas que son la corrección y la bondad. Un acto es incorrecto cuando no está técnicamente bien realizado. Si un médico no sabe utilizar en forma adecuada los procedimientos diagnósticos o terapéuticos, decimos que los usa “incorrectamente”. La incorrección implica siempre falta de suficiencia técnica. Por eso al médico que practica su arte de modo incorrecto se le califica de “mal médico”. Hay malos médicos, como hay también malos carpinteros, malos conductores de automóviles o malos pintores. Sin embargo, hay que saber establecer la diferencia entre los malos médicos y los “médicos malos”. Los malos médicos no siempre se identifican con los médicos malos.

Mal médico es el que posee una capacidad técnica insuficiente o incorrecta, en tanto que el médico malo es aquel que la utiliza mal porque es moralmente malo.

Un buen médico puede ser, a su vez, un médico malo, dado que la suficiente técnica no implica necesariamente la bondad moral, por lo que al médico se le deben exigir ambas características. Por ello desde los tiempos de la antigüedad romana se viene definiendo al médico como vir bonus medendi peritus, es decir hombre bueno, perito en el arte de curar. La pericia en el arte de curar define la “corrección técnica” del ejercicio médico y convierte a quien lo realiza en “buen médico”; la bondad humana, por su parte, define la “bondad moral” del profesional y hace de él un “médico bueno”. Son dos factores imprescindibles que se reclaman mutuamente: la falta de uno de ellos resulta incompatible con el ejercicio adecuado de la profesión.

No todas las actividades humanas exigen de quien las practica tanta elevación moral como la medicina. Ello se debe a que los médicos trabajan con lo más preciado que tienen los seres humanos, su vida y su salud. De ahí la importancia que la ética profesional ha tenido siempre en medicina, al menos desde los orígenes de la tradición médica en tiempo de los hipocráticos. De hecho la ética del Juramento Hipocrático, no ha sido solo el santo y seña de la moral médica durante 25 siglos, sino también el canon y guía de todas las demás éticas profesionales.

Las profesiones se diferencian de los oficios en que en estos últimos basta el control jurídico, es decir, la penalización a posteriori de las faltas o los delitos. En la profesión médica por el contrario es preciso un estricto control previo, a priori, precisamente porque lo que está en juego es un valor tan fundamental como la vida humana. Y este control previo no puede ser más que ético. Por eso la ética nunca puede ser considerada por el médico como algo externo a su actividad profesional, sino como un elemento intrínseco y constitutivo suyo.
Por eso: Sólo el médico bueno puede ser un gran médico.

Es un buen médico, sabe su oficio”,
Secuencia de Un día en las carreras - Los Hermanos Marx 
***
Nota. Por supuesto, no hemos de identificar a los médicos malos con los médicos malvados”, de los que la historia nos da tristes muestras. Basten los ejemplos recientes de Josef Mengele (Ángel de la Muerte) y Harold Shipman (Doctor Muerte), dos médicos asesinos. Para no olvidar... y para el olvido.

3 comentarios:

  1. Necesaria reflexión en una época en que parece que solo la técnica define al buen médico.
    Me ha gustado mucho.

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    1. Ya lo creo, María José. Es preciso combinar aptitud y actitud.
      Un saludo y gracias.

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  2. La verdad q esto debería ser tomado muy en cuenta, ya que muchos médicos no cumplen con estos requistos si no todo lo contrario y casa ves es mucho peor. ..deberían tomar más conciencia los médicos. .
    La gran mayoría son un desastre.

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