miércoles, 28 de mayo de 2014

El inseguro mago musical del norte


Me aprovecho de un artículo publicado por David Revilla Velasco en su blog Jean Sibelius en Español, que nos muestra a un compositor que podía haber incluido en la serie Grandes compositores y desequilibrio emocional, pero que en su momento no lo consideré como un ejemplo de creador emocionalmente desequilibrado. Y ahora leyendo lo que el experto sibeliano ha escrito sobre los hábitos perniciosos, que algunos consideran vicios, y la influencia de los mismos en la faceta compositiva del gran músico finlandés, aquél a quien por sus fascinantes sonoridades denominamos “el mago del norte”, me lamento de esta gran carencia. Así que valga lo escrito por David Revilla en “Sibelius: el problema con el alcohol y el tabaco”, en los que emergen palabras significativas: hábito, adición, miedo, creatividad, timidez, culpabilidad… Reproduzco aquí gran parte de los párrafos de este artículo que merece su lectura completa.

Versión final de "El simposio" (1894). 
De derecha a izquierda: Jean Sibelius, Robert Kajanus, Oskar Merikanto,
y el propio pintor, Akseli Gallén-Kallela.

Uno de los aspectos que más han llamado la atención a quienes se han acercado a la personalidad y a la biografía de Jean Sibelius refiere a sus malos hábitos en torno al consumo, a veces inmoderado, de alcohol y de tabaco. Sobre ambas costumbres se hace innegable el afirmar una cercanía a la adición, al menos en determinados momentos en su vida, y una influencia en su propia creatividad. Si la limitaron, si la incentivaron o si dotaron a su música de un "color" o de una naturaleza distintiva es desde luego objeto de discusión. Pero en cualquier caso sería injusto tachar a nuestro músico de alcohólico o de dependiente del cigarro, caricatura que le acompañó ya entre sus contemporáneos y que ha sido aprovechada por muchos de los enemigos de su música en décadas más recientes.
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Sibelius pudo comprobar en numerosas ocasiones que era víctima de un alto grado de miedo escénico cuando empezó a tocar el violín y también a dirigir durante sus años del conservatorio de Helsinki. Y muy pronto también que el alcohol le permitía calmar sus nervios a la hora de actuar, olvidarse del público y centrarse en la música de manera más intuitiva y natural. Cuando interpretaba en total sobriedad era frecuente que las manos le temblaran: con el alcohol el temblor raramente aparecía.
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El alcohol le daba seguridad en el podio, pero también le daba seguridad en general ante todo tipo de situaciones sociales. Actividad pública y bebida siempre estuvieron unidos. El Sibelius de restaurantes, salones, recepciones, etc. debía estar acompañado de alguna copa, porque en caso contrario su extrema timidez e introversión le hacían aislarse de los demás. A decir verdad muchas de las largas veladas con sus amigos, en las que surgían grandes temas, grandes ideas estéticas, y hasta grandes temas musicales estuvieron regadas con abundante alcohol, como nos recuerda el cuadro de Gallén-Kallela "El simposio", que recoge las etílicas noches de esa época.
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Muchos esbozos de temas y bocetos de composiciones parecen haber nacido de su imaginación intoxicada por el alcohol, en medio de improvisaciones y ocurrencias bajo unas cuantas copas. Obras como el Concierto para violín parecen en efecto haber nacido de esta manera.

A esas alturas el músico entendía que aquella situación podía degenerar en algo insostenible, al igual que sus médicos, que profetizaron que lo acabaría pagando. Y así fue. En 1908 se le detecta un tumor en la garganta. Probablemente de carácter benigno, pero debía ser extraído, con el consiguiente peligro para su vida. Si la enfermedad se debía al tabaco o al alcohol, o a una combinación de ambos, es casi imposible decirlo, pero desde luego tanto los médicos como el propio compositor afirmaban que ambos elementos eran los claros culpables.


El tumor es operado con éxito, no sin dificultades. Tras ello los médicos le prohíben volver a sus vicios, lo cual asume con absoluta disciplina. Por supuesto tuvo que ver el miedo a una muerte próxima, a que el cáncer volviera y acabara con su vida (miedo que jamás lo abandonó a pesar de sobrevivir casi cinco décadas más).
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En primavera de 1915 muestra en su diario las primeras referencias a sus viejas prácticas, primero de forma ocasional, pero progresivamente el retorno al tabaco y al alcohol se producirá con la misma intensidad que antes. Y de nuevo vuelven también los mismos conflictos, aunque ahora las peleas con Aino y sus angustias internas crecen, en gran parte por el sentimiento de culpabilidad que ahora le causaba.
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El 1 de junio de 1919 se aprueba en Finlandia la llamada "Kieltolaki", Ley de Prohibición. Todo alcohol, excepto para uso industrial, médico o científico era prohibido. Pero gran parte de los finlandeses, a pesar de ser un pueblo sumamente acostumbrado a respetar las leyes (aunque quizá en esta época de adquiridas libertades no tanto), y de que las penas legales eran duras, se las arregló para conseguir alcohol. El contrabando y las destilerías caseras fueron harto frecuentes. Por no hablar de otras estratagemas más refinadas, a las que acudió precisamente nuestro protagonista: recibirlo como medicamento por prescripción facultativa. En efecto, por receta de sus doctores, Sibelius pudo conseguir licores medicinales, brandis medicinales, vinos medicinales y otros productos similares que se dispensaban en farmacias...

La tendencia al exceso a la bebida vuelve a notarse hacia principio de los años 20, de nuevo provocando graves riñas con Aino y un sentimiento de culpa aún mayor. El compositor  se siente además desolado en lo personal por el hecho de que muchos de sus contemporáneos van desapareciendo y se queda solo: "el alcohol es el único amigo que nunca me decepciona". Esta frase, escrita en 1924, lo expresa todo.

Es en torno a ese año cuando el consumo de bebidas parece alcanzar un nuevo máximo, y el problema llega hasta tal punto que Aino se niega a acompañarlo a un viaje a Gotemburgo para el estreno de la Séptima Sinfonía, y evitar así el bochorno de contemplar los excesos de su marido en estas visitas.

Con propósito de enmienda, nuestro músico va relajando la bebida con los años, llegando en un par de ocasiones incluso proponerse abandonarla totalmente, aunque sin mucho éxito. Pero simplemente con los años, la vejez, la fama internacional, la mejora económica y el estado de paz interior que en general acompañó a la época conocida como "el silencio de Ainola", los malos hábitos van disminuyendo progresivamente, siendo cada vez más una actividad sibarita que una dependencia real.


En sus últimos años de vida incluso parece ver su propia longevidad como una victoria frente a los efectos negativos de sus vicios: "todos los doctores que me ordenaron no fumar ni beber está hace mucho muertos. Pero yo continúo viviendo" diría al fotógrafo Santeri Levas.

Cabe finalmente preguntarnos: ¿el consumo de tabaco, y sobre todo de alcohol, afecta no ya a su creatividad o a su trabajo, sino a su estilo musical, a la propia naturaleza de su música? No es desde luego una desdeñable pregunta, máxime cuando en los últimos años han aparecido varios estudios que relacionan determinadas enfermedades de grandes compositores con las características de su música.

Justamente podríamos especular al respecto al hacernos la pregunta contraria: ¿la ausencia de esos estimulantes tiene efectos en su estilo? Y de hecho podemos responder contando con hechos nada hipotéticos ya que, como sabemos, entre 1908 y 1915 nuestro músico dejó de beber y de fumar, lo que en efecto se trasladó en un cambio de estilo, al que hemos llamado "periodo oscuro". Pero también hemos apuntado a que quizá no exista una relación causa-efecto en esto, sino indirectamente: el cese del consumo provoca un cambio de ánimo en el músico, y este cambio en el ánimo se traduce en el cambio de estilo.

Estamos no obstante tentados a afirmar, yendo más a detalles musicales a que quizá sí que haya una relación más directa. Precisamente en torno al uso de "auras" en sus texturas, muy presente en épocas de más exuberante imaginación (que también es un periodo de gran consumo de bebidas), ausentes casi en su periodo "oscuro". El aura a veces puede traducirse como una metáfora de lo inconsciente, de lo natural, del misterio de presencias invisibles, de lo intuitivo... algo que a nuestro músico le proporcionaba artificialmente el alcohol...

La cuestión desde luego está abierta. No obstante esperamos con este post haber causado la reflexión y el debate entre los amantes de la música de Jean Sibelius. Y por supuesto no olvidar que aunque Jean Sibelius y su música estén unidos a estos malos hábitos, esos hábitos no dejan de ser nocivos. Recomendar a nuestros lectores que el único vicio sibeliano del que deberían abusar sea justo su música.


Concierto para Violín de Jean Sibelius
Sarah Chang, Radio Filharmonisch Orkest (RFO), Jaap van Zweden

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