viernes, 26 de septiembre de 2014

Recordando al Padre Feijoo


Yo, ciudadano libre de la República de las Letras, ni esclavo de Aristóteles ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia a toda autoridad privada lo que me dictaren la experiencia y la razón.
"Lo que sobra y falta en Physica", Teatro crítico universal. B. Jerónimo Feijoo

En el 250º aniversario de la muerte de Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676–1764), o simplemente del Padre Feijoo, se recuerda a esta figura principal de la primera Ilustración española, que siguió la senda marcada por el movimiento europeo que trataba de imponer la luz del conocimiento sobre supersticiones y creencias mágicas. Este  ilustre ensayista y polígrafo, nacido en el seno de una familia hidalga gallega, al convertirse en monje benedictino hizo voto de pobreza y, por lo tanto, renunció a sus derechos como mayorazgo de su casa. Desde su pazo natal en Casdemiro, parroquia del municipio de Pereiro de Aguiar, en la provincia de Orense, sus estudios teológicos lo llevaron a Oviedo, al ganar la cátedra de Teología de su Universidad.

En la capital asturiana vivió desde 1709 hasta sus últimos días, y en ella escribió polémicos ensayos, demasiado adelantados para su época.

Entre la obras de Feijoo destacan: Teatro crítico universal o Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores communes (118 discursos en nueve tomos, 1726-1740), y Cartas eruditas y curiosas (163 cartas en cinco tomos, 1742-1760), en las que siguiendo la misma línea de razonamiento analiza algunas ciencias (Física, Matemáticas, Historia Natural, Medicina, Astronomía, Geografía, Filosofía, Economía, Derecho Político, Literatura, Filología), creencias populares (supersticiones, milagros), personajes históricos coetáneos, etc.

Y por la parte que nos toca, cabe citar también Apología del escepticismo médico (1925) su primera publicación, en la que hace una defensa de la Medicina Escéptica del doctor Martín Martínez, que había provocado una reacción negativa en los medios médicos y universitarios, pero que nos acerca al escepticismo de la medicina moderna.
Homenajes diversos recuerdan hoy a este pensador gallego y universal, tal vez el más grande filósofo de lengua española del siglo XVIII y un adelantado hasta en la defensa de las mujeres. Por supuesto se homenajea en Galicia y en Asturias. Y para que no todo se quede en celebración, sugiero profundizar en la figura y en la obra del Padre Feijoo –con quien no me une ningún parentesco, que yo sepa–, por lo que dejo abajo interesantes enlaces. No olvidemos además el interés mostrado por Gregorio Marañón por nuestro hombre ilustrado, apreciable en su ensayo Las ideas biológicas del padre Feijoo (1934) y en el discurso Consideraciones sobre Feijoo pronunciado en Oviedo en 1954. Pues este sabio que trató de iluminar un tiempo y un espacio demasiado oscuros merece ser recordado y leído.

¡Sabio mil veces! El poder divino
lo explica todo al que la fe respeta.
Habla Feijóo… «¡La ciencia es el camino,
pero Dios es la meta!».
EMILIA PARDO BAZÁN, Oda

Conmemorando el 250º aniversario de la muerte 
de Fray Benito Jerónimo Feijoo
***
Enlaces feijoianos
Interesante reseña con enlaces a varios estudios sobre su persona y su obra.
Los puntos principales que expone Feijoo en diferentes lugares de su obra, sobre las reformas que debían establecerse en la universidad española.
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Feijoo y los orígenes de la Ilustración.

Feijoo y Montenegro, Fray Benito Jerónimo (1676-1764)
Feijoo es fundamentalmente un ensayista. Su contribución a la formación del ensayo como género literario ha sido reconocida por toda la crítica.
Feijoo y la Ilustración. Desde Marañón
Si hay alguien que merezca ocupar un lugar de primera fila en la galería de quienes más han contribuido al conocimiento y a la consagración de Feijoo como uno de los altos valores de la cultura española es, qué duda cabe, Gregorio Marañón...
El Padre Feijoo, homenajeado en el Día do Científico Galego
La Real Academia Galega de Ciencias ha aprobado por unanimidad la elección de Feijoo por su defensa de la ciencia basada en la razón y en la experiencia, y por su espíritu crítico al cuestionar dogmas y difundir las ideas científicas –enfrentándose a la Inquisición– entre los estratos sociales que en el siglo XVIII tenían un difícil acceso al conocimiento.
NOTAS
–Ante la variable acentuación ortográfica del apellido Feijoo, opto por dejarlo sin tilde, siguiendo la recomendación académica.

–El Día de la Ciencia en Galicia (inicialmente Día del Científico Gallego) se celebra el 8 de octubre, fecha que conmemora el nacimiento del Padre Benito Jerónimo Feijoo Montenegro, promotor indiscutible de la Ciencia en sus primeros momentos. [Fundación Barrié]

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Errores médicos, realidad y prevención


Errare humanum est...

El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada.
J.W. Goethe

Cuando un médico va detrás del féretro de su paciente, a veces la causa sigue al efecto.
Robert Koch

La Medicina es como profesión excelsa, pero como ciencia humildísima, y hay que aceptar esta insuficiencia y esta humildad en gracia a esta excelsitud. Pedir cuentas al médico de su fracaso con un criterio científico, como se le pide a un ingeniero que ha calculado mal la resistencia de un puente, es disparate fundamental y es principio inaceptable.
Gregorio Marañón

Con todas las dificultades que tiene sintetizar un tema tan amplio como el que da título a esta entrada, por la amplitud creciente del derecho sanitario y su entramado normativo, tras la asistencia a un congreso internacional sobre “Prevención de errores médicos y eventos adversos”, recientemente celebrado en la ciudad de Vigo, he tratado de extraer las ideas fundamentales y hacer algunas interpretaciones (algunas provenientes de conversaciones de pasillo en los descansos entre ponencias). Cabe señalar que de la veintena de ponentes sólo había dos médicos, y ninguno en ejercicio clínico; todos los demás eran juristas. Partamos del concepto de error médico como “daño provocado al paciente, por acción o inacción del médico, en el ejercicio de la profesión y sin intención de cometerlo”, ya en forma de error inevitable, impericia, imprudencia o negligencia. Vayamos por la senda de la lex artis ad hoc para valorar las actuaciones médicas adecuadas o correctas. Reparemos en el deterioro de la relación médico-paciente en un sistema sanitario masificado. Y consideremos también el hecho de que no hay propiamente un derecho a la salud, sino más bien un derecho a la asistencia sanitaria, digna o de calidad, y de que el concepto de salud entendida como estado de completo bienestar (físico, psíquico y social), según definición de la OMS, está cuestionado, ya que siguiéndola al pie de la letra pocos serían los sanos. Pues igualmente, las interpretaciones de los errores y eventos adversos no siempre habrán de ser vistos con la necesaria objetividad. Pero están ahí, son una realidad, y habrán de producirse aunque no queramos. Lo importante es que los errores médicos sean los menos posibles, por lo que se hace necesaria su prevención.


El error médico es algo inevitable bajo la condición humana e inadmisible desde la óptica profana, que no admite un solo fallo. Aunque propiamente el error médico inevitable obedece a las circunstancias, de tiempo y lugar. El propio éxito de la medicina parece volverse contra los médicos, antaño semidioses y hoy simples mortales. Los poderes públicos “venden” los avances tecnológicos puestos al servicio de la población, y ésta asume la infalibilidad de los profesionales. Y para protegerse, los médicos actúan a la defensiva: más pruebas y más gasto, sin mayor eficacia. Lo ideal es aspirar a una medicina de calidad, en la que los procedimientos se apliquen atendiendo a criterios científicos y no condicionados por temores invencibles. Para ello hay que plantearse qué sistema sanitario queremos, teniendo en cuenta que la calidad que pagarla, que tiene un coste. También qué sociedad queremos, si una judicializada u otra en la que prime la confianza entre las partes, en este caso entre médicos y pacientes, y entre estos y la Administración Sanitaria o los gerentes de la sanidad privada.

Para prevenir errores médicos y eventos adversos es necesario el cumplimiento de tres requisitos fundamentales: un comportamiento diligente, el mantenimiento de la capacitación (formación continuada) y las mejoras organizativas. Esto último es especialmente importante en un sistema sanitario público que ha de corregir fallos organizativos o ineficiencias en la prestación de servicios, y aspirar a la calidad en salud, de cara a evitar litigios judiciales por errores de diagnóstico o de tratamiento. Es indudable que gran parte de los errores médicos son inducidos por la Administración Sanitaria, al no atenerse a estas recomendaciones elementales y mantenerse indiferente ante el aumento de la presión asistencial. Toda atención médica tiene como finalidad el beneficio de los pacientes, para lo cual son precisos los medios humanos y materiales necesarios y adecuados. Por eso se ha de exigir la responsabilidad de los gestores sanitarios, que han de propiciar esos medios, y favorecer un clima de seguridad y de confianza. 

Elementos en acto médico y posibilidad de error
(esquema propio)

Los jueces que juzgan actuaciones sanitarias no suelen estar suficientemente preparados; algunos apuntan a la lex artis sin tener idea de medicina y hacen referencia a protocolos médicos que desconocen, que son discutibles y cuestionados por los propios galenos. Actuar conforme a la lex artis ad hoc significa hacerlo conforme a las prácticas médicas aceptadas como adecuadas para tratar a los enfermos en el momento presente, según los actuales conocimientos científicos; es un concepto, por definición, cambiante con el progreso técnico de la medicina; lo contrario sería la malpraxis. Los protocolos médicos o las guías clínicas, en su variada variabilidad, pueden ayudar al cumplimiento de la lex artis, pero no todos y no siempre son asumibles. Además, en disposición de rebeldía, seguirlos al pie de la letra puede ser la mejor forma de huelga médica, pues trabajar a reglamento o a protocolo paralizaría el sistema sanitario. Viendo sentencias dispares, según interpretaciones en cada momento de actuaciones médicas parecidas, hemos de dar por buena la definición de Osler de la medicina, como ciencia de la incertidumbre y arte de la probabilidad, quedando también en evidencia que la ciencia del derecho tampoco es exacta. Un médico puede tener el conocimiento exigido, actuar conforme a la lex artis y, a pesar de todo, cometer un error en determinadas circunstancias. Por eso entramos en un terreno de subjetividad en el que los juristas pueden hundirse en la duda o acaso penalizar injustamente.

Producción de eventos adversos
Cortesía de Dra. María Inés Cartes

Al médico no se le puede pedir responsabilidad de resultados, sino de medios, y estos son cada vez más escasos por los recortes. Entonces, en el ámbito de la medicina pública la principal responsabilidad es de la Administración Sanitaria, de los políticos que deciden los presupuestos sanitarios, en qué invertir y en qué no, y que aplican sus directrices a través de los gerentes sanitarios. Entre otras metas, en Atención Primaria se impone el objetivo de “demora cero”, no admitiéndose lista de espera y obligando a atender a todo aquel que solicita cita en el día, independientemente de la capacidad resolutiva de los profesionales sanitarios, aun bajo mínimos por ausencias (vacaciones, enfermedad u otro motivo) que no son cubiertas. Tampoco se pueden proporcionar guantes quirúrgicos que se rompen o gasas que se deshilachan y no esperar complicaciones. El médico, o la enfermera, en posesión de la mejor disposición y del mayor arte, se verá condicionado por la precariedad de medios, materiales y humanos; es algo que a veces lo ignoran los juristas. Hay un importante distanciamiento entre el mundo del derecho y el mundo médico que es preciso acortar, un desconocimiento mutuo que es necesario solventar. 

Errores médicos por las prisas

La práctica médica ha cambiado, pero sigue prevaleciendo el principio prioritario de no dañar, el primum non nocere. En las actuaciones médicas hay que andar con cautela, siendo necesaria una información clara al paciente, incluyendo el preceptivo “consentimiento informado” (Ley 41/2002 de autonomía del paciente) para determinadas intervenciones, y discerniendo si es posible su capacidad de comprensión; en caso de incapacidad, deberá informarse a alguien que lo tutele. Aquí entra en juego la particular habilidad comunicadora del médico. Se admite generalmente que una buena comunicación hará disminuir reclamaciones y demandas. Pero la progresiva masificación del sistema sanitario ha favorecido el deterioro de la relación médico-paciente. Por otra parte, el exceso de precauciones por una judicialización de la medicina puede llevar al ejercicio de una inconveniente medicina defensiva (que lleva a una petición excesiva de pruebas diagnósticas o a la abstención terapéutica), sobre todo en servicios médicos o quirúrgicos que asumen mayores riesgos. Frente a la sinrazón de la medicina defensiva, con la que quienes más pierden son los pacientes, ha de prevalecer la razón de la ciencia médica, que también es arte. Pese a todo, habrán de producirse errores humanos inevitables y eventos adversos indeseados, en una sociedad que, ciegamente, no admite equivocaciones y cree, por encima del hombre, en la maravillosa tecnología de la medicina moderna. Pero ni las máquinas son todopoderosas ni el ser humano es infalible.


Cometido un error, conviene reconocerlo y, con matices, registrar los eventos adversos. Siendo necesario detectar los errores para poder evitarlos en el futuro, se discute si el registro ha de ser anónimo o no; surge el temor a posibles consecuencias perjudiciales para el actor, el comprensible recelo respecto a una posible judicialización. Reclamar una indemnización o compensación, incluso por el daño moral (en lo que supone la dignificación de la persona), ya depende de quien se considera víctima de un error médico o de un evento adverso. Las víctimas de errores médicos son los usuarios y pacientes en quienes los profesionales de la medicina aplican, bien o mal, sus conocimientos y sus habilidades comunicadoras con el propósito de curarlos, aliviarlos o consolarlos. Pero también el médico honesto que comete un error se siente víctima, no recibiendo a menudo ni la comprensión de sus propios colegas. Se precisa algo más que conocimientos; recordemos una vez más las “cuatro h” de Osler del buen médico: humildad, honestidad, humanidad y humor. Por supuesto no todos los sanitarios actúan de la misma manera, ni todos los pacientes responden del mismo modo. Tampoco hay que olvidar la búsqueda de ganancia de algunos usuarios, tal vez por efecto del “doctor Google” (se ha constatado un aumento de demandas a otorrinos). Desde luego, el médico no daña por voluntad, con dolo (aunque se pongan ejemplos novelescos de acciones médicas vengativas); lo hace por impericia, imprudencia o negligencia. Y los errores se cometen tanto en el ámbito público como en el privado. 


La solución a los errores médicos no es jurídica, sino organizativa. La respuesta no está en el ámbito del derecho penal, mediante la acción punitiva o sancionadora; el médico es el primero en dolerse, y se encontrará aún más afectado al verse señalado por los compañeros, siendo por lo tanto su conciencia el mejor garante de corrección. Aun reconociendo errores inexcusables merecedores de castigo, las medidas correctivas centradas en el profesional de la medicina no harán disminuir los fallos en el ámbito de la salud. La evitación, o minimización, de los errores ha de producirse con la mejora del sistema sanitario, procurando la calidad en la organización asistencial, con la dotación material y humana suficiente para dar respuesta a las necesidades de la población asegurada. Y el Colegio Médico debiera actuar decididamente ante los atropellos administrativos de los colegiados, obligados en ocasiones a trabajar a destajo en las consultas, como si se tratase de cadenas de montaje, por decisiones ajenas que ignoran que los actos médicos implican relaciones humanas sensibles.


“Para ser médico hay que pensárselo dos veces –decía una jurista penalista, ponente en el congreso médico-legal–, porque es mucha su responsabilidad y trabaja en una continua inseguridad.” Era su expresión intimidatoria para los profesionales de la medicina y su tono disuasorio para quienes iban a decidirse a serlo, al insinuar la inevitabilidad de algún castigo. Lo decía como miembro de una sociedad de ritmo frenético, cada vez más neurotizada y con aumento progresivo de las demandas. Afortunadamente, no se correspondía su valoración con la de otros juristas presentes en el congreso, pero ella me hizo reparar en una diferencia profesional: a un médico le consultan de manera informal en la calle, pero la gente no se atreve a tanto con un letrado, pues éste ni se arriesga ni responde gratis. La falta de control del tiempo de la ponente (inexcusable en alguien experimentado) hizo que se excediera tanto que, al acaparar el espacio del coloquio, no hubo posibilidad de rebatir sus argumentaciones, ni de volver a las preguntas que dejaba en el aire y otras que suscitaban dudas (sobre telemedicina, consulta telefónica, informes y formularios, salidas urgentes...), necesitadas todas de clarificadoras respuestas. Daba a entender que el médico estaba “vendido”, y que precisaría trabajar con un asesor jurídico a su lado, cosa imposible e inconcebible.

De todos modos, añado yo: si se siguiese esta advertencia intimidatoria, o se tuviese una desconfianza extrema de la Justicia (apta para hundir a un médico y a menudo incapaz de condenar a un político corrupto, aunque sus decisiones hayan dañado a miles de individuos), nadie se haría médico. Y por supuesto, ya no habría errores médicos. Pero no puedo imaginar a esta sociedad, tan dependiente de los profesionales de la medicina y absolutamente medicalizada, sin ellos. ¡Cuántos no habrían de sentirse desvalidos y caer en la desesperación!, incluidos muchos juristas. “Es impensable, querida penalista –dice una voz oculta con el corazón–, porque la medicina es una ciencia excelsa y un arte de entrega, y porque el médico, con toda su humana fragilidad, es a fin de cuentas un valiente que mira al frente con optimismo, orgulloso de su labor y satisfecho con la finalidad de sus actuaciones, todas en beneficio de los pacientes.”

Brian Goldman: Doctors make mistakes
Los médicos cometen errores...



...y los médicos también son pacientes.
El Doctor (The Doctor): Médico y Paciente (Film)
***
Atención a no errar una, más que a acertar ciento. Nadie mira al Sol resplandeciente, y todos eclipsado.
Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia (169)

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lunes, 22 de septiembre de 2014

A un gerente sanitario...



Si de amor un buen gerente
tuviese el cerebro armado,
fecunda haría a la gente,
al personal maltratado.
Mas quien a dedo es nombrado...
«Pues, sin mandato prudente,
ponte a vivir el presente
sin trabajar agobiado.
Las consultas, fiel galeno,
en exceso son veneno.
Así que ¡ama, come y bebe!,
disfruta la vida breve.»
¡No! Sé que esto no dirías,
estando sobrio o borracho,
porque hay palabras vacías
para evitar el empacho.
¡Calla! Sin frivolidad,
valga el discurso ficticio...
Es que por tanto suplicio,
hay de humor necesidad.

[De comentario poetizado en "El Refugio", aunque modificado y ampliado]

Cosas que pasan - José Larralde

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Pacientes hiperfrecuentadores, causas y soluciones

Sísifo (1548) de Tiziano

No hay medicina para el miedo.
Proverbio escocés

Pero además de a enfermedades reales, estamos sometidos a muchas que son sólo imaginarias, para las cuales los médicos han inventado imaginarias curas
Jonathan Swift, "Los viajes de Gulliver"

La escandalosa hiperfrecuentación hispana (media de 10 visitas/año) deriva de la reforma sanitaria, del afán de prevención y de consultar todo.
Paraf. J. Gérvas

La interacción en las redes sociales puede ser una pérdida de tiempo o servir de provechoso intercambio de ideas. De uno de esos intercambios beneficiosos, en torno a la frecuentación en los centros sanitarios (particularmente en los centros de salud), he sacado algunas conclusiones. Pero dejemos claro de entrada que los pacientes hiperfrecuentadores son personas que sufren, incapaces de liberarse de su carga. Y a continuación, pasemos a aclarar algunos conceptos.

Con el término de frecuentación (visitas/paciente/año) se hace referencia a la presión que ejerce cada paciente, al número de visitas que hace en un año, excluyendo las programadas y las burocráticas. Equivale a “intensidad de uso” de los servicios sanitarios, que en exceso significa hiperfrecuentación” (12 visitas al año o más)Y se denomina hiperfrecuentador al usuario/paciente que se excede en la frecuentación. 

—No confundir con concepto de demanda asistencial (visitas/habitante/año), referida a la media de visitas por habitante en un año, ni de presión asistencial (pacientes/médico/día), o número de pacientes atendidos por un médico en un día, equivalente a “carga asistencial”. 

Pues bien, parecen ser tres las variantes que influyen en el requerimiento de servicios sanitarios públicos, y por lo tanto en la frecuentación: una percepción negativa del estado de salud, un nivel de estudios bajo y una necesidad subjetiva de recibir cuidados sanitarios. De otro modo: miedo creciente (interesadamente promovido), déficit cultural (problema social) e inseguridad consecuente. 

Se trata de pacientes hiperfrecuentadores con dolencias que podemos encuadrar en tres grupos patológicos:
  • Enfermedades somáticas crónicas
  • Enfermedades psiquiátricas (depresión, ansiedad)
  • Enfermedades funcionales (p.ej. trastornos psicosomáticos)
Su percepción es que el sistema sanitario no los atiende adecuadamente: son pacientes insatisfechos con el sistema sanitario; y suelen tener deficientes vínculos socio-familiares. Tampoco hay que obviar las “visitas sociales” de pacientes jubilados u ociosos que no encuentran nada mejor que hacer que pasar a saludar a su médico o a su enfermera. Por otro lado, la hiperfrecuentación también puede producirse por causas ajenas al paciente:
  • Deficiencias organizativas del sistema sanitario (burocracia)
  • Profesional disfuncional (inseguridad, exceso de paternalismo)
Cuando el profesional no realiza una intervención adecuada, los enfermos crónicos y los somatizadores pueden acudir de forma innecesaria por síntomas menores. Estando ya dominados por el miedo no se les ha de infundir más temor. De ahí que su disfunción sea a veces causa de hiperfrecuentación; y al final, la inseguridad y el exceso de paternalismo acaban actuando como "ladrones de tiempo". Entonces, la habilidad del profesional y su capacidad de comunicación son fundamentales.

Hemos de recalcar que la alta utilización injustificada de los recursos sanitarios por parte del hiperfrecuentador, ya por su causa (tipo I) o por causa ajena (tipo II), provoca un gasto innecesario que no va en su beneficio; es más, seguramente le perjudique. Y no hemos de olvidar que a mayor número de hiperfrecuentadores, mayor presión asistencial y, en consecuencia, mayor dificultad para dar respuestas adecuadas a los pacientes. No digamos ya cuando las demandas se producen por vía de urgencia, sobrepasando la agenda médica. Un médico con mucha carga asistencial, sobrecargado y acaso agobiado, no puede dar adecuada respuesta a los problemas de salud y, en consecuencia, contribuirá a la “medicalización”, derivará más pacientes e incurrirá en más errores.


El problema de la hiperfrecuentación no es exclusivo del primer nivel asistencial (Atención Primaria); también hay preocupación en el segundo nivel asistencial. Como vemos en la imagen de abajo, los hospitales estadounidenses comparten datos para detectar a los hiperfrecuentadores de las urgencias y, de algún modo, frenar a esos usuarios que consideran "abusadores" (y que aquí alguien denominó como "abusuarios"). 
Y en nuestro medio es probable que comience a emerger otra variante, novedosa por un tipo de asistencia recién instaurado: los hiperfrecuentadores de consulta médica telefónica; tiempo al tiempo.

Dicho lo cual, el control de la frecuentación o el manejo de los pacientes hiperfrecuentadores precisa de una adecuada información (educación sanitaria), una buena organización asistencial y una correcta actuación profesional. Existen mejoras en la organización de las consultas del paciente hiperfrecuentador, intentando que sea el médico quien controle sus citas y haciéndole respetar los acuerdos decididos entre ambos, otros sanitarios o el trabajador social. Desde luego se hace necesario establecer límites, para que no haya repeticiones inútiles de consultas, que a su vez generan más actos médicos improcedentes. Poner límites no ha de significar reducir el derecho a la asistencia, sino velar por la calidad de la misma. La hiperfrecuentación es contraria a la razón. En definitiva, frecuentación la justa y atención sanitaria la necesaria.

Nota.- Basado en una presentación propia sobre el paciente hiperfrecuentador.

Una visión parcial de los hiperfrecuentadores,
considerados aquí como "enfermos imaginarios",
que no son tal, sino personas que sufren
***
Enlaces relacionados
Una parte importante de las consultas (30-40%) en los servicios de atención primaria (AP) las realizan una pequeña proporción de pacientes (5-10%), los denominados hiperfrecuentadores, que suponen una considerable carga de trabajo (workload) para la medicina de familia y un alto coste económico para el sistema sanitario público. En cuanto a las variables sociodemográficas, las mujeres, los mayores de 50 años, los solteros, divorciados o viudos, los que tienen un bajo nivel socioeconómico, los jubilados, los desempleados, así como los que han recibido una baja laboral, presentan una probabilidad incrementada de sobreutilizar los servicios de AP.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Grabaciones esenciales de música clásica


En una entrada anterior sobre discos de música clásica manifestamos la relatividad de las recomendaciones discográficas. Sin embargo, siempre son útiles, como guía para los neófitos y para deleite de los melómanos más versados. En la Red se pueden encontrar diversas páginas y algunos foros que tratan de orientar en este sentido, abarcando un mundo sonoro inacabable. Pero como introducción a los compositores más reconocidos, he encontrado una acertada guía clásica: Discoteca Básica de Música Clásica. Se inicia con una presentación y finaliza con reseñas biográficas de los compositores. Y lo que más nos importa, ofrece una relación discográfica alfabetizada, desde Albéniz hasta Wagner, complementada con índices de autores y obras, así como de las fuentes bibliográficas.


Sin que las grabaciones recomendadas deban ser excluyentes, creo que la referida guía nos da una garantía de que no hemos de ir errados con la elección. Podríamos decir que son grabaciones esenciales de música clásica, sabiendo que no están todas las que son pero son todas las que están. Entre las composiciones recogidas, y acaso descartando algunas o añadiendo otras (hay asombrosas discrepancias entre críticos y aficionados), cada cual podrá confeccionarse su particular selección para llevarse a la isla desierta.

Adenda.- Echamos en falta en esta Discoteca Básica algunos compositores de obras esenciales, entre ellos, y siguiendo el orden alfabético: BORODIN, BRUCKNER, GERSHWIN, GRIEG, HOLST, MENDELSSOHN, RIMSKI-KORSAKOV, ROSSINI, SCHUBERT, STRAVINSKI, VIVALDI.

Beethoven - Sinfonía nº 5
Orquesta Filarmónica de Berlín, W. Furtwängler‎ (1954)
***
Calificativos críticos de una interpretación musical (positivos/negativos):
rigurosa/imprecisa, poderosa/anémica, intensa/superficial, refinada/tosca, sensual/fría, poética/insulsa, excelente/ordinaria, inolvidable/desechable...

Listas de grabaciones selectas de música clásica

Grabaciones básicas y muy buenas (introducciones, recopilaciones, selecciones)
WAGNER. El anillo de los nibelungos (selec.)

Sitios de crítica musical y valoración de discos de música clásica

Times Critics' Favorite Classical Recordings of 2013
(The New York Times)

jueves, 11 de septiembre de 2014

El linaje de Miguel de Cervantes Saavedra

No me tengo por localista y soy de los que piensa, siguiendo el dicho, que uno no es de donde nace, sino de donde pace. Pero de siempre me había llamado la atención que los apellidos del autor del Quijote se correspondiesen con los de dos localidades de la circunscripción de Lugo, una de las cuatro provincias gallegas: el municipio de Cervantes, en el entorno montañoso de Los Ancares, y la parroquia de Saavedra en Begonte. Y en la introducción a una edición inglesa de la inmortal obra cervantina (concretamente de la editorial Penguin Books), había leído, con sorpresa, que el linaje de Cervantes se hallaba en Galicia. Y ahora, causalmente, leo en la entrada “Cervantes (Lugo)” de Wikipedia:
Según algunos historiadores, en esta tierra hay que situar el probable origen del linaje de Miguel de Cervantes, ya que el apellido Saavedra aparece en los registros bautismales de la parroquia de Vilarello da Igrexa con anterioridad al nacimiento del principal autor de la literatura castellana. Además al comienzo del capítulo XXXIX de la primera parte de El Quijote, Cervantes pone en boca del cautivo acompañante de Zoraida -que muchos identifican con el propio autor- las siguientes palabras: En un lugar de las Montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrechez de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico... 
Todavía vive gente en lo que los lugareños llaman "O Palacio dos Saabedra" en esa pequeña aldea "Vilarello da Igrexa" del concello de Cervantes (Lugo), que hoy más bien parece una casa vieja de pueblo que un palacio, pero todavía se les conoce a sus habitantes por "os do palacio de Vilarello". Según ellos, Miguel de Cervantes era hijo bastardo de un hombre de sangre noble y una sirvienta de ese palacio. Marchó a Alcalá de Henares con su madre, donde fue inscrito en el registro cuando era ya un niño crecido (por aquel entonces era bastante común registrar los nacimientos cuando el niño ya tenía varios años de vida añadido claro está el factor de la bastardía. 
Pero el esclarecimiento de su procedencia todavía guarda cierto aire misterioso, que sin duda viene alentado por la falta de documentos y pruebas que sitúen su nacimiento, parece difícil (si en verdad era bastardo) encontrar algún hilo del que poder tirar para esclarecer su cuna.
Y no habiendo absoluta seguridad de todo esto, hay apasionados defensores de esta tesis, como se muestra en estos tres escritos: 
Sea como fuere, Miguel de Cervantes Saavadra, gloria de las letras y hombre universal, nos pertenece a todos.

Castillo de Doiras, Cervantes

Los Ancares, el rincón de las fábulas
***
Enlaces relacionados

Sobre Miguel de Cervantes (1547-1616)
Nacido en Alcalá (sede de la universidad fundada en 1508 por el cardenal Cisneros), con linaje de orígen discutible, Cervantes parece haber tenido una vida ajetreada. Soldado en la Batalla de Lepanto (1571), a las órdenes de Juan de Austria, fue herido en la mano izquierda, que le quedó inutilizada y le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto», a modo de glorioso recuerdo de la victoria sobre los turcos. Al regreso de otra campaña militar en Italia (1575), la goleta que lo traía fue capturada por piratas berberiscos, a la altura de Marsella, y sufrió cautiverio en Argel, siendo liberado cinco años más tarde (1580) tras pago de rescate por su familia. De regreso en la patria, a los treinta y siete años, se casó con Catalina de Salazar, dejando atrás amoríos y dos frutos de ellos: un hijo (Promontorio), en Nápoles, y una hija (Isabel), en Madrid. Estableció su residencia en Esquivias, Toledo, pero solía visitar Madrid. Aquí sostuvo sonadas disputas con Lope de Vega, el gran dramaturgo y rey de la escena, a quien el propio Cervantes calificó de «monstruo de la naturaleza» por su capacidad creativa. 

La primera obra importante de Cervantes fue La Galatea (1585), una novela pastoril. En el plano histórico, asistiría poco después al desastre de la Armada Invencible (1588), bajo el reinado de Felipe II. Escribió muchas comedias, la mayoría perdidas, de las que se conservan dos textos: Los tratos de Argel (más tarde Los baños de Argel) y Numancia; dejó de escribirlas alrededor de 1600, acaso abrumado por Lope, volviendo a hacerlo al final de sus días. 

En 1605, a principios de año, publicó en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (primera parte). Luego vendrían otras obras: las Novelas ejemplares (1613); el Viaje al Parnaso (1614), en verso. Ese mismo año lo sorprendió la publicación en Tarragona de una segunda parte espuria del Quijote, escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, proclamada como auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Enfermo y urgido, mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevosnunca representados, acabó la segunda parte del Quijote (1615). Consideradas las dos partes como una única creación, el Quijote ha sido reconocido unánimemente como la obra cumbre de la literatura universal.

Finalmente, a principios de 1616 estaba terminando una novela de aventuras en estilo bizantino: Los trabajos de Persiles y Sigismunda. El 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».