Del mismo modo que afirmamos que el ambiente marino domina el espacio de la Naturaleza en la música, podemos asegurar que los animales más imitados son los pájaros, especialmente porque poseen una cualidad de la que otros seres vivos carecen. Una cualidad digna de admiración… y de emulación. Así que, asombrado con las florituras de cantores como el ruiseñor o el jilguero, el hombre primitivo intentaría en los albores de la imitación sonora reproducir sus trinos de territorialidad o de cortejo. ¿Acaso cuesta imaginar a individuos de nuestra especie, de fino oído, maravillados con los gorjeos de las aves cantoras referidas, o con los del mirlo, del reyezuelo, del pinzón o del verdecillo, pretendiendo por primera vez hacer lo mismo con sus labios o mediante primitivas flautas?
Importantes músicos se inspiraron en los alados para crear obras singulares e intentaron atrapar su canto en el pentagrama. Valgan los siguientes ejemplos representativos: la suite para orquesta Los pájaros (Gli uccelli), de Ottorino Respighi; El despertar de los pájaros (Réveil des oiseaux) para piano y orquestra y Catálogo de pájaros (Catalogue d’oiseaux) para piano, ambas obras de Oliver Messiaen; El remontar de la alondra (The Lark Ascending) para violín y orquesta, de Ralph Vaughan Williams, poema sinfónico en el que el compositor –citado también en el apartado marino– consigue describir a la sorprendente calandria entonando un aria desafiante mientras asciende en la libre infinidad; o Al escuchar el primer cuco en primavera (On Hearing the First Cuckoo in Spring), de Frederick Delius, rapsodia orquestal basada en una canción popular noruega y convertida en espléndido poema musical.
Aunque no se puede considerar el cacareo un bello canto, Jean-Philippe Rameau realizó una singular representación del ave de corral en la pieza para clave La gallina (La Poule), muy diferente de la refinada imitación del canto de los pájaros que habría de realizar con posterioridad su paisano Messiaen. Tampoco el cisne emite una melodiosa sonoridad –si negamos el mítico canto anunciador de su final, que relataron los poetas romanos Virgilio y Marcial–, pero su elegancia fue retratada por Camille Saint-Saëns en la suite El carnaval de los animales (Le carnaval des animaux), siendo la parte que lo describe –titulada precisamente El cisne (Le Cigne)– interpretada a menudo independientemente del resto de la obra, en la que desfilan gallos y gallinas junto al cuco; una “fantasía zoológica”, como la llamó el compositor, en la que al lado del león, el elefante, los mulos, las tortugas, los canguros y los peces, no falta la parodia de los humanos. El cisne es asimismo una de las cinco partes de Historias naturales (Histoires naturelles), obra menos conocida de Maurice Ravel, para voz y piano sobre textos de Jules Renard, donde además se retratan otras aves (el pavo real, el martín pescador y la pintada).
Entrando en el ámbito de la simbología, cabe citar en este apartado la obra orquestal de Toru Takemitsu Una bandada desciende en el jardín pentagonal (A Flock Descends into the Pentagonal Garden).
Y si compositores reconocidos brindaron su homenaje al espectáculo sonoro y visual de la Naturaleza que las aves representan, la canción popular catalana El canto de los pájaros (El cant dels ocells) se ha hecho famosa por la adaptación que Pau Casals realizó para el violonchelo y que interpretó en la sede de la ONU en 1971, permaneciendo desde entonces como un emblema antibelicoso.
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«El canto de los pájaros» forma parte de un ensayo publicado en Filomúsica (revista de música culta) sobre las obras musicales inspiradas en la naturaleza:
Y ahora dejémonos envolver musicalmente escuchando El cant dels ocells, en una emocionante interpretación de Pau Casals.
me quedo con tu blog. Gracias por este regalo. Carmen María
ResponderEliminarse me olvidó decirte que me cuesta trabajo ver el blog va demasiado lento el ordenador cuando abro esta página, a ver si puedes ayudarme.Carmen María
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