…de nuevo junto a él, como adentrándonos / de nuevo en su mirar, donde un día vimos / la hondura de lo humano.
Luis Rosales. Elegía a don Gregorio Marañón.
Sobre el incomparable Gregorio Marañón (19 de mayo de 1887 - 27 de marzo de 1960), médico y pensador, historiador y ensayista, humanista y liberal, docente y académico, parece estar todo dicho, por lo que no haremos aquí más que recordar, a los cincuenta años de su muerte, lo que de él se ha escrito. Estudiante ejemplar e investigador precoz, fue premiado por la Real Academia de Medicina antes de acabar la carrera, recibió el Premio Extraordinario de Licenciatura, obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis sobre La sangre en los estados tiroideos y mereció ser pensionado por el Ministerio de Instrucción Pública para investigar en Alemania. Ganó por oposición, con el número uno, plaza de médico de la Beneficencia Provincial y eligió el Servicio de enfermedades infecciosas del Hospital General de Madrid, entregándose a una labor clínica e investigadora que habría de extender especialmente hacia la endocrinología. Publicó artículos científicos y libros clínicos de gran relevancia. Pero su inquietud lo llevó a rebasar el campo estrictamente médico, comprometido con los problemas sociales y políticos de su tiempo, a la par que desarrolló una gran actividad historiográfica y como escritor de ensayos literarios. Perteneció a varias Reales Academias: Española de la Lengua, de Medicina, de Historia, de Ciencias Exactas Físicas y Naturales y de Bellas Artes de San Fernando. Hombre ilustrado, polifacético, de extraordinario carisma y muy popular en vida, es el representante hispano por excelencia del humanismo médico, de la práctica de una medicina científica –técnicamente rigurosa– y, al mismo tiempo, humana. Y quienes admiramos su ejemplo, pretendemos estar siempre con Marañón en la mente.
Orígenes, estudios y primeras investigaciones
Gregorio Marañón nació en Madrid el 19 de mayo de 1887, en el seno de una familia burguesa e ilustrada. Hijo de Manuel Marañón y Gómez Acebo, natural de Santander, abogado en el Madrid de la Restauración, consejero del Banco de España, diputado por Madrid y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia, y de Carmen Posadillo Vernacci, natural de El Puerto de Santa María, en Cádiz, y de origen cántabro, que falleció cuando Gregorio tenía tres años. Era el cuarto de siete hermanos, uno de ellos gemelo suyo que murió al nacer. Durante su infancia y juventud tuvo relación con insignes amigos de su padre que habrían de influir en su trayectoria vital, entre ellos José María de Pereda, Marcelino Menéndez Pelayo y Benito Pérez Galdós; de la mano de éste conocería la ciudad de Toledo, que tanto le marcaría en su vida.
En el curso 1902-1903, inició sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de la capital hispana. Insignes profesores contribuyeron a su formación, entre ellos el de anatomía Federico Olóriz, el de histología Santiago Ramón y Cajal, el de patología quirúrgica Alejandro San Martín y los de medicina interna Juan Madinaveitia y Manuel Alonso Sañudo. Antes de finalizar la carrera comenzó a publicar sus primeros artículos médicos en la Revista Clínica de Madrid (entre 1909 y 1915 publicaría en ella numerosos artículos clínicos y experimentales), obteniendo de manera sorprendente en 1909, antes de su licenciatura, el Premio Martínez Molina de la Real Academia de Medicina por el trabajo Investigaciones anatómicas sobre el aparato paratiroideo del hombre.
Una puntualización. Si ahora es él referencia intelectual y moral para muchos galenos, la suya fue precisamente uno de esos maestros, el histólogo y anatomopatólogo Ramón y Cajal (Premio Nobel en 1906), sobre todo desde que leyó sus reglas y consejos sobre la investigación científica. En 1947 habría de pronunciar un discurso en su honor, con motivo de su ingreso en la Academia de Ciencias, y dos años después publicaría un libro titulado Cajal, su tiempo y el nuestro.
Se licenció en 1909 y se doctoró en 1910. Obtuvo el Premio Extraordinario de Licenciatura y fue pensionado por el Ministerio de Instrucción Pública para viajar a Alemania y realizar estudios de postgrado con el bacteriólogo alemán Paul Ehrlich, que estaba investigando en su laboratorio de Frankfurt el compuesto 606 o salvarsán. A su regreso publicó La quimioterapia moderna según Ehrlich. Tratamiento de la sífilis por el 606 y sus primeros trabajos sobre la enfermedad de Addison.
En 1911 recibió el Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis doctoral La sangre en los estados tiroideos. Ganó por oposición, con el número uno, plaza de médico de la Beneficencia Provincial y eligió el Servicio de enfermedades infecciosas del Hospital General de Madrid, entregándose a una intensa labor clínica e investigadora. En julio de ese año se casó con Dolores Moya Gastón de Iriarte, hija del influyente periodista Miguel Moya, director de El Liberal y fundador-presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, senador y Académico de la Real Academia de Jurisprudencia. Fruto del matrimonio nacerán cuatro hijos, un varón y tres mujeres.
Un joven Marañón estudiando junto a una calavera, 1908
(Imagen de LA RAZON.es)
Iniciación a la Endocrinología y al estudio del envejecimiento
Su iniciación a la Endocrinología, disciplina que en su tiempo estaba en pañales, le vino de la mano de sus profesores Madinaveitia y Alonso Sañudo, introduciéndose en los síndromes tiroideos y pluriglandulares.
Marañón se dio cuenta de que la endocrinología había nacido como disciplina autónoma y consideró paradigmática la obra Innere Sekretion (1910), de Artur Biedl, una demostración del papel de las secreciones internas en fisiología. Y él mismo, tras un curso desarrollado en el Ateneo de Madrid en 1915, publicaría La doctrina de las secreciones internas (1915). Por otra parte, Marañón codirigió con Teófilo Hernando el Manual de Medicina Interna (1916), primer tratado de este tipo realizado por autores hispanos.
En la siguiente década desarrollaría su versión de la teoría endocrinológica, fundamentalmente en su libro sobre el climaterio La edad crítica (1919) y en su discurso de recepción en la Real Academia de Medicina, Problemas actuales de la doctrina de las secreciones internas (1922), en el que señaló la falta de tradición científica y de investigación hispana. Sus investigaciones sobre la adrenalina se concretaron en artículos como La emoción (1920) y Contribución al estudio de la acción emotiva de la adrenalina (1922). También publicaría La diabetes insípida (1929) y la definitiva revisión de La edad crítica: Climaterio de la mujer y del hombre (1937).
Marañón vio una relación entre el envejecimiento y el declive de las funciones sexuales. Precisamente por su interés en el estudio del envejecimiento se le considera uno de los fundadores de la gerontología hispana. Fue además un intérprete del psicoanálisis y de las teorías psicosexuales de Sigmund Freud, a quien conoció en la casa de Marie Bonaparte. Esta psicoanalista francesa reconoció la obra de Marañón, citando su trabajo La evolución de la sexualidad y de los estados intersexuales (1930), en el cual el autor defendía que cada ser humano estaba dotado con características de ambos sexos y que éstos están más diferenciados a medida que se avanza en la escala filogenética.
A finales de la década de 1920 ya publicó una serie de trabajos científicos que obtuvieron un notable éxito. Sus Tres Ensayos sobre la vida sexual (1926), en los que trata los conceptos de diferenciación sexual e intersexualidad, provocaron una convulsión social en la pacata sociedad de la época. En Gordos y flacos (1926), se centró en el tratamiento endocrino de la obesidad, y en la relación entre peso –constitución morfológica– y psicología. En Amor, conveniencia y eugenesia (1929), desarrolló una discutible teoría acerca de la constitución familiar y los deberes sociales en función de edad y sexo, con especial atención a la juventud y su protagonismo; en su prólogo criticaba con extrema dureza la Dictadura de Primo de Rivera (en otro próximo que escribió al libro de Marcelino Domingo ¿A dónde va España?, mostró su aproximación al socialismo).
Marañón llamaba "hambre sexual" a la “libido” freudiana, y en su opinión ese impulso primario se producía por un fenómeno químico, por la irrupción en la sangre de las secreciones internas de las gónadas. Consideró también que el psicoanálisis y la endocrinología eran disciplinas complementarias, y que la mayor contribución de Freud a la medicina había sido restaurar una perspectiva humanística. Pero el interés de Marañón no se limitaba al campo de la sexualidad. Realizó investigaciones sobre la pituitaria, las suprarrenales (enfermedad de Addison), las paratiroides y, fundamentalmente, sobre el tiroides, glándula a la que dedicó más de cuarenta trabajos.
En 1931 fundó el Instituto de Patología Médica y un año después fue nombrado sin oposición catedrático de Endocrinología. Era la primera vez que se dotaba a esa disciplina de entidad propia en la universidad española–. En el Instituto de Patología Médica desarrolló una intensa labor científica, formando colaboradores y dirigiendo diferentes investigaciones.
Por la relevancia científica y cultural alcanzada en estos años, fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de La Sorbona (1932) y elegido numerario dos academias: Academia Española de la Lengua (1934) y Academia de la Historia (1936).
Actividad social y política
Las inquietudes sociales y políticas de Marañón le llevaron a publicar desde 1917 artículos al respecto de estas cuestiones, mostrándose como un médico comprometido con la sociedad de su tiempo. Realizó largos viajes por España, junto a amigos, artistas e intelectuales de su generación, y fue retratado por Sorolla, Zuloaga y otros pintores. A su consulta en el Hospital añadió el ejercicio de la medicina privada, y a su consulta acudieron algunas de las personalidades más relevantes de su tiempo, nacionales y foráneas. Accedió a cargos políticos, siendo nombrado consejero de Sanidad en 1919 y consejero de Instrucción Pública en 1920, con Gobiernos liberales. En 1921 adquirió y restauró el Cigarral de Menores, en Toledo, lugar trascendental donde escribiría una parte fundamental de su obra; y en esa casa toledana recibió a personalidades españolas y extranjeras de su tiempo.
En 1918 fue comisionado por el Gobierno español, junto a los doctores Pittaluga y Ruiz Falcó, para ir a Francia, con el fin de estudiar la etiología de la epidemia gripal que asolaba España (la famosa "gripe española") y buscar soluciones y para combatirla. Allí conoció a otras grandes personalidades de la medicina: Edward Babinski, Almroth Wright, Alexander Fleming y Harvey Cushing. Con tan sólo diez años de ejercicio profesional, ya gozaba de importante prestigio internacional por sus aportaciones a la ciencia médica.
En 1922, con 35 años, ingresó como académico de número en la Real Academia de Medicina. Y en el verano de ese mismo año protagonizó un histórico viaje a Las Hurdes junto al rey Alfonso XIII, en una comisión integrada por otros dos médicos, los doctores José Goyanes Capdevila (1876-1964) y Bardají (no he hallado datos). Aquella expedición a esa comarca extremeña, envuelta en una "leyenda negra", por entonces una de las zonas más aisladas y deprimidas de la península ibérica, permitió poner en marcha acciones terapéuticas que paliaron el hipotiroidismo congénito y endémico de su población. La carencia del aporte de yodo en la alimentación provocaba bocio endémico, con consecuencias de retraso mental y enanismo. Ante este grave problema, Alfonso XIII le preguntó a Marañón qué se podía hacer para solucionar el problema, y su lógica respuesta fue entonces sorprendente: “¡Carreteras, Majestad, carreteras!”; de este modo, manifestaba don Gregorio la necesidad de romper el aislamiento y con ello la cadena epidemiológica de la enfermedad. Este viaje marcó un hito en la vida del doctor Marañón, plasmando su compromiso, como intelectual y como español, con el devenir de su país.
En 1924 fue elegido presidente del Ateneo de Madrid.
Marañón fue miembro destacado de la conocida como “generación del 14” (Junto a José Ortega y Gasset, Eugenio d'Ors, Salvador de Madariaga, Claudio Sánchez Albornoz, Américo Castro, Ramón Pérez de Ayala, Wenceslao Fernández Flórez, Ramón Gómez de la Serna y otros). Su biografía intelectual estuvo marcada por la defensa de los principios liberales, de respeto y tolerancia hacia las ideas ajenas, de comprensión como pauta de actuación y de defensa de la libertad como valor humano esencial. La interrupción del sistema político de la Restauración por la Dictadura de Miguel Primo de Rivera (septiembre de 1923), determinó su implicación en la vida política de española, y desde diferentes ámbitos científicos y culturales, incluida la presidencia del Ateneo de Madrid, enarboló la bandera del liberalismo. Marañón definía al liberal como la negación del fanático, y entendía el liberalismo como la mejor manera de resistir la intransigencia generadora de violencia.
Antonio Machado, G. Marañón, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala
Su proximidad intelectual y personal con Miguel de Unamuno hizo que el cese de éste en sus cargos universitarios y su destierro ahondasen el enfrentamiento de Marañón con la Dictadura. En 1925, su desacuerdo con la política sanitaria de Severiano Martínez Anido (1862-1938), ministro de la Gobernación, le llevó a dimitir de su cargo de director del Hospital del Rey. En 1926 se produjo la conspiración cívico-militar conocida como La Sanjuanada, un proyecto de golpe de Estado, por el que se le acusó a Marañón de haber participado en ella; se le impuso una multa de 100.000 pesetas y sufrió prisión en la Cárcel Modelo de Madrid durante un mes. En ese período de privación de libertad, tradujo del inglés la obra que sobre Juan Martín Díez “El Empecinado”, héroe de la guerra de la Independencia, escribiera Friedrich Hardman.
En enero de 1930, al terminar la Dictadura Dictadura de Primo de Rivera, Marañón era uno de los principales referentes intelectuales del momento. Respetado por la inmensa mayoría de los protagonistas de la caída de ese régimen político, se convirtió en adalid del movimiento republicano. En 1931 firmó el manifiesto "Agrupación al Servicio de la República", plataforma que auspició la llegada del régimen repubilicano, junto a José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala, y al que más tarde se uniría Antonio Machado. En tal coyuntura fue decisiva la reunión que se celebró en su despacho el 14 de abril, en la que el conde de Romanones y Niceto Alcalá-Zamora pactaron la transición de la Monarquía a la República y la salida de de España del rey Alfonso XIII.
La ascensión social y política de Marañón hizo que figurase entre los candidatos a la presidencia de la II República. Sería elegido diputado a las Cortes Constituyentes que elaboraron la Constitución promulgada en diciembre de 1931, pero renunció a ofrecimientos ministeriales y para formar Gobierno. En 1933 fue cofundador con otros intelectuales de la “Asociación de Amigos de la Unión Soviética”, en una época condenatoria del socialismo en la URSS. En mayo de ese mismo año, la radicalización e intransigencia política republicana le hizo renunciar a su escaño parlamentario.
Guerra civil, emigración y viajes
La radicalización política y el aumento de la violencia a la que Marañón asistía desde finales de 1934, lo impulsó en los meses finales de la II República a hacer llamamientos a la responsabilidad, a la normalidad democrática y a la concordia civil. En los meses previos a la guerra civil española (1936-1939) todavía confiaba en el futuro republicano, creyendo que los avatares sociopolíticos se debían a la inmadurez pasajera del régimen de 1931. Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar contra la República, Marañón se encontraba en Portugal visitando a un enfermo y regresó urgentemente a Madrid, en apoyo del poder establecido y legitimado por las urnas. Pero los acontecimientos revolucionarios vividos en Madrid en los meses de agosto y septiembre y los asesinatos, entre otros, de Calvo Sotelo, Melquíades Álvarez, Manuel Rico Avello y Fernando Primo de Rivera –hijo del dictador y colaborador suyo en el Instituto de Patología Médica–, así como su propio paso por las checas y las presiones que sufrió para que firmasen algunos manifiestos, le distanciaron del régimen republicano.
Viendo peligrar su vida, a mediados de diciembre de 1936 partió hacia París. Desde allí apoyó al bando “nacional” con artículos como Liberalismo y comunismo (1937), percibiendo la guerra civil como una lucha entre el comunismo y el anticomunismo, lo foráneo y lo español. Marañón consideraba que la República liberal había fenecido y que se estaba librando uno guerra entre dos bandos antidemocráticos, uno encaminado a instaurar un régimen comunista y el otro una dictadura que contemplaba como transitoria hacia una nueva era liberal depurada de errores pasados. Se percató del peligro de “bolchevización o sovietización” del Gobierno de Madrid, pero minimizó el peligro fascista. Desde los meses finales de la contienda civil, insistió en la necesidad de reconciliación nacional. Un deseo imposible.
En los años de permanencia en París, ejerció la medicina en hospitales franceses y en su consulta privada. Además realizó una intensa investigación en los Archivos Nacionales, en busca de documentación con la intención de elaborar una historia de la emigración política española. Dicha historia nunca se materializó como tal, pero los hallazgos de Marañón están reflejados en algunas obras históricas, como Luis Vives. Un español fuera de España (1942) o Españoles fuera de España (1947).
En ese tiempo de emigración, otros de sus ensayos tuvieron como trasfondo la melancolía de España y el tiempo perdido por causa de la guerra civil: Tiempo viejo y tiempo nuevo (1940) y Elogio y nostalgia de Toledo (1941). También viajó a países iberoamericanos en 1937 y 1939 (Cuba, Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, Perú, Bolivia), donde dictó conferencias y recibió honores académicos como, como el doctorado honoris causa por la peruana Universidad de San Antonio de Cuzco y su incorporación a la Academia Nacional de Medicina de Perú.
Permaneció en París hasta 1942, año en que regresó a Madrid.
Regreso a España y últimos años
Gregorio Marañón regresó a España en el otoño de 1942. Su reaparición pública tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad, donde pronunció una conferencia.
En 1944, se reincorporó al puesto de médico de la Beneficencia Provincial de Madrid y, dos años más tarde, en 1946, retomó su cátedra de Endocrinología (desde entonces, y hasta su fallecimiento, continuó entretejiendo los mimbres de esta disciplina en nuestro país), al tiempo que promovió la aparición del Boletín del Instituto de Patología Médica. Este mismo año fue nombrado vocal del Pleno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, organismo del nuevo régimen instaurado al finalizar la guerra, en representación del Patronato "Santiago Ramón y Cajal".
De ese tiempo data su Manual de diagnostico etiológico (1946), uno de los libros de medicina más difundido en todo el mundo por su novedoso enfoque en el estudio de las enfermedades. En 1948 se creó a petición suya el Instituto de Endocrinología Experimental, posteriormente, integrado en el Centro de Investigaciones Biológicas. En sus tratados médicos, Marañón se fijó en cuestiones de deontología profesional. En línea con su visión humanista de la ciencia, manifestó su preocupación por su creciente y excesiva tecnificación en obras como el referido Manual de diagnóstico etiológico o La Medicina y nuestro tiempo (1954).
Se sucedieron los nombramientos y honores académicos. En 1947, ingresó en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En su discurso –dedicado a su predecesor y admirado Santiago Ramón y Cajal–, expuso, de modo sintético, las principales pautas de su pensamiento científico y universitario. En años posteriores se le siguió reconociendo con distinciones científicas y culturales. Su elección en 1953 como numerario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando supuso el reconocimiento a toda una vida dedicada al cultivo de las ciencias, las artes y las letras. En 1956, ingresó en la corporación con el discurso “El Toledo del Greco” –tema al que dedicó un ensayo–. En 1958, fue nombrado primer presidente del Centro de Investigaciones Biológicas. Le siguieron otros honores académicos internacionales, como el de doctor honoris causa por la Facultad de Medicina de Oporto (1946), sus elecciones por la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París y la Academia de Ciencias de Nueva York (ambas en 1956), o su investidura honoris causa por la Universidad de Coimbra (1959).
La Dictadura franquista utilizó su figura, como la de otros intelectuales, para mejorar su imagen exterior. Pero Marañón asumió la tarea de recuperar la tradición liberal, procedente del período ilustrado, que el régimen de Franco trató de erradicar. Según Miguel Artola, “la mayor aportación política de Marañón fue sin duda haber levantado la bandera del liberalismo, de la libertad, en una época en que pocos o ninguno podían hacerlo”. Desde su defensa del liberalismo ético, encabezó los primeros manifiestos que denunciaban desde el interior la situación política y solicitaban el regreso de los exiliados. Mantuvo su amistad con algunos de los más relevantes exiliados, entre ellos Francesc Cambó, Luis Araquistaín, Salvador de Madariaga e Indalecio Prieto quien, en 1956, le escribía: “Es la de usted la única voz que me llega desde España para reconfortarme y consolarme”.
Con algunas excepciones, como la de ciertos sectores del falangismo, el franquismo respetó su figura, lo que le permitió amparar a otros españoles y difundir su pensamiento y conducta liberal influyendo, decisivamente, en ámbitos intelectuales y universitarios.
Desde su posicionamiento ideológico publicó algunas de sus mejores obras. Entre otras, Ensayos liberales (1947), en la que insiste en la pervivencia del liberalismo como pauta de conducta. Desde el punto de vista historiográfico, mientras las corrientes en boga exaltaban el pasado católico e imperial de España, Marañón se ocupó de su desmitificación –sobre todo de Felipe II–. Se fijó en temas como las Comunidades de Castilla, la expulsión de los moriscos, el siglo XVIII o el liberalismo decimonónico. Su obra Antonio Pérez (el hombre, el drama, la época), de 1947, es junto a la biografía sobre El conde-duque de Olivares su gran aportación a la historiografía contemporánea española.
El doctor Gregorio Marañón falleció en Madrid el 27 de marzo de 1960, a los 72 años. Su cortejo fúnebre estuvo acompañado por una impresionante multitud que representaba el reconocimiento de la comunidad su vida ya su obra.
Tras su muerte, el filósofo J. L. López Aranguren se expresó de esta manera:
“La lección moral de Marañón fue no sólo personal y profesional vocacional, sino también política. Su ética severa estuvo penetrada de humana comprensión, y de esta comprensión brotó su profundo liberalismo, que le llevó a ser, hasta su muerte, el más alto poder moderador que en el orden social hubo en España, el último gran liberal dieciochesco”.
Y el ilustre médico lucense Juan Rof Carballo (1905-1994), el padre de la medicina psicosomática, escribía:
“¿Por qué todo el mundo se ha quedado en España después de la muerte de Marañón como abandonado, como si hubiera perdido parte de su ser, en una palabra, como si se hubiera quedado sin padre?”.
“Nadie más muerto que el olvidado”, había dicho el insigne hombre aquí recordado. Y ésta es sólo una pequeña contribución para que nunca muera.
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Fuentes bibliográficas y enlaces externos:
Fundación Gregorio Marañón (Incluye biografía y publicaciones)
Gregorio Marañón, Vida y obra, Juan Francisco Jiménez Borreguero
Gregorio Marañón. El regreso del Humanismo, Juan F. Jiménez Borreguero
Gregorio Marañón, de “Biografías y Vidas”
Gregorio Marañón, a cincuenta años de su muerte
Gregorio Marañón. Médico, humanista y liberal
Enlace a la segunda parte:
Gregorio Marañón, la hondura de lo humano (2ª parte)
Como admirador incondicional que soy de la egregia figura de don Gregorio Marañón, con sus luces y sus sombras, quiero decir, amigo José Manuel, que he quedado entusiasmado tras la lectura de este magnífico ensayo que dedicas a don Gregorio. Mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarSi me lo permites, me gustaría añadir algunos apuntes:
-Doña Carmen Posadillo Vernacci era natural de El Puerto de Santa María, municipio muy cercano a Cádiz (ambas ciudades se miran, una a la otra, separadas y a la vez unidas por las aguas de la Bahía).
-Marañón siempre estuvo, por su madre, muy unido sentimentalmente a Cádiz. Muchos biógrafos hablan extensamente sobre la influencia del padre (don Manuel) y poco o nada dicen de la madre, por su temprana y desgraciada muerte, aduciendo que ningún recuerdo de ella podría tener un niño de tres años. Pero lo cierto es que Marañón y sus hermanos fueron criados, en Madrid, en el Barrio de Salamanca, por la abuela y una tía maternas (con quienes les llevó su padre para su mejor cuidado). Y digo yo: ¡Cuánto le hablarían la madre y la hermana de la madre muerta, al niño huérfano, sobre doña Carmen y sobre Cádiz!
-El doctor don Antonio Cortés Sabariego, gaditano de "pro", discípulo de Marañón, y amigo, contaba siempre una anécdota. Decía que Marañón, cuando sus hijos eran pequeños, los traía a Cádiz para "bautizarlos con agua de la bahía". Yo le pregunté la razón -añadía- "y me respondió: 'para que tengan gracia'." Supongo que esto es verdad porque Cortés no tenía por que mentir.
-Por último (porque con este tema empiezo y no paro) no quiero dejar de señalar la grandeza moral de Marañón, y de ello es buen ejemplo que, entre sus discípulos más destacados se encontraba el hijo del dictador (paisano mío, todo hay que decirlo) que lo había encarcelado -a quien tu nombras y dejas enlace- el joven médico Fernando Primo de Rivera (cruelmente asesinado en los inicios de aquella horrible Guerra Civil, por ser hermano de quien era).
Disculpa si me he extendido demasiado. Gracias por tu homenaje al Maestro y un marañoniano abrazo.
Enhorabuena por esta magnífica entrada sobre Marañón.
ResponderEliminarCreo que no se ha explorado aún la influencia que tuvo la persona y la obra de Marañón en los médicos y científicos gallegos de su tiempo. Ya hablas de Rof Carballo en uno de los párrafos.
Saludos.
Gracias, querido Francisco, por tu valiosa y enriquecedora información. Ya he procedido a la oportuna especificación. Bien sé que nuestro personaje te apasiona y es un lujo contar con tu inestimable asesoramiento.
ResponderEliminarOtro marañoniano abrazo.
Muy agradecido, amigo David, por tu estimulante comentario. Cuando edite la segunda parte podrás comprobar que una de las fuentes de información proviene de tu estupendo blog.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Querido José Manuel; acabo de "echar un ojo" rápidamente a tu magnífico artículo; como estoy en plena vorágine evaluadora no tengo sosiego para sentarme a leer y dedicarle el tiempo y la atención que se merece, pero quiero que sepas de mi enorme interés por la figura de Marañón y de mi intención de dejarte un comentario como es debido en cuanto pueda (aunque publiques una nueva entrada y pases a otro tema).
ResponderEliminarMoitos bicos.
Querida Lola, no te preocupes que todos andamos atareados. Menos mal que todo queda archivado para futuras lecturas.
ResponderEliminarBiquiños de Nadal.
Excelente artículo, ojala hubiera más Médicos de la Talla de Don Gregorio Marañón y que alguno de ellos, siquiera fuere Mexicano, ya que aquí en mi país México, ya no hay.
ResponderEliminarSaludos y Felicidades
Amigo Ginecoobstetra, habría que preguntarse ¿por qué no hay en la actualidad médicos como Marañón? En mi opinión, las condiciones actuales de formación no propician la sensibilización y la apertura de las mentes. Supongo que en México sucederá como aquí.
ResponderEliminarGracias por el comentario y Felicidades igualmente.
Aunque no viene a cuento de esta entrada, échale un vistazo a http://medicaleducation.wetpaint.com/page/Songs
ResponderEliminarCuriosa página, David, sobre canciones relacionadas con la ciencia médica, las actividades clínicas y los estudiantes de Medicina. La tendré en cuenta para alguna melódica entrada futura.
ResponderEliminarGracias por la información.
Me alegra saber que hay numerosos seguidores de la figura enorme de don Grgorio Marañón.
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