Grandes compositores románticos, principiando por los excelsos Schubert y Schumann, supieron extraer la música dormida en poemas de Heine, Goethe y otros poetas, preeminentes o no, elevando el género del Lied a su máximo esplendor. Estos autores de canciones –que las consideraron como unidades independientes, agrupadas en colecciones o integradas en ciclos– recogieron el testigo de los clásicos (Haydn, Mozart y Beethoven) y, a su vez, dejaron el terreno abonado para que otros músicos, de habla alemana y de otras lenguas, siguieran su melódica senda.
¿Qué decir de los dos gigantes señalados? Franz Schubert (1797-1828) es el creador del Lied romántico y el mayor compositor del género, con más de 600 Lieder que, por su extraordinaria calidad, le aportan un lugar privilegiado en la historia de la música. Liberó al Lied de todo exceso y estableció su definitiva forma canónica. Igualmente, el corpus de las canciones de Robert Schumann (1810-1856), unas 250 piezas, le bastaría para asegurarle la gloria. Consiguió que el Lied romántico adquiriese un nuevo y esplendoroso brillo poético, adentrándose en los textos y dominando la técnica del ciclo o “Liederkrais”.
Dentro del Romanticismo son ineludibles otros creadores de canciones, germánicos –alemanes y austriacos– y no germánicos, fundamentalmente franceses y rusos. Compositores alemanes como Weber, Loewe, Mendelsshon, Brahms... Compositores franceses como Berlioz, Gounod, Fauré, Duparc… Compositores rusos como Borodin, Musorgski, Tchaikovski, Rimski-Korsakov… Compositores de otros países europeos, como Liszt en Hungría, Grieg en Noruega, Dvorak en Bohemia… Incluso el polaco Chopin compuso algunos Lieder, olvidados por el peso de su música para piano, en la que volcó sin palabras toda su fuerza poética. Fueron pocos los músicos del s. XIX que no se adentraron en el terreno del Lied; la mayoría lo empapó de particular emoción.
De entre los músicos citados, valgan tres de muestra representativa: Johannes Brahms (1833-1897), el hombre que renunció a la ópera, merecedor de un lugar destacado al haber compuesto unos 200 Lieder plenos de equilibrio y emoción contenida; Edvard Grieg (1843-1907), autor de 143 canciones, sobre textos noruegos, daneses y alemanes, emocionantes miniaturas que presentan la sencillez y la espontaneidad de las canciones populares; y Gabriel Fauré (1845-1924), creador de 96 canciones, independientes y en ciclos o colecciones, siendo estas las que le han proporcionado un lugar excelso.
La llama creativa de la canción culta no se apagó con el Romanticismo; continuó viva en el postromanticismo y en el s. XX, con el dominio de los músicos germánicos, la continuidad de franceses y rusos, y la entrada en escena de compositores de otras naciones, a mayor o menor escala. En el ámbito germánico, donde a veces se impuso el acompañamiento orquestal sin que el Lied perdiese su esencia, surgieron continuadores de una gran tradición y a la vez innovadores del lenguaje musical: Wolf, Mahler, Strauss, Schönberg, Webern, Berg…
Detengámonos en los tres primeros, que brillan con luz propia en el firmamento del Lied. Hugo Wolf (1860-1930), con un catálogo que se aproxima a los 350 Lieder, cercanos a Schumann en estilo y capacidad de penetración en los textos poéticos, es uno de los más grandes “liederistas” de la historia. Gustav Mahler (1860-1911) es el iniciador del Lied contemporáneo y autor de unos 50 Lieder, la mayoría en ciclos, para voz con piano o acompañamiento orquestal –donde consigue sus mayores logros–, sin contar los integrados en sus sinfonías. Richard Strauss (1864-1949) es autor de más de 200 canciones para voz y piano, diecisiete de ellas orquestadas, y la mayor parte ordenadas en veintiséis colecciones, alcanzando en las más inspiradas una suprema maestría.
Los franceses, que desde Berlioz adoptaron el término Mélodie, mantuvieron su tradición compositiva: Debussy, Ravel, Poulenc… Los rusos tampoco perdieron su lugar: Rachmaninov, Stravinski, Prokofiev… Otros países del continente europeo dieron sus propios frutos: Sibelius en Finlandia, Bartok en Hungría, Enescu en Rumania… Los británicos comenzaron a tener compositores relevantes en el género: Elgar, Vaughan-Williams, Britten… Entraron en escena compositores americanos: Villa-Lobos, Gershwin, Barber, Guastavino, Ginastera… Todos ellos merecen atención. En lo concerniente a España, con su riquísima tradición de música popular, comprobamos cierta continuidad compositiva de canciones, ligada al folklore propio y al de las respectivas culturas coloniales: Albéniz, Falla, Mompou, Toldrà, Montsalvatge... Y pese a sus altibajos, la llama permanece viva.
Los franceses, que desde Berlioz adoptaron el término Mélodie, mantuvieron su tradición compositiva: Debussy, Ravel, Poulenc… Los rusos tampoco perdieron su lugar: Rachmaninov, Stravinski, Prokofiev… Otros países del continente europeo dieron sus propios frutos: Sibelius en Finlandia, Bartok en Hungría, Enescu en Rumania… Los británicos comenzaron a tener compositores relevantes en el género: Elgar, Vaughan-Williams, Britten… Entraron en escena compositores americanos: Villa-Lobos, Gershwin, Barber, Guastavino, Ginastera… Todos ellos merecen atención. En lo concerniente a España, con su riquísima tradición de música popular, comprobamos cierta continuidad compositiva de canciones, ligada al folklore propio y al de las respectivas culturas coloniales: Albéniz, Falla, Mompou, Toldrà, Montsalvatge... Y pese a sus altibajos, la llama permanece viva.
***
Este escrito forma parte de un artículo publicado en Filomúsica (revista de música culta):Referencia de interés:
“The Lied and Art Song Texts Page” (Textos de Lieder)
Historia del Lied. Viena, un siglo después
Historia del Lied. Nuevos lenguajes