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miércoles, 11 de marzo de 2009

Enfermedad y particularidad étnica


Algunos autores implican la particularidad del elemento étnico o etnográfico en la forma de enfermar. Así el doctor Domingo García Sabell, en su ensayo Novas consideracións encol do enfermo galego (Nuevas consideraciones sobre el enfermo gallego), habla de una singularidad del enfermar en el hombre rural gallego. Dice que nuestros paisanos toman tres actitudes ante la enfermedad: “la entregada”, en la que el enfermo vive pendiente continuamente de su dolencia (característico de individuos aprensivos), que considera poco frecuente en el habitante del campo, más propia de ciudadanos; “la negadora”, que identifica como irónica y hasta humorística, consistente en la negación del hecho de estar enfermo, y que para el autor es algo más frecuente; y “la apropiadora” , a su parecer la más típica del gallego, actitud en la que uno se hace dueño de su propia miseria, de su propia dolencia, y para ser dueño lo primero que pide es el nombre de la misma (“¿Cómo se chama o que eu teño?” / “¿Cómo se llama lo que yo tengo?”) para después vanagloriarse (“Eu teño unha enfermidade que non hai quen a cure” / “ Yo tengo una enfermedad que no hay quien la cure”).

Refiriéndose a la depresión, considera causa de su incremento en la población a factores como la dureza de la competición en la vida (sería la competitividad), la excesiva tecnificación en las actividades humanas –que para Sabell deshumanizan–, el afán o anhelo (“degoiro”) de consumo y la prisa, la no disposición de tiempo. Se sorprende de que en el campo haya la misma depresión que en la ciudad, que explica por el abandono, por la despoblación debida a la emigración. Considera que la fenomenología es la siguiente: la depresión viene de una frustración, por una situación límite económica (hambre) y social (incomunicación, soledad), que se manifiesta no sólo mediante la tristeza y la negra visión de las cosas, sino también por síntomas somáticos (somatización) como palpitaciones, etc.; y entonces es cuando el enfermo se apropia de la enfermedad (“Eu teño extrasístoles... son meus” / "Yo tengo extrasístoles... son mías"), y más que ante una enfermedad nos hallamos ante una “situación”.

Además, aunque Galicia tenga similares enfermedades al resto de comunidades de su entorno, tiene su peculiar “expresividad” de las dolencias, y ahí entra la habilidad del curador, empleando una trampa (“trapela”) psicológica: se admiten las quejas del enfermo como si fueran reales y después se explica porqué son causadas, iniciándose la curación cuando el enfermo lo comienza a entender. Son precisas, según el ensayista, ciertas “condiciones del diálogo psicoterapéutico”: congruencia (el médico se despoja de su aspecto técnico, se presenta frente al enfermo como un ser humano que va a escuchar a otro), consideración positiva incondicionada (se acepta todo lo que dice el enfermo), empatía (sufrir o gozar de modo reflejo, hasta cierto punto, sin llegar a la identificación absoluta con el enfermo) y, necesaria en nuestro caso, el empleo de un lenguaje común. En una reflexión final, afirma que si no curamos muchas depresiones de los enfermos del campo gallego es sencillamente porque nadie puede curar una enfermedad si las causas persisten, y éstas (desempleo, aislamiento, soledad, incomprensión...) no son cuestión exclusiva de la Medicina.

Independientemente de la antigüedad del escrito parafraseado, con matices tal vez no extrapolables íntegramente a la realidad rural actual, o de que el autor estuviese posiblemente embebido de las teorías psicoanalíticas, no cabe duda que las particularidades diferenciales de cada pueblo, evidentes en aspectos culturales, como la danza, la música y otras manifestaciones artísticas, se ven igualmente reflejadas en la forma de ser o, sin caer en el error de la generalización, en una diferenciada actitud existencial.
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Referencia bibliográfica:
García-Sabell D. Novas consideracións encol do enfermo galego. En: A Galicia rural na encrucillada. Vigo: Galaxia, 1975. p. 13-37.

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