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sábado, 30 de mayo de 2009

Con cada puñalada


En ocasiones extraigo –o creo que me sale– una buena dosis de humanidad, encerrada por este modo de vivir de espaldas a lo innegable. Permanecía estoico y descubrí que dentro duelen los humores, que hierve el hielo. Se enfría el incandescente río rojo que pasa y muere sin sentir. Un soplo, dicen. Un abrir y cerrar de ojos, un visto y no visto. Cuatro días. Una efímera burla. Un sinsentido. El destino nos engaña y aun lloramos sin lágrimas; de poco valen proyectos. Ya dijo Jorge Manrique en sus celebérrimas Coplas: “Vez de cuan poco valor son las cosas tras que andamos y corremos…”.


Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen
.

(Jorge Manrique. Coplas por la muerte de su padre, I, III, V y VII)

De la Coplas de Manrique dijo Lope de Vega que
"merecían estar escritas en letras de oro".

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