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martes, 14 de julio de 2009

Preservación de la música clásica (2): Aproximación musical


Se han venido citando tres elementos para la comprensión de la música clásica: nivel socioeconómico, educación y sensibilidad. Si bien el primero pudo –o puede todavía– conllevar al segundo, la sensibilidad es patrimonio individual e independiente. Ahora bien, si no hay para comer, menos habrá para educar; y por mucha sensibilidad innata que se tenga, poco se podrá hacer para aprovechar ese don del cielo. Es ineludible salvar el escollo de la supervivencia antes de aspirar a cotas de satisfacción espiritual.

Con esta premisa biológica, convendrá poner los medios para desligar a la música culta del elitismo de antaño, favoreciendo la estabilidad económica, dando oportunidades a los desfavorecidos y despertando el interés por lo bueno, mediante estímulos apropiados. Entonces será posible alcanzar las metas esperadas: profesionales de la música mejor formados y convencidos y auditorios más educados y sensibles. Restará acercar la música en vivo a los ciudadanos.

En nuestro medio, desde el punto de vista del disfrute musical, la situación ha mejorado enormemente en los últimos años, con proliferación de salas y orquestas sinfónicas. Ahora es más fácil el acceso a conciertos, próximos y asequibles para casi todos los bolsillos, en ocasiones incluso subvencionados. No obstante, continúa habiendo teatros de élite –especialmente en grandes capitales–, distantes para la mayoría y reservados para ciertos elegidos, no necesariamente de oídos más refinados.

Por otro lado, tengamos en cuenta que las especializaciones son múltiples y que uno no puede abarcar todo el corpus musical. Habrá quien tenga querencia por la música medieval, o renacentista, o barroca, o clásica, o romántica, o contemporánea en cualquiera de sus vertientes. Habrá quien muestre eclecticismo y trate de sumergirse en diferentes aguas sonoras, pero siempre con limitaciones impuestas. De modo que, inevitablemente, existirán diferentes grupos, con sus particulares afinidades, minorías al fin y al cabo, ni mejores ni peores, que podrán ser tildados de elitistas por no alcanzar a la mayoría.

Desde las piezas más almibaradas hasta los más indigestos ladrillos musicales, la música nos muestra su extensa gama de colores y perfumes; sin pretensiones extramusicales o con supuesto mensaje intelectual, directa al corazón o incomprensible en su simbolismo, muy fácil o extremadamente difícil de aceptar y entremedias todas las posibles variantes. Queramos o no, parte de la música estará destinada a una minoría o, mejor, será asimilada por unos pocos. Lo que no debe impedir la permanente aproximación musical a la mayoría, para que en todo momento conozca, discierna y elija.
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Este artículo es una parte del publicado en Filomúsica (revista de música culta): 

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