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martes, 19 de enero de 2010

Grandes compositores y desequilibrio emocional (8): Consideraciones finales


En los siete capítulos anteriores hemos tratado el desequilibrio en los grandes compositores, partiendo de una introducción (1) y siguiendo por un acercamiento paulatino a algunos músicos representativos: Mozart y Beethoven (2), Schubert y Schumann (3), Berlioz y Bruckner (4), Mussorgsky, Tchaikovsky y Rachmaninov (5), Wolf y Mahler (6), Gerswhin y Britten (7). Apreciamos que no todos los músicos referidos adolecieron de grandes perturbaciones, pero todos se distanciaron del nivel de equilibrio teóricamente necesario para alcanzar una existencia aceptablemente dichosa, por su perenne inquietud, afán de superación, búsqueda de la perfección o sensibilidad extrema (¿tributo a la gloria?).

Y aun así, esta afirmación es gratuita, porque ¿cómo podemos suplantar una personalidad ajena, hacernos cargo de lo que pasa en la complejidad de otra mente? De ahí la abundancia de adverbios de duda a lo largo de este ensayo. Debemos tener siempre presente la relatividad de cualquier conclusión, derivada de escritos que nos han llegado o de su legado artístico. Tampoco las particulares creencias, por extrañas o incomprensibles que nos sean, deben engendrar desprecio de quienes las aceptan. Y si hablamos de “desequilibrio”, lo hacemos en sentido de apartamiento de la norma aceptada/impuesta por/para la mayoría; y la mayoría no tiene porqué poseer la razón.

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) realizó unas reflexiones sobre la psicología del artista, afirmando que “cada hombre creativo es una dualidad o una síntesis de cualidades paradójicas”. Como hombre, sano o enfermo, su psicología personal puede ser explicada; pero como artista sólo puede comprenderse a través del hecho creativo. Cada ser humano es un mundo, ciertamente, comprensible a los demás en alguna de sus facetas, valorado o minusvalorado dependiendo de puntos de vista y de intenciones de acercamiento, difícil o imposible de abarcar completamente cuando se trata de individuos que pretenden la sublimación en casi todo lo que realizan. Pero si de la mayoría de los mortales nada queda tras su paso terreno, de ellos, de los grandes compositores, permanecerá su música para complacencia de los que sepan comprenderla o, simplemente, quieran aceptarla.

Por último, consideremos la aparente paradoja: que la música de los “desequilibrados” puede contribuir a la mejora de otros a través de la musicoterapia, porque centrados en su arte compusieron obras plenas de equilibrio.
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Este artículo es una parte de otro publicado en Filomúsica (revista de música culta):  

Me parece oportuno añadir dos interesantes conclusiones de un estudio sobre la relación entre creatividad y enfermedad mental (*):
  • Es mayor la frecuencia de enfermedades mentales en músicos que en la población general, pero menor que en otros campos artísticos.
  • La enfermedad mental grave no va ligada a la creatividad sino que la interfiere.
(*) Delgado Calvete C, Pérez Bravo A. Relación entre creatividad y enfermedad mental. AN. PSIQUIATRIA 2006; 22 (3): 120-132.

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