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viernes, 4 de junio de 2010

Elegía a Gregorio Marañón


La lectura de los escritos de otros blogueros no deja de ser para mí una fuente inacabable de inspiración. Ahora, al leer un artículo de mi amigo Francisco Doña sobre el centenario de Luís Rosales (1910-1992) reparo en que este poeta había escrito una sentida elegía a Gregorio Marañón (1887-1960), nuestro más ilustre y renombrado médico humanista. Esa elegía pertenece al poemario Rimas, de 1951 (posterior a su aclamado libro La casa encendida, de 1949). El ilustre médico, científico y humanista es retratado por Rosales como un hombre jovial, tranquilo, entusiasta, compasivo, entrañable… inolvidable en la hondura de lo humano. 


La hondura de lo humano

Con cenizas de ayer y de mañana,
con cenizas que el tiempo no ha llevado,
con luto de repente y con ceniza,
quiero hacer su retrato.
Recuerdo la cabeza siempre un poco
adelantada entre los hombros altos;
el cuerpo y su armoniosa pesadumbre
que andaba como hablando;
la mirada jovial que parecía
crecer para encontrarnos;
el labio un poco vuelto hacia el amigo,
su hablar lento y pausado;
las manos que pusieron tantas veces
consuelo en otras manos;
la aceptación paciente diluida
en la orfandad civil de su entusiasmo.
Y hay algo que renace, hay algo vivo
en esta acción de recordarle, hay algo
que aún buscamos en él como se sume
el rostro en el espejo; recordamos
viviendo, casi a tientas, y el recuerdo
va haciendo, casi a tientas, su retrato:
la frente salediza;
la sencillez creciendo con los años;
los ojos entre tímidos y negros
como tierra quemada en monte bajo;
la juventud casi sin canas, casi
zurciendo sus retazos;
la mesurada voz que al escucharla
incitaba al sosiego y no al descanso;
la piedad general de su palabra,
la pesantez del párpado,
y hay algo que no acaba, hay algo vivo
que no puede acabar al recordarlo,
y se enciende una luz, ¿quién sabe dónde
se ha encendido una luz?, cuando empujamos
su muerte un poco para hacernos sitio
de nuevo junto a él, como adentrándonos
de nuevo en su mirar, donde un día vimos
la hondura de lo humano.
Con palabras de nieve y de ceniza
rezo por su descanso.

2 comentarios:

  1. Amigo José Manuel:
    Agradezco sinceramente tu gentileza al mencionar mi nombre y dejar un enlace a "Tiempo para la Memoria" en esta entrada.
    No pude decírtelo ayer, como hubiera deseado, porque me quedé sin conexión a Internet (¡una de las peores cosas que a uno le puede pasar...!); aunque Movistar (antes Telefónica) -y no lo digo por hacer propaganda a la Compañía sino como justo reconocimiento a la eficiencia de sus empleados- ha solucionado el problema en el menor tiempo posible.
    Para los que admiramos al Dr. Marañón y al poeta Rosales, esta Elegía es un magnífico descubrimiento, y me siento orgulloso de haber dado pie a que muchos podamos disfrutar de este trocito de tu magnífico arsenal cultural.
    Una vez más: Muchas gracias y mi más afectuoso abrazo.

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  2. Querido Francisco: soy yo quien ha de agradecer tu oportuno y estimulante artículo sobre Luis Rosales. Un fuerte abrazo.

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