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lunes, 8 de noviembre de 2010

De médicos de los pobres a pobres médicos


Los médicos han hecho siempre la medicina que les ha pedido la sociedad en la que viven, ya que toda medicina está inmersa en una sociedad determinada.
A. Orozco Acuaviva

Las mejoras socioeconómicas generales experimentadas en los últimos treinta años en Hispania, y sobre todo en los finales de precrisis, parecen haber ido aparejadas con un cambio de valores humanos, interpretado por unos como un logro de la libertad colectiva –que no individual– y por otros como una decadencia espiritual. En verdad se han conseguido derechos que nuestros antecesores ni habían soñado, lamentablemente coincidentes con una progresiva elusión de deberes, fruto de un mal entendido bienestar que relaja y desobliga. Y también con una pérdida de reconocimiento social de profesionales, en particular de la educación y la medicina, tradicionalmente admirados y respetados. No debemos olvidar aquella frase de Alfonso Guerra que encierra todo el desprecio a la profesión médica, incluyendo al médico rural: «No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas». *


En cuanto a lo que profesionalmente me toca, partiendo de una entrada del Dr. Francisco Doña sobre el reconocido médico venezolano José Gregorio Hernández, he regresado a una vieja consideración que he dejado como comentario en su blog “Tiempo para la memoria”…

No siendo comparables los tiempos y las personas, ¡qué diferente el ejercicio de la medicina de antaño! Posiblemente la actitud del médico fuese más paternalista, pero también más cercana al paciente –que no usuario–. Cierto que la profesión médica era liberal, lo que permitía una autonomía de acción, sin sometimiento a directrices, y que los galenos eran más escasos, por ello más valorados. Y en profesionales como el doctor José Gregorio Hernández, que ejercía como auténtico médico de cabecera, asistiendo a sus pacientes a domicilio, su entrega y generosidad eran reconocidas por quienes recibían sus servicios. Todos sabemos de calles y monumentos en honor a médicos, pero de treinta años o más para atrás; la masificación y el consumismo se han tragado las aureolas. En mi ámbito geográfico también se ha producido recientemente un homenaje a un “médico de los pobres” que ejerció en mi ciudad.

… y la ilustrativa respuesta del Dr. Doña no se hizo esperar:

>>Historia simbólica y significativa, la que me transmites de don Darío Álvarez Blázquez, amigo José Manuel. Como decía mi maestro, el Profesor Orozco Acuaviva, "...los médicos han hecho siempre la medicina que les ha pedido la sociedad en la que viven, ya que toda medicina está inmersa en una sociedad determinada." Nuestros antecesores vivieron la era paternalista o era del médico –según la clasificación de Mark Siegler**– de la historia de la relación médico-enfermo. A nosotros nos ha tocado vivir la era de la autonomía (o del paciente) y en ciertos lugares ya están en la del contribuyente, con todo lo que ello supone... Así –sin contar los escasos méritos personales de alguno, yo mismo– la verdad es que es muy difícil ser santo o que le pongan el nombre propio a una calle.<<

*Al hilo de esta frase guerrista, viene al caso la siguiente consideración. A finales de la década de 1980 (soy una calamidad para las fechas y no recuerdo con exactitud el año), en una jornada de médicos de familia tomó la palabra una representante de la autoridad sanitaria, supuestamente invitada al acto, que me dejó un sabor amargo. Sus palabras altivas, despojadas de cordialidad, llevaban un tono de amenaza, como advirtiendo de malas consecuencias a los profesionales que nos se plegaran a los mandatos del ministerio de sanidad. Todavía no se habían realizado las transferencias sanitarias a Galicia y gobernaba el partido socialista. Y mis simpatías iniciales hacia lo que representaba su ideología, decrecieron enormemente desde ese día. Ahora soy consciente de que el maltrato sanitario de los políticos comenzó con aquella frase lapidaria e injusta de Alfonso Guerra.

**Es muy oportuno el recordatorio de la teoría del doctor Mark Siegler sobre las tres edades de la medicina y la relación médico-paciente”, desde la tradición paternalista hasta el actual modelo burocrático del coste-beneficio. El Dr. Doña confía en que, a pesar de los tiempos que corren, no desmayemos en el esfuerzo por ser cada día mejores. Es el deseo de un buen médico humanista. Y yo, que pienso que los médicos de cabecera hemos pasado –en un proceso de funcionarización– de médicos de los pobres a pobres médicos, que no tengo su entereza moral y veo cada vez más difícil preservar la verdadera esencia de nuestra labor, considero que habremos de encomendarnos a San Cosme y San Damián.


[Nota. Imagen del libro y enlace de 2011, añadidos con posterioridad.]

4 comentarios:

  1. Amigo José Manuel:

    He leído -y, en algunas de sus partes, releído- con gusto y atención tu entrada de hoy, en la que rememoras aquella conversación "en línea" que mantuvimos hace unos días... Lamento haberme perdido la conferencia de Siegler, en Barcelona, cuyo tríptico enlazas. Y agradezco que incluyas subrayada la cita de mi maestro, el Profesor Orozco.

    ¡Cuánto ha cambiado, en las últimas dos o tres décadas el ejercicio profesional! La relación médico-enfermo, después de veinticinco siglos, se convirtió en relación médico-paciente, y luego médico-usuario, y luego médico-cliente... Y, algunos, a los que nos ha tocado vivir estos cambios, con las prisas, creemos que nos hemos visto obligados a dejar, como si fuera lastre, mucho de nuestro "humanismo médico" en el camino...

    Me pillas escribiendo sobre Marañón, precisamente, para un acto de homenaje con motivo del cincuentenario de su muerte, en el que tendré que intervenir el próximo jueves. Nada más y nada menos que tendré que hablar de don Gregorio, aquél de quien se cuenta la célebre anécdota que, seguramente, tú conoces. Dicen que una vez preguntó un periodista a Marañón cuál era el instrumento más importante del médico, pensando en algo costoso y complicado. Él respondió: "La silla". La silla para que el enfermo se sentara a hablar y el médico a escuchar. "Y su mayor enemigo" -volvió a preguntar el periodista-. Y contestó Marañón: "La prisa"...

    Hoy tenemos que clamar para disponer de diez minutos en la consulta, y pedir -con toda razón- Internet (que se ha hecho imprescindible) en la consulta. ¡Si don Gregorio levantara la cabeza!

    En fin. Muy agradecido por tu cita y el enlace a "Tiempo para la Memoria", perdona mi ausencia los próximos días, por el motivo antes enunciado, y hasta la vuelta, recibe mi más cordial y afectuoso abrazo.

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  2. Querido Francisco,
    la frase del Profesor Orozco me parece definitiva, porque explica el porqué de la situación que vivimos (o sufrimos), y se vincula a la evolución histórica de la relación médico-paciente establecida por Mark Siegler. Somos hijos de nuestro tiempo, para mal y para bien, y sólo nos queda adaptarnos (resignarnos) o tratar de que se realicen cambios para lograr mejoras. Esto último significa no ceder y perseverar en la lucha por la dignificación profesional y de la Sanidad Pública en general.

    En verdad, ¡nuestro mayor enemigo es la prisa! Yo también tengo a Marañón en la mente y pienso igualmente que "si levantara la cabeza...".

    Un abrazo y mi mejor deseo para el homenaje a nuestro admirado don Gregorio.

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  3. Hola, José Manuel.

    Nos conocimos el otro día en una charla en el NH, espero que te acuerdes de mí, y prometí buscar tu blog y comentarlo. La verdad es que me ha gustado mucho, y estoy de acuerdo con las tremendas verdades que expones, por mucho que sea penoso reconocerlo. A mí también me encanta la Medicina, la de siempre, pero no todo lo que está alrededor y que parece que hoy en día conlleva inevitablemente (gestión, macro y microeconomía, legalismos...). En fin, habrá que ir llevándolo lo mejor posible, con voluntad, que es de lo poco que nos queda, y que es lo más barato.

    Un abrazo, jefe, y me alegro de haberte encontrado.

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  4. Bienvenido a este modesto espacio médico-melódico, amigo Gabriel. He procurado, y procuro, que tenga un tono sonriente, a pesar de las verdades o tristes realidades que no puedo resistirme a traer cuando, por cualquier motivo, me veo espoleado a ello. Hace falta energía como la tuya para mantener en alto las espadas por una Medicina plena de contenido, y por supuesto por una Atención Primaria orientada a sus teóricos cometidos, volcada a la comunidad a la que se debe y sustentada por los mandatarios públicos, en el convencimiento de que invertir en ella es la mejor manera de promover y proteger la salud de los ciudadanos. Sí, yo también soy un navegante de Liburnia.

    Recibe un fuerte abrazo, liburniano supremo.

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