Un mensaje repetido es que sería deseable que no hubiese contiendas políticas en asuntos fundamentales como la educación y la sanidad. Por eso se insta a alcanzar pactos de estado que impidan los vaivenes en función de quien gobierne, para no echar por tierra todo lo anterior, sólo porque ha sido elaborado por un partido de diferente color. Esto es lo que ha venido sucediendo en Hispania hasta la fecha, lo que imposibilita planificar a largo plazo.
Con la política sanitaria acostumbrada no se puede trazar ningún plan con visión de futuro y en beneficio de toda la comunidad. Mientras cada partido siga centrándose en su ombligo y desinteresándose por el cometido principal de servicio, todo será un ineficiente hacer y deshacer. De seguir así continuarán los mismos problemas estructurales y organizativos, en un sistema extremadamente burocratizado en el que la opinión del médico cuenta muy poco.
Escucho a un político que propugna lo ya oído: valorar más la función de los profesionales, racionalizar el gasto farmacéutico (política farmacéutica adecuada), ponderar muy bien las nuevas prestaciones (considerar beneficios-costes) y potenciar la atención primaria, dotándola de mayor capacidad diagnóstica para descargar la atención hospitalaria, mucho más costosa. Palabras sin concreción.
Se dice que la sanidad no tiene precio, pero tiene un coste. Y será mucho menor el coste de una única sanidad que la de diecisiete diferentes, totalmente inconexos.
Sistema sanitario español
De la universalidad a la insostenibilidad
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