Páginas

jueves, 23 de junio de 2011

Sinfonía Júpiter

Júpiter y Tetis, de Jean Ingres (1811)

La sinfonía nº 41 "Júpiter" de Mozart, la última creación sinfónica del genio de Salzburgo, es una obra magistral digna de un dios, optimista, esplendorosa y triunfante. Su movimiento final, Molto allegro, es un compendio sonoro de perfección creadora. Podemos comprobar su fuerza y su belleza en una muy buena interpretación de Karl Böhm dirigiendo a la Filarmónica de Viena en el Musikverein. Al parecer es ésta una de las pocas veces que se puede ver al bueno de Böhm despeinarse, un director habitualmente muy comedido en su expresión directoral. De este director conozco también otras dos grandes grabaciones mozartianas, una del Réquiem con la misma orquesta vienesa, y otra de la ópera Così fan tutte al frente de la Philharmonia de Londres, además de los solistas vocales y coros.

Haría falta un Júpiter, dios supremo, sabio y justo, para ordenar este mundo revuelto. En su defecto, sirva esta música excelsa para ajustar las ideas.

8 comentarios:

  1. Excelente post mi amigo, el primer CD de clásica que compré fue esta interpretación por Karl Bohm junto con las sinfonias 38 y 40. También la Grandiosa Cosi fan tutte la llegue a escuchar dirigida por Bohm, de hecho él fue el primer director que llamó mi atención a mis cortos 14 años, y siempre he disfrutado mucho con su dirección del gran Amadeus...

    ResponderEliminar
  2. Divina melodía, amigo José Manuel, para despeinar al mejor peinado. ¿Quién se resiste a Mozart?
    Respecto a los dioses, griegos y romanos, si algo bueno tenían -o malo, según se mire- es que eran demasiado "humanos". No obstante, de Júpiter, lo peor -o lo mejor- que se puede decir (¡vaya cómo estoy hoy!), porque "para gustos, colores" -hasta dónde yo sé- es que era una auténtica "bestia" en sus amoríos...
    En fin, que me ha gustado mucho la interpretación de esta pieza, bajo la dirección de Karl Böhm, y que Mozart es una divinidad musical.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Sé que Mozart te toca especialmente la fibra sensible, amigo Tony. A mí también. Y coincido en la apreciación de las interpretaciones mozartianas de Bohm.
    Gracias y recibe otro fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Ciertamente, querido Francisco, para despeinar al más peinado, incluyendo al mesurado Karl, que se recrea en esta interpretación. Y en efecto, los dioses olímpicos y sus equivalentes romanos eran (o fueron concebidos) en extremo voluptuosos.
    Otro fuerte abrazo, amigo mío.

    ResponderEliminar
  5. Excelente, sensacional interpretación y post.
    Un abrazo y hasta pronto.

    ResponderEliminar
  6. Excesivo tu halago, amiga Claudia. Aunque comienzo a asumir que lo bueno si breve...
    Gracias por tu melódica presencia.

    ResponderEliminar
  7. Qué maravilla visitarte de nuevo tras el torbellino del fin de curso y encontrarme con Mozart y Karl Böhm, mi querido José Manuel. Como a Tony,esta sinfonía me catapulta directamente a la adolescencia y al disco de vinilo de mi padre (que conservo) con la 40 y la 41 dirigidas por Böhm a quien recuerdo además haber visto entonces en televisión dirigiendo imperturbable y elegantemente a Mozart.
    Un millón de gracias y un millón de bicos!

    ResponderEliminar
  8. El inicio de la sinfonía nº 40 de Mozart atrapa con su melodía como pocas obras sinfónicas, pero coinciden los expertos en que el inigualable genio alcanza la perfección en la nº 41. Por mi parte, querida Lola, confieso que me dejé seducir antes por la fuerza melódica de aquella. Lo mismo me sucedió con la Sexta sinfonía "Pastoral" de Beethoven, antes de saber apreciar las honduras de la Novena. Cosas de la evolución sensitiva... y del paso del tiempo.
    Infinitos bicos.

    ResponderEliminar