"Haga lo que haga es igual, todo lo consideran mal", dice la canción francesa La mala reputación, de Georges Brassens, popularizada por Paco Ibáñez en lengua castellana. Y es que no está bien visto que uno tenga su propia forma de pensar, su propio ideario, su propia fe. Se les descalifica, se les condena, se les hace escarnio..., se les odia por pensar diferente. Muchos quisieran imponer el pensamiento único por decreto, en una vuelta a dictaduras pretéritas. Aun así, nosotros seguiremos defendiendo el librepensamiento, enfocado a la mejora personal y el bien común. Pensamiento y acción, sin cortapisas ni ataduras, y siempre por una buena causa.
En mi pueblo sin pretensión
tengo mala reputación,
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal.
Yo no pienso pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no gusta que
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal.
Yo no pienso pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un richachón,
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí que será una lata,
siempre tengo yo que meter la pata.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos tras de mí a correr,
salvo los cojos, es de creer.
No hace falta saber latín,
yo ya sé cual será mi fin,
en el pueblo se empieza a oír
muerte, muerte al villano vil.
Yo no pienso pues armar ningún lío
con que no va a Roma el camino mío.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un richachón,
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí que será una lata,
siempre tengo yo que meter la pata.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos tras de mí a correr,
salvo los cojos, es de creer.
No hace falta saber latín,
yo ya sé cual será mi fin,
en el pueblo se empieza a oír
muerte, muerte al villano vil.
Yo no pienso pues armar ningún lío
con que no va a Roma el camino mío.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
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