ECONOMÍA DE LA SALUD. Ciencia económica que tiene por objeto el uso óptimo de los recursos para la atención de la enfermedad y la promoción de la salud. Su cometido es estimar la eficiencia de los servicios de salud y sugerir formas de mejorar su organización. De ella forma parte la Farmacoeconomía, parcela económica sobre el uso de fármacos en intervenciones en salud, alrededor de la cual giran conceptos como el de relación coste-efectividad. Algo dual, bueno y malo al mismo tiempo; bueno cuando persigue el ahorro racional y malo cuando el ahorro es un fin en sí mismo.
La economía de la salud, que englobamos en las Humanidades Médicas, aplica la teoría económica a los fenómenos y problemas asociados con la salud. Describe los estados de salud y
enfermedad en el marco económico, usando las herramientas propias de la
economía, y teniendo en cuenta las consecuencias económicas que se pueden
derivar. Hemos de significar que no sólo las enfermedades tienen un coste,
sino también las medidas empleadas para la promoción de la salud. Como con la economía en general, se hace diferenciación entre macroeconomía y microeconomía de la salud.
Mediante la economía de la salud se puede estimar la eficiencia organizativa
de los servicios de salud y sugerir mejoras. Esta ciencia humanística maneja conceptos económicos, como productividad o coste-efectividad, y analiza
diferentes situaciones, como la demanda asistencial, los seguros, la
financiación, la remuneración del personal o la equidad, dentro de planteamientos
particulares y del sistema de salud (gestión económica de hospitales privados y
de centros sanitarios públicos), sin excluir análisis comparativos de los
diferentes sistemas.
Un importante apartado de la economía de la salud es la farmacoeconomía.
La economía aplicada al consumo de fármacos tiene una indudable relevancia. Dicho consumo deriva de la prescripción médica y conlleva el lógico gasto
farmacéutico. Una preocupación en los últimos tiempos para políticos y gestores
de la sanidad, que ha llevado a varios recortes en la financiación de
medicamentos, a través de tres planteamientos clave: 1) ¿qué enfermedades se
tratan?, 2) ¿cómo se tratan?, y 3) ¿cuál es la mejor forma de tratamiento?
Pero en economía de la salud, los resultados económicos no pueden
desligarse de los clínicos y humanísticos. Es comprensible el objetivo de tratamiento
al menor coste posible (efectividad), limitando el número de intervenciones
(pruebas diagnósticas y aplicaciones terapéuticas) y el consumo de recursos materiales, estableciendo prioridades.
Sin embargo, ha de procurarse también el mejor resultado (eficacia). La consecución
de eficiencia y eficacia sería entonces el ideal. Finalmente, los resultados humanísticos obligan
a diferenciar cada paciente (“no hay enfermedades, sino enfermos”),
considerando su esfera psíquica y tomando en consideración la calidad de vida
obtenida con intervenciones y tratamientos, procurando no provocar más daño que
beneficio (prevención cuaternaria: “primum non nocere”).
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