Trabajar como médico general o de
familia y no poder ejercer como tal es desmoralizador. Me explico. Tener una
plaza en el sistema público de salud y estar obligado a realizar actividades
inútiles, incluso contraproducentes, en lugar de las sanitarias que redundan en
un beneficio individual y comunitario, es frustrante. El desempeño público no
debiera estar reñido con la autonomía decisoria del profesional.
Si la dolencia
prevalece sobre el paciente, obviando aquello de que “no hay enfermedades, sino
enfermos”, y que lo humanístico que entraña el noble desempeño de la ciencia
médica -que también es arte- es totalmente despreciado en favor de los “procesos”,
introduciendo en la atención primaria un instrumento de gestión hospitalaria,
la esencia del médico de cabecera es aniquilada.
Mala cosa que el control del gasto sanitario se aborde con rígidas estrategias y frías imposiciones descentradas de lo humano, sin considerar circunstancias, particularidades y variables. Podrán alcanzarse objetivos numéricos, ciertamente, pero nunca se logrará la satisfacción saludable. Al final habrá ahorro en lo económico, pero con pérdidas en lo profesional y, por ende, en lo social. Además, la aplicación en el ámbito primario de la gestión por procesos (hospitalaria), es cuestionable, por su razón de ser centrada en el individuo y no en la enfermedad.
No nos engañemos, trabajar a gusto, con alegría y entusiasmo, es necesario para conseguir buenos frutos. En el caso del médico de familia, también con orgullo y sin complejos. Por el contrario, hacerlo a disgusto, malhumorados y con apatía, no puede llevar a nada favorable. Los profesionales de la medicina no son máquinas. En consecuencia, no debieran los gestores olvidarse del factor humano, indispensable para alcanzar las metas que se proponen.
Los robots pueden tocar música, pero les faltará alma...
Mala cosa que el control del gasto sanitario se aborde con rígidas estrategias y frías imposiciones descentradas de lo humano, sin considerar circunstancias, particularidades y variables. Podrán alcanzarse objetivos numéricos, ciertamente, pero nunca se logrará la satisfacción saludable. Al final habrá ahorro en lo económico, pero con pérdidas en lo profesional y, por ende, en lo social. Además, la aplicación en el ámbito primario de la gestión por procesos (hospitalaria), es cuestionable, por su razón de ser centrada en el individuo y no en la enfermedad.
No nos engañemos, trabajar a gusto, con alegría y entusiasmo, es necesario para conseguir buenos frutos. En el caso del médico de familia, también con orgullo y sin complejos. Por el contrario, hacerlo a disgusto, malhumorados y con apatía, no puede llevar a nada favorable. Los profesionales de la medicina no son máquinas. En consecuencia, no debieran los gestores olvidarse del factor humano, indispensable para alcanzar las metas que se proponen.
Los robots pueden tocar música, pero les faltará alma...
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Reflexión anexa: La gestión antihumana
El llamado Gerencialismo, la nueva gestión sanitaria iniciada en la década de 1980, se olvidó de los valores humanísticos de la medicina, convirtiendo a los médicos en meros proveedores de servicios. (*) Lo cual ha ido desvirtuando la esencia médica y dañando a los profesionales de la salud. Un error a corregir.
(*) Se habla de taylorismo en la gestión clínica, de organización del trabajo centrada en la producción, olvidando al productor como persona.
Gracias amigo, Jose Manuel, por recordarnos lo que no se puede perder: las bases eticas de nuestra profesión
ResponderEliminarSirve tambien para que no perdamos el norte en estos tiempos de "nieblas o tinieblas".
Aunque parezca que las palabras se las lleva el viento lo cierto es que tambien sirven que no nos sintamos "lobos solitarios".
Poco o nada se puede esperar de un país sin asentamiento ético, en el que quienes ostentan el poder supeditan lo humano a lo técnico. Imposible que se verifique un cambio benefactor sin que cambien las cabezas decisorias. Nada que no sepas, amigo Juan.
EliminarHumanos saludos.