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Siempre que volvíamos por la calle de San José, estaba el niño tonto a la puerta de su casa, sentado en su sillita, mirando el pasar de los otros. Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada para los demás.Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel mal viento negro, no estaba el niño en su puerta. Cantaba un pájaro en el solitario umbral, y yo me acordé de Curros, padre más que poeta, que, cuando se quedó sin su niño, le preguntó por él a la mariposa gallega:Volvoreta d'aliñas douradas... (*)Ahora que viene la primavera, pienso en el niño tonto, que desde la calle de San José se fue al cielo. Estará sentado en su sillita, al lado de las rosas, viendo con su ojos, abiertos otra vez, el dorado pasar de los gloriosos.
Platero y yo |
Platero y yo (elegía andaluza), más conocido de forma abreviada como Platero y yo, es una narración lírica de Juan Ramón Jiménez que recrea poéticamente la vida y muerte del burro Platero, dedicada “a la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles” y formada por breves capítulos que pueden considerarse poemas en prosa. En 1914 se publicó una selección de 63 capítulos [Platero menor], con un prólogo titulado “Advertencia a los hombres que lean este libro para niños”, por lo que la obra fuese erróneamente encasillada en el género de la literatura infantil. En 1917 se publicó la edición completa, compuesta por 138 capítulos, quedando claro que Platero era un texto adulto.
Pon música a Platero, por Eduardo Inestal
El guitarrista Eduardo Inestal nos habla de la Suite Platero y yo, de Eduardo Sáinz de la Maza, y nos deleita con su interpretación.Releyendo a Platero, por Rocío Anton Cortés
La infancia contemplada con una enorme ternura; la pobreza, la enfermedad, la injusticia…
Tres etapas diferenciadas en Juan Ramón Jiménez. «Hay unos primeros años modernistas, con claras influencias de Bécquer o Rubén Darío, entre otros; otra etapa mucho más cercana a la poesía anglosajona; y una última más depurada si cabe, próxima al conceptismo, la reflexión y la filosofía. El poeta reelaboraba de una forma histérica su propia producción, por su carácter neurótico. Podemos encontrar hasta cuatro versiones diferentes de un mismo poema. [Luis Alberto de Cuenca]
Se caracteriza por un ansia total de perfección y un absoluto subjetivismo, especialmente en sus últimos libros, más intelectuales y abstractos. Toda su poesía gira en torno al “yo” del poeta, al que llega a identificar con un dios, un creador que da sentido a la existencia. [Apuntes de lengua, Pep Hernández]
En Historia de la literatura española (19ª ed., 1977), de José García López, leemos: «En este supremo afán de arte [de búsqueda de belleza absoluta] se halla la raíz de la escasa densidad humana de su obra, producto de un espíritu egocentrista. (...) a veces echamos de menos aquella intensa vibración cordial, aquella sensación de vida cálida que nos transmiten los versos de Unamuno o Antonio Machado». [Dejando aparte su delicioso libro en prosa poética Platero y yo.]
Su ideario poético lo expresa en su obra, por ejemplo en el «Madrigal» de Platero y en poemas (“Vino, primero, pura”) y aforismos. Juan Ramón Jiménez encarnó en España la poesía pura (en Francia, Paul Valéry); posteriormente, Jorge Guillén.
Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1956.
La relación de Juan Ramón Jiménez con los poetas del 27 es la del maestro que acabó repudiado por sus pupilos.
“El mejor de los malos poetas”, dijo una vez Juan Ramón Jiménez de Pablo Neruda, cuyos versos no soportaba, así fueran de trasfondo romántico, metafísico o militante. En términos muy generales, uno defendía la “poesía pura” y el otro el “compromiso del escritor”.
Yo sé bien que él tenía, con las ideas que él creía mejores, un ideal limpio, sin más sangre en él que la suya. Y esta sangre generosa lo dejó sin ella exangüe en el sitio de su ideal. Y se sumió en la tierra a mejorarla. Si su muerte, y las otras como la suya, no nos mejoran, ¿de qué sustancia miserable somos?
Juan Ramón Jiménez (1903), Joaquín Sorolla |
Primera antología poética (1917)Segunda antología poética (1919)Tercera antología poética (1946)
- Para mí no existe más que la belleza.
- Arte es quitar lo que sobra.
- Poesía, instinto cultivado.
- La poesía, principio y fin de todo, es indefinible.
- “El encanto, el misterio y la intensidad”, los tres sustantivos que yo le pido siempre a la poesía.
- La poesía…, esta eyaculación –¡qué deleite!– del espíritu.
- Para que la poesía sea lo que nosotros queramos, el verso libre, blanco, desnudo; para que sea lo que ella quiera, el consonante, el asonante, la medida y el acento exactos.
- Hay que ser a una, poeta, artista y crítico.
- Desconfiad de la poesía que, para gustar, tiene que ser analizada.
- No comprendo más que una crítica, la autocrítica.
- Alentar a los jóvenes; exigir, castigar a los maduros; tolerar a los viejos.
- Somos andarines de órbitas.
- No podemos llegar a fin alguno, ni, claro es, a nosotros mismos.
- Mi mejor obra es mi constante arrepentimiento de mi obra.
Ideolojía |
Su interés por simplificar la ortografía obedecía a la idea de que se debe escribir como se habla, y, por ello, propuso un mayor acercamiento entre fonemas y grafías: reducir las parejas de consonantes como «ns» a «s» («La trasparencia, Dios, la trasparencia»), «pt» a «t» («setiembre»), omitir consonantes implosivas mudas como la «-h» en «oh» y simplificar la dualidad «j/g» («¡Inefable Giralda, gracia e inteligencia, tallo libre!») y «s/x» («¡Qué frío! Pan y agua sobre el banquillo verde de los "espulsados"») ajustándola a la realidad sonora del español hablado.
Animal de fondo, me dice un amigo, es un libro desconcertante. No lo creo, le he respondido. Es un libro que está en línea, dentro de la evolución lógica de la poesía juanramoniana, un libro presagiado por la obra anterior. (...) Una primera palabra en un primer poema. La palabra es «trasparencia». Trasparencia del dios-poesía, a través del cual el mundo se hace visible; trasparencia que deja conocer los objetos en su forma precisa. (...) demuestra la capacidad de concentración en un tema y la incomparable (tal vez Lope de Vega sería el único posible punto de referencia) maestría verbal del autor. Pues, en suma, este libro es una serie de variaciones sobre el problema fundamental de la lírica juanramoniana: la fusión del poeta con la poesía. (...) Esta poesía «inactual» no dice las cosas directamente: las sugiere en un chisporroteo de evocaciones e invocaciones coincidentes en cuya entraña destella «lo mágico esencial». (...) Así, cuando rememora el antiguo «Dios está azul», sirviendo de contrapunto a la imagen de cielo y mar, el recuerdo de Moguer hace sentir cómo se agolpan las memorias y cómo respaldando el panteísmo actual está el latido de una oscura identidad con el dios deseante, sentida desde el remoto pasado.
La pedagogía era en Francisco Giner la espresión natural de su poesía lírica íntima… Verlo entre los niños, con los desgraciados, con los enfermos, los ladistas del camino mayor en suma, era presenciar el orden natural de la belleza: el correr de un agua, el brotar de un árbol, el revolear de un pájaro… Quien llegaba a él salía mejorado en algo y contento del todo.
Juan Ramón Jiménez |
Cuando Juan Ramón Jiménez tenía diecinueve años, a su vuelta de Francia, era un escritor que creía que sufría una enfermedad, y en realidad la tenía, se llamaba hipocondría. Cuando volvió a Madrid, sus amigos, y sobre todo el doctor Luis Simarro, hicieron las gestiones para que le dejaran alojarse en el Sanatorio del Rosario. En sus habitaciones, un dormitorio y una salita, se estableció como en un hotel, porque “no toleraba los ruidos de Madrid”, y llevaba una vida retirada. Lo denominó él mismo como el “Sanatorio del Retraído”, cultivando una imagen –muy a la moda del malditismo imperante– de poeta enfermo de melancolía y de idealismo que cuida los signos que lo distinguen de la vulgaridad del ambiente.
Aunque Juan Ramón Jiménez ha sido definido como fóbico de la muerte, obsesivo, siempre hipocondríaco, hondamente melancólico y narcisista patológico, en este artículo nos centraremos solamente en sus vivencias infantiles, su melancolía, su tendencia al aislamiento social, su hipocondría y fobia a la muerte.
Juan Ramón Jiménez (1916), Joaquín Sorolla |
José Manuel, puedes complemetar este precioso artículo con una recopilación de Platero y Yo, contenido en la obra inédita de Eduardo Inestal (Guitarrista), del que te hablé en una ocasión.Ha editado un nuevo CD titulado La Guirarra de Burgos en la que incluye a maestros de la talla de los hermanos Sainz de la Maza (Eduardo y Regino) así como Antonio José. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por la información, Inestal. Dejo el enlace al artículo correspondiente y a la interpretación que supongo que es a la que te refieres.
EliminarUn abrazo.