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viernes, 23 de mayo de 2014

Estrategia en policonsultas

—¡Ay, doctor!, hoy vengo con muchos problemas... 
—A ver, señora Adela, vaya diciéndomelos todos. 
La consulta diaria de un médico general, rutinaria y a la vez única, es totalmente ajena a lo que los gestores conciben desde sus tranquilos y cómodos despachos. Ellos establecen fríamente objetivos economicistas (determinados por teóricos pactos anuales, denominados “acuerdos de gestión”, que supuestamente pretenden la calidad asistencial), sin tener para nada en cuenta la actual complejidad de la jornada ordinaria de un médico de familia. Ellos marcan isócronas fijas (5-7 minutos), con la rigidez de una cadena de montaje, sin considerar la variabilidad e ignorando los fundamentos de la comunicación médica; sus diseños técnicos no conciben la afectividad humana. Ellos suponen un problema (un “motivo de consulta”) por usuario/paciente, una única cuestión por consultante en cada cita, sea propiamente médica o burocrática. Ellos no contemplan en sus esquemas que un individuo pueda acudir con varios motivos de consulta; no conciben, o no quieren concebir, la realidad de las policonsultas. Y mientras tanto, el médico de cabecera, ha de enfrentarse a muchos usuarios y pacientes con demasiados problemas (incluidos motivos de consulta nimios o banales e incluso peregrinos), a muchas personas que requieren múltiples respuestas. 

La actividad asistencial resulta a menudo agotadora.


Compruebo que esta problemática nuestra no es privativa; también se cuecen habas en otros lares ("4 problemas"). Sí. Un día cualquiera: cuatro problemas. Pues con el ejemplo de esta policonsulta, de indiscutible complejidad, uno puede preguntarse cuál es la mejor forma de abordaje: ¿que el paciente exponga sus motivos de consulta uno a uno y el médico les vaya dando respuesta, o que aquél los exprese todos de entrada y después éste los priorice? La experiencia aconseja la segunda opción, porque permite una mejor estrategia terapéutica en un tiempo limitado (sin que se haya establecido límite a las policonsultas); es decir, una adecuada gestión del tiempo dirigida a la eficacia: resolver lo importante y, si es posible y conveniente, demorar lo irrelevante. Aunque centrarse una y otra vez en lo fundamental, después de filtrar lo banal y, sobre todo, sin equivocarse, no es tarea fácil; supone un continuo esfuerzo y un psíquico desgaste.

Como complemento, y con el propósito de ayudar a agilizar las policonsultas (sin detrimento de la calidad asistencial), me parece oportuno recuperar un esquema propio sobre decisiones en atención primaria.


Y para acabar sonrientes, un poco de humor: Cantinflas en una consulta médica...

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