He aquí una reflexión dramatizada sobre la consulta médica telefónica, hace poco implantada en la Atención Primaria del sistema público de salud. Sí, sólo en el primer nivel asistencial, que no en la Atención Especializada u hospitalaria.
Se anunció a bombo y platillo, sin
explicar sus limitaciones…
—Podría explicármelo, doctor Telesforo, que
no sé bien de qué va la cosa –le preguntó una usuaria del servicio de salud.
—Verá, señora Felicia, el paciente solicita cita telefónica y el médico de
cabecera tiene que llamarlo a la hora prevista.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—En principio nada. Al contrario, se
pueden evitar desplazamientos innecesarios, lo que beneficia sobre todo a los habitantes del medio rural. Pero…
—¿Pero qué?
—Iré por partes. Primero, en la agenda del
médico, o sea, en la lista de pacientes, figuran estas consultas... digamos que a distancia,
de manera aleatoria (una aquí y otra allá), no agrupadas.
—¿Y?
—Pues verá, señora Felicia. Trabajando
sin auxiliar, no se necesita un gran esfuerzo para que me imagine a mí, o a
otro galeno, haciendo la llamada correspondiente mientras otros pacientes, con
citas presenciales, aguardan en la sala de espera.
—Pues que esperen, doctor Telesforo. Que
tengan paciencia, que yo también la tengo cuando me toca esperar.
—Ya, ya. Pero la gente puede pensar que su médico
está ocioso, o que se ha quedado dormido, porque tarda en llamarlos. ¡Vaya
usted a saber lo que pensarán algunos!
—La gente no es tan mal pensada. Bueno, yo no creo que lo sea.
—Hay de todo, señora Felicia…
—Entonces, ¿piensa usted que la consulta
telefónica no es buena?
—No, no quiero decir eso. Me explicaré con claridad. La consulta
telefónica sólo es adecuada para dos cuestiones: renovar recetas electrónicas
de enfermos crónicos y resolver una duda concreta.
—¿Para nada más, doctor Telesforo?
—Pues no. Por teléfono es imposible hacer una exploración; ni siquiera inspeccionar la
cara del paciente. Decidir sin verlo tiene demasiado
riesgo, señora Felicia. Créame. La consulta telefónica no puede suplantar a la ordinaria, con médico y paciente frente a frente.
—Tiene usted razón, no había caído. Para otras cosas tendrían que tener los médicos facultades adivinatorias. Cuando pida una consulta telefónica será para recetas o para que me aclare alguna
duda. ¿A cualquier hora, no?
—Sí, puede pedir para cualquier momento;
dentro del horario, claro. Pero en mi opinión los usuarios de este tipo de
consulta deberían estar agrupados en una franja horaria determinada, para
evitar suspicacias e interferencias.
—Usted conoce mejor su trabajo y ahí no
me meto.
—Si yo le contara las anécdotas con estas
consultas donde ya han empezado. Si yo le contara, señora Felicia.
—Cuénteme, cuénteme, doctor Telesforo –dijo
la paciente con humana curiosidad.
Y el galeno le fue refiriendo a la paciente anécdotas e informándole de llamadas improcedentes y peregrinas que superaban lo anecdótico. Algunos no cogían el teléfono, aun reiterando la llamada. Otros abrían la puerta de la consulta porque se habían equivocado al pedir cita y estaban presentes en la sala de espera. A veces entraba el contestador automático, invitando a dejar un mensaje o informando de que tal número telefónico no existía. En ocasiones salía un familiar y decía no saber nada del paciente en cuestión. Otras preguntaban por decisiones o por "errores" de especialistas hospitalarios (con los que no había posibilidad de consulta telefónica). También solicitaban información sobre trámites administrativos, como renovar la tarjeta sanitaria. También llegaron a pedir por teléfono la baja laboral o el justificante de ausencia, siendo imposible constatar la incapacidad. Incluso habían preguntado por el horario de autobuses en la zona del centro de salud. En fin, mil y un asuntos generados por la teleconsulta para esclerosar las arterias más flexibles.
Y el galeno le fue refiriendo a la paciente anécdotas e informándole de llamadas improcedentes y peregrinas que superaban lo anecdótico. Algunos no cogían el teléfono, aun reiterando la llamada. Otros abrían la puerta de la consulta porque se habían equivocado al pedir cita y estaban presentes en la sala de espera. A veces entraba el contestador automático, invitando a dejar un mensaje o informando de que tal número telefónico no existía. En ocasiones salía un familiar y decía no saber nada del paciente en cuestión. Otras preguntaban por decisiones o por "errores" de especialistas hospitalarios (con los que no había posibilidad de consulta telefónica). También solicitaban información sobre trámites administrativos, como renovar la tarjeta sanitaria. También llegaron a pedir por teléfono la baja laboral o el justificante de ausencia, siendo imposible constatar la incapacidad. Incluso habían preguntado por el horario de autobuses en la zona del centro de salud. En fin, mil y un asuntos generados por la teleconsulta para esclerosar las arterias más flexibles.
El médico-teclista convertido en telefonista...
Comunicando – Arturo Millán
Importante que en cualquier clínica se tenga una agenda medica para que asi no haya ningún contratiempo en el momento de otorgar citas al paciente por lo cual comparto el siguiente link el cual direccionara a un software de Para que sirve el agendamiento de médicos?
ResponderEliminarEn nuestro servicio de salud la agenda se ve a menudo alterada, ya por citas forzadas o por movilización urgente (en este caso suelen asignarse pacientes a otros profesionales, solapándose unas citas con otras). Un problema.
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