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domingo, 20 de marzo de 2016

Para la isla desierta: Sinfonía "Pastoral" de Beethoven


Tocar una nota equivocada es insignificante. Tocar sin pasión es inexcusable.
Ludwig van Beethoven

La Sinfonía n.° 6 de Beethoven es una de las primeras obras sinfónicas que me adentró en el mundo de la música clásica. Y de hecho el primer disco que compré fue una grabación de esta obra, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de Josef Krips, en una edición muy barata que además estaba de saldo. Es una singular composición evocadora de la naturaleza, que en su sereno discurrir, no exento de momentos de pertinente ímpetu, lleva el inequívoco sello beethoveniano. Beethoven solía dar paseos por el campo y es indudable el influjo de su entorno natural como fuente inspiradora de su Sexta Sinfonía "Pastoral". La música basta por sí sola para hablarnos, sin necesidad de palabras, y no precisa un gran esfuerzo para apreciarla. Pero me parece interesante añadir a este preámbulo un párrafo de un comentario ajeno, donde se desgrana cada movimiento de la sinfonía, que tal vez nos ayude a paladear mejor sus hermosísimas sonoridades. 
Esta sinfonía es una de las más espléndidas obras de música programática que jamás se hayan escrito. Decimos espléndida porque no sólo provoca en el oyente una impresión visual (los paisajes son evocados de una manera clara ante nuestra imaginación) sino también porque Beethoven hace participar al oyente en su profunda experiencia emotiva. Según nos indica el autor al empezar su partitura, quiere que esta sinfonía sea "más que una descripción, una evocación de sentimientos", dejando que el propio oyente descubra por sí mismo las secretas alegrías contenidas en la música. Pero, al mismo tiempo, pone al principio de cada movimiento un título descriptivo. Considerando la obra en su totalidad y teniendo presente el propósito de Beethoven podemos afirmar que la consistencia, variedad y fuerza de esta música procede de alguien que permaneciendo en constante comunicación con la Naturaleza, ha llegado a conocer los secretos de su movimiento, de su reposo y relajación y que, a pesar de la violencia de sus tempestades, sabe que ella representa la paz y la felicidad.
Deleitémonos, pues, con esta pieza magistral, portentosa, sublime, única, nacida del genio de Ludwig van Beethoven (1770-1827), un compositor revolucionario que transformó la música europea, y de su amor a la naturaleza, en una interpretación que, a pesar de su antigüedad, suena muy bien y que me parece magnífica: la de Josef Krips dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Londres; tuve esa grabación en disco de vinilo, el primero que compré de música clásica (y si quieren, escuchen las grabaciones señeras de Otto Klemper-Philharmonia y Bruno Walter-OS Columbia).

*** 
Y por llevar, también nos llevaríamos de Beethoven otras sinfonías (la 3ª "Heroica", la  –con sus cuatro famosos "golpes del destino"–, la  –"apoteosis de la danza"–, la 9ª "Coral"), algunas sonatas para piano, el Fidelio, la Misa solemnis... La calidad de la producción musical de Beethoven es inmensa; podemos imaginar al gran compositor concentrado en su faceta creadora, ausente de lo que le dijeran, de tal modo que el mundo quedaba aislado de su espíritu sublime.

Patobiografía beetoveniana.- Ya la hemos reseñado en el apartado correspondiente de «Grandes compositores y desequilibrio emocional». Beethoven comenzó a sufrir una hipoacusia progresiva a los veintiséis años, que ha sido tipificada de otosclerótica conductiva. Además, se le achacaron múltiples padecimientos mal documentados (tuberculosis, fiebre tifoidea, sífilis, enfermedad de Crohn, etc.), siendo el compositor que más bibliografía médica ha generado. Se ha señalado como causa de su muerte la cirrosis –complicada con una pulmonía–, aunque no parece haber sido un bebedor en sentido estricto.

Ludwig van Beethoven

La música es una revelación más elevada que toda sabiduría y filosofía.
La música es el mediador entre la vida espiritual y sensual.

Ese sordo genial que escuchaba el infinito.
Victor Hugo, definiendo a Beethoven

Me postro ante el gran Beethoven, pero no lo amo*. Desde el punto de vista de la historia de la música, no dudo de su importancia, pero me mantengo firme contra la noción de tocar todas sus obras con el mismo entusiasmo. Su genio y poder creativo se manifiesta desde su Tercera Sinfonía en adelante.
P. I. Tchaikovsky

[*Sin embargo, creo que Tchaikovsky estaba imbuido por la Quinta Sinfonía de Beethoven: basta atender a los finales de su propia Quinta y del III movimiento de la Patética.]

2 comentarios:

  1. Grandísima obra y grandísima interpretación querido Jose Manuel. Gracias.

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    1. Esta interpretación de Walter es la que más me llena, amigo Julio, junto con la de Cluytens y la Filarmónica de Berlín.

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