Leyendo la declaración de renuncia de la doctora Mónica Lalanda a su contrato en su servicio de salud (una de las diecisiete partes del presuntamente cohesionado Sistema Nacional de Salud), experimento una sensación de tristeza por su agotamiento profesional y a la vez de júbilo por su valentía personal. Su justificación está sustentada en lo que (casi) todos desde el nivel primario de salud sabemos y en general callamos: "la explotación laboral sangrante y despiadada, la esclavitud de un sistema sanitario absurdo que trata a sus profesionales como basura, un sistema con médicos de primera que viven a costa de médicos de segunda...". Más acuciante en su caso por la "inseguridad laboral del trabajo en Urgencias, el maltrato y la indignidad, el agotamiento, la estupidez, el despotismo, el abuso, la mala organización, la falta de planes a medio y largo plazo, la carencia absoluta de solidaridad y profesionalidad...". Y esta valiente declaración, como otras de explotación laboral (v. gr. la estival expuesta AQUÍ) me hace reparar en aquel sanitario clamor emitido desde aquí y en un tuit propio reciente:
@OMC_Espana @jrsendin Desgraciadamente, hay compañeros que critican las legítimas reivindicaciones y propuestas de mejora que hacen otros.— José Manuel Brea (@xoselbrea) 20 de julio de 2016
Día a día se puede constatar en el ámbito sanitario de la atención primaria que cada cual va a lo suyo, egoístamente despreocupado de los problemas ajenos (incluso despreciativo de lo que no le afecta) y temeroso del que manda (como en otro tiempo que parecía olvidado). En un comentario se puede leer: "Es lo que merecemos"; supuestamente por tragar y callar. No se puede seguir así, aguantando lo indecible, esquivando los problemas más sangrantes y ocultando la cabeza debajo del ala. No. Es hora de decir "¡Basta!", pero de verdad.
Muchas gracias por la entrada, me siento acompañada
ResponderEliminarUn abrazo
Mónica
Creo que no hay que callar. Es lo mínimo que se debe hacer.
EliminarTe doy todo mi ánimo.