Una consulta médica telefónica:
-¿El señor Preocupado?
-Sí soy yo, ¿quién es usted?
-El doctor Precavido. Es que no está su médico.
-¡Ah, vale! Quiero que me recete Metamizol en ampollas bebibles.
-El Metamizol en ampollas es inyectable, no para beber.
-A mí me lo suele recetar mi médico.
-Yo le aconsejo que, si lo necesita, lo tome en cápsulas, que es la presentación adecuada por vía oral. Es una dosis menor, igualmente efectiva y con menor riesgo. ¡No sé si mi explico!
-Pues yo quiero las ampollas, para cualquier dolor fuerte...
El doctor Precavido comprueba que el médico de ese paciente tiene pautado Metamizol en ampollas de forma crónica. No pretende indagar razones que supone; pero, obstinado, insiste en la presentación más adecuada y en los riesgos. Al final, acaba emitiendo una receta, ante la insistencia del señor Preocupado y en las particulares circunstancias que entraña una consulta telefónica.
Hemos de evitar en lo posible dañar al paciente cuando prescribimos un tratamiento. Pero no siempre tenemos las cosas fáciles al no poder decidir en las mejores condiciones. Lo sabemos de hace tiempo y lo seguimos callando. Son muchos los factores que condicionan las decisiones médicas. Un condicionante es la consulta médica telefónica mal aplicada. Otro es el paciente perversamente empoderado; amainaron los vientos de borrachera consumista de fármacos y amenazas, en que los centros de salud parecían mercados o bufetes de hotel "todo incluido", pero vinieron otros vientos con protocolos turbios.
Médico funcionarizado + Paciente empoderado (en Sistema Sanitario anquilosado) = conflicto garantizado. #SistemaSanitario— José Manuel Brea (@xoselbrea) 3 de agosto de 2015
The Sidewinder (La serpiente de cascabel) - Lee Morgan
No hay comentarios:
Publicar un comentario