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lunes, 19 de abril de 2021

Cuando el silencio dice más...

Silencio y comunicación

A veces dice más el silencio que una larga explicación.

Hay momentos en la vida de un médico en que ya no valen las palabras, en que todo cuanto dices al enfermo suena estéril... Instantes en que las palabras ya no expresan lo que tú sientes, o cuánto sientes tú lo que dice sentir el otro, quien te habla, quien se desahoga contigo, quien vuelca en ti sus dolores y dolamas, las penas que le laceran el alma, el miedo que lo acongoja, el insomnio que lo desvela, el cáncer que lo corroe, el hijo que lo atormenta. Tus palabras de consuelo –inútiles, hueras y técnicas– se pierden en sus oídos como guijarros arrojados a las olas; como el trino de los pájaros entre el ulular del viento. Sí. 

Hay momentos en que las palabras sobran, en que se hace imprescindible un gran silencio; momentos en que tu mano de médico, tocando la otra mano, la de quien te habla, es más precisa que cualquier discurso, más necesaria que cualquier consejo.

—Doctor, no se lo tome usted a mal; pero aunque fuese un ratito quisiera que tuviese usted estos dolores.

Y es cierto que hubo momentos en que yo me tomaba a mal estas salidas de los pacientes, y me molestaban esas frases. Entonces yo era joven y altanero, con la escasa sabiduría de quien sólo sabe lo que en la Facultad le enseñan, pero sin saber aún que nada más sabía. Y al no saber que no sabía, respondía a los pacientes con demasiado desparpajo: 

—No necesito ser diabético para recetar insulina —les decía yo—. No necesito tener una úlcera de estómago para recetar bicarbonato...

Pero, aunque no lo supiera entonces, yo estaba muy equivocado. Porque sí: hace falta tener una úlcera para recetar el bicarbonato con cariño. Y sí: hace falta ser diabético para entender que los pinchazos de insulina son molestos, y que no todas las agujas son iguales. Y sí: hace falta una biopsia de tu propia próstata para entender el miedo al cáncer del paciente, su pudor al tacto rectal, al toqueteo impersonal de un guante frío, de la vaselina sobre el ano dilatado. Y sí, sí, sí: hace falta un colonoscopio dentro de tus propias tripas para saber de la vergüenza de ventosear en público sin poderlo remediar, de que tus pedos estallen ante el colega que te atiende, ante la enfermera joven que vigila tu gotero. Y sí, mil veces sí: hacen falta los golpes de la vida para entender las miserias de la gente

Este texto es buena parte de El poder de los silencios,  una reflexión del Dr. Juan M. Jiménez Muñoz. Y a nosotros nos suscitó un pensamiento que, de modo parecido, ya habíamos dejamos reflejado en la entrada El médico enfermo.

Cuando el médico es paciente, su percepción cambia; y puede que alguno pierda su engreimiento y se vuelva más compasivo... Nos puede valer de ejemplo el protagonista de la película “The Doctor”, un médico frío y distante, al que le diagnostican una enfermedad grave; al verse en el papel de paciente y sufrir lo mismo que sus pacientes, entonces, sólo entonces, los comprende. 

The Sound of Silence, Simon & Garfunkel
***
Si rey fuera, instituyera
cátedras para enseñar
a callar.
Lope de Vega

AFORISMOS SOBRE EL SILENCIO [y Callar]
  • Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras. (Shakespeare)
  • El silencio es el único amigo que jamás traiciona. (Confucio)
  • La palabra es plata y el silencio es oro. (Refrán)
  • Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio. (Proverbio indio) [Var.: No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio.]
  • Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo. (Beethoven)
  • A veces, el silencio es la peor mentira. (Unamuno)
  • El hombre se revela en la conversación no sólo por lo que dice, sino por lo que calla. (S. Zweig)
  • Saber callar es la única sabiduría. (L. van Brabant)
  • Con la palabra, el hombre supera a los animales, pero con el silencio se supera a sí mismo. (Paul Masson)
  • Quien calla otorga. (Refrán)
  • El silencio puede dañar o reconfortar.


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