Fuente: Redacción médica |
El saber y la razón hablan; la ignorancia y el error gritan.
Del artículo del Dr. Federico Relimpio «La agresión en sanidad pública: la acción necesaria», suscitado por un nuevo ataque a un trabajador sanitario público, extraemos algunas jugosas reflexiones:
La agresión al trabajador sanitario comparte mucho con la perpetrada a cualquier trabajador público... El fenómeno va en ascenso, las cifras cantan. Pero sobre todo la agresión de baja intensidad, la amenaza velada o la simple falta de respeto que no tendrá recorrido penal. De hecho, apenas la tienen agresiones de consecuencias más severas. Sin embargo, el impacto lo tiene, y mucho, en la vida emocional del médico, el enfermero, el celador o el administrativo.
Este clima es espantosamente real* y solo se parece —a distancia— al infierno de décadas que sufren tantas mujeres maltratadas.
La ola de jubilaciones, la depresión y la ansiedad, la emigración y la búsqueda de destinos más cómodos han mermado la trinchera. La política de RRHH en Sanidad Pública ha ignorado todos estos aspectos; hasta cubrir una baja se está convirtiendo en misión imposible
Participo de una comunidad profesional exhausta que pide a los poderes más protección contra la agresión... Sin embargo, nada se va a conseguir si como sociedad no cala el problema de que, con la agresión continuada de “baja intensidad”, peligra el sistema sanitario.
Y añadimos una nota y comentarios propios:
*Un clima inimaginable cuando además de derechos había deberes.
El estrés social y la frustración son detonantes de agresividad. La alta prevalencia de trastornos de ansiedad refleja ese estrés; una gran ola de infelicidad, la frustración. Y la hostilidad consecuente irrumpe a menudo en centros sanitarios.
Hoy el ciudadano-agresor enarbola la bandera pirata del «cuando, como y donde quiero» y blande su lengua lacerante contra un servidor público que, al parecer, no tiene derecho a nada... [En esta época coronavírica se calientan aún más los ánimos: «...intervención policial para salvaguardar a enfermeras».]
Pero los tiempos mudan, y cuando disminuya significativamente el preciado capital humano que suponen los sanitarios, disminuirá la oferta. Entonces bajará muchísimo la demanda, se amansarán las aguas y quienes sobredemandaban se morderán la lengua. Mientras tanto, el riesgo para los profesionales seguirá siendo alto. Cualquier sanitario puede ser víctima de una agresión.
La consagración de la primavera: «Glorificación de la elegida», Igor Stravinsky
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¡Esta entrada no es una inocentada del 28 de diciembre!
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