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miércoles, 30 de abril de 2014

Sin intención antiburocrática sanitaria

Flying Fish

La primera medida antiburocrática en un Sistema Nacional de Salud es eliminar todo obstáculo entre sus diferentes espacios territoriales (en nuestro caso comunidades autónomas), establecer un sistema operativo común que permita compartir la información y facilitar la continuidad del tratamiento, independientemente del lugar don de se viva, al menos dentro del territorio nacional. Lo contrario es establecer barreras que provocan perjuicios a los ciudadanos, directa o indirectamente, entorpecimiento de la labor asistencial de los profesionales sanitarios y, por encima, aumento del gasto sanitario por duplicidades y/o complicaciones derivadas de la carencia de información oportuna.

Es triste leer: “El llamado Grupo Antiburocracia de Madrid (GAB) desapareció de la faz de la tierra hace varios años, harto ya de estar harto de darse (darnos) cabezazos contra la pared y del escasísimo seguimiento que tuvimos entre nuestros propios colegas, los -teóricamente- más interesados en que nuestras propuestas se convirtieran en normas de obligado cumplimiento”. Despareció el GAB como antes lo hizo la “Plataforma 10 minutos” (PT10), que pretendía un legítimo tiempo mínimo por paciente, como mandan las normas más elementales del ejercicio de la medicina y el mismo sentido común. Respecto a la PT10, en una entrevista a su coordinador, en 2011, éste manifestaba la reticencia de las administraciones sanitarias, o su indiferencia ante los problemas de la atención primaria.

La lucha en el nivel primario de salud es ardua y estéril, a menudo desmoralizadora.

En este espacio cainita en el que (¿por desgracia?) nos ha tocado vivir, cada uno va a lo suyo, sin un proyecto común, sin un mínimo de interés colectivo, sin una intención de mejora real, únicamente preocupado cada cual del bienestar personal y de su particular parcela de poder. Salvo gloriosas excepciones, claro. Por eso no preocupa ni interesa desburocratizar la Atención Primaria de Salud para hacerla más ágil, resolutiva y satisfactoria. Y puestos a elegir, prefiero una invasión racional (por cualquier colectividad ilustrada) que una chapucera soberanía de la estupidez, anuladora de la voluntad librepensadora y continuamente concretada en desgobiernos de hipócritas-dominadores-estultos-descerebradores. Prefiero inteligentes gobernantes extraños a autóctonos ineptos.

Basta ya de tanta estulticia. Sobran las palabras vacías. Hagan o dejen hacer quienes mandan, sin autoridad moral, a quienes saben emplear el sentido común. Todo es posible; hasta sobrevolar la estupidez, en sus diferentes variantes, y cambiar para bien. ¡Todo es posible! Existen los peces voladores...

Burocracia

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