Cuando el juez dictó su radical sentencia, mi mundo se vino abajo. Hasta sentí la cariñosa palmada de mi abogado como un sonoro reproche en la espalda. No había consuelo para quien entregara los mejores años a lo que más amaba. Ni la intención de apelar que mostraba mi letrado podía levantarme el ánimo. Me daba cuenta de que todo había concluido. E hice un rápido repaso existencial… Había logros personales y profesionales, una línea de felicidad apenas quebrada. Miles de intervenciones exitosas, agradecimiento de pacientes, reconocimiento de colegas, aplauso de ciudadanos. Y un día, por error –acaso por cansancio–, el bisturí cortó la arteria del paciente, que se desangró irremediablemente; fue inútil el intento de hemostasia. Mi carrera se había acabado (significaba la expulsión del Cuerpo de Cirujanos), y también mi vida… Es cuanto puedo decir, antes de administrarme la inyección letal que elimine mi sufrimiento.
De nuevo mis intentos de haiku se centran en siete sobre médicos especialistas. En la inmensa brevedad, he tratado de definir su actividad o resaltar algún rasgo característico de su particular quehacer, con un conveniente toque de humor.
Para el neurólogo
la neurona es el centro
de su universo. Es el psiquiatra
experto en los dementes
quien más loquea. El reumatólogo
lo articular estudia
sin quebrar nada. El traumatólogo
por dejar lo reumático
rompe una lanza. El otorrino
ante una disfonía
no se hace el sordo. El oftalmólogo
sabe ver la retina
con otros ojos. El ginecólogo
discrimina por sexo
mejor que nadie.
Y como colofón una canción en clave de humor: la canción del residente...
¿Bruckner? Un compositor al lado del cual los demás parecen asmáticos.
Hugo Wolf
Hemos hablado aquí de la importancia del sinfonismo de Anton Bruckner (1824-1896), señalando que de las nueve sinfonías numeradas la Cuarta y la Séptima son las más populares, que la Novena es considerada redonda, pese a la ausencia del movimiento final, y que la Octava llegó a ser calificada como "sinfonía de las sinfonías o cumbre de la sinfonía romántica". Confieso que tardé mucho en penetrar la densidad catedralicia de las sinfonías de Bruckner, acaso por no entregarme a una atenta escucha o por escuchar interpretaciones poco apropiadas. Y reconozco que acabé “enganchado” en ellas, y especialmente cautivado por la Sexta, no muy difundida pero de un lirismo arrebatador.
Pero la cuestión es elegir una sola, y en este momento mi elección no tiene duda: la Octava sinfonía (1887), aun por encima de la Novena y de la Séptima. Y con dolor al dejar la bellísima Sexta. Una inmensa obra que ha sido señalada como la cumbre sinfónica después de Beethoven. Sin entrar en valoraciones categóricas, es la que más llena mi espíritu a día de hoy. Y traigo para la ocasión un registro del afamado director bruckneriano Günter Wand con la NDR Sinfonieorchester (Orquesta Sinfónica de la Radio del Norte de Alemania). En particular el tercer movimiento, un maravilloso adagio (Feierlich langsam, doch nicht schleppend) que se eleva por encima de lo terreno. [v. Composiciones de Bruckner]
Advertencia.- En el vídeo hay un largo silencio inicial (50 segundos) y una tos molesta. Así que si quieren evitar este incordio, comiencen en 0:51. Dice un comentarista refiriéndose al segundo tema (6:05): "¿Puede haber algo más bello?" Y otro señala el minuto 24:01, hacia el final, donde las hermosas sonoridades se alzan ya a lo sublime. ¡Disfruten de esta extraordinaria música!
Los 4 movimientos de este concierto y sus enlaces:
Nota musicológica final: en general merece la pena el conjunto de sinfonías de Bruckner, siendo las más "populares" la Cuarta, Séptima y Novena. Pero también son dignas de atención la poderosa Quinta y la sosegada Sexta.
Patobiografía bruckneriana.- Ya hemos hecho un apunte en el apartado «Grandes compositores y desequilibrio emocional». En 1867, a los cuarenta y tres años sufrió una crisis nerviosa, posiblemente una profunda depresión, recluyéndose durante tres meses en una clínica de Bad Kreuzen, sin que se pueda asegurar la verdadera causa de su abatimiento psíquico. Un año después volvió a sufrir otro paroxismo nervioso y regresó al mismo establecimiento de reposo. Anton Bruckner murió de una pulmonía a los setenta y dos años.
Bruckner era un ser retraído, torpe, infantilmente ingenuo, cuya ingenuidad y sencillez casi primitivas se mezclaban con una generosa porción de astucia rústica. Bruno Walter
No sé por qué, o acaso porque todo sigue igual -por no decir que va a peor-, he vuelto la mirada hacia la Nueva oración de Maimónides intentando recrearla en verso. No sé si es solo un juego de palabras, tal vez sea una forma de acallar mi inquietud, pero necesito echarla al espacio para esparcir retazos de lo que se agita por dentro. Vaya pues sin más preámbulo mi sanitaria plegaria...
El autor del blog junto al
Monumento a Maimónides en Córdoba
SANITARIA PLEGARIA
A Juan F. Jiménez Borreguero
Con tantas dificultades sanitarias in crescendo, procurando combatir el dolor y el sufrimiento, deseando mejorar sin reducir el esfuerzo, creo preciso pedir, claramente y sin rodeos: Que con generoso espíritu tenga el temple necesario y atienda a todo paciente sin distinción de su grado. Que la salud no me falte en el oficio hipocrático y sepa comunicar sin el juicio mermado. Que tenga la mente lúcida para ejercer con agrado y no me perturbe nunca ninguna clase de obstáculo. Que escuche con atención a individuos aquejados y reconozca un error como haría el mayor sabio. Que los dolientes me vean como un ser humanitario y admita con humildad algo que estoy ignorando. Que pueda actuar sin prisas -con el juicio centrado- y resolver los problemas sin que me sienta agobiado. Que no se me penalice por prescribir bien un fármaco y se impongala cordura en el medio sanitario. Que impere la confianza con pacientes y usuarios y sea esencial principio el procurar no hacer daño. Que reciba adiestramiento de expertos y veteranos y trate de mejorar, día a día y año a año. Que siempre me encuentre libre de críticas o rechazos y sea humilde y honesto y humoroso y humano. Que consiga la concordia con los demás sanitarios y me motive el paciente: al cabo el beneficiario. Que con buena ciencia médica vaya curando o aliviando y me sirva el arte médico para acertar consolando. Y que se aprecie mi mérito -sin el talante endiosado- para lograr, sin fatiga, preservar el entusiasmo.
La medicina es mi esposa legal y la literatura mi amante. ANTÓN CHÉJOV
Consideramos médico escritor a
quien se dedica a la medicina y ejerce como escritor en el tiempo que no la
practica. Y escritor médico a quien al acabar la carrera abandona la medicina
para ganarse la vida como escritor profesional. Los médicos escritores entrarían en la categoría de "médicos humanistas", si bien debiera ser el ideal de todos los galenos abrazar las humanidades, de cara a un mejor ejercicio profesional y por la insuficiencia de la ciencia médica como único reducto del saber (en palabras de Letamendi: "Quien solo sabe medicina, ni medicina sabe"). De los escritores médicos no podríamos decir otro tanto, al no estar supeditados a un estricto horario laboral como aquellos. Y aunque la división entre médicos escritores y escritores médicos sea simplista, podemos darla por válida a efectos prácticos. Dicho lo cual, veamos a continuación algunos ejemplos significativos de unos y de otros.
Antón Chéjov no dudaba en sentenciar lo que encabeza esta entrada: “La medicina es mi esposa legal y la literatura mi amante”. Era un escritor que se había formado como médico. A diferencia de Chejov, Arthur Conan Doyle no trató de mantener a dos mujeres a la vez: tras diez años infructuosos dedicados a la medicina, abandonó esta para dedicarse a la literatura. Podríamos decir de él que dejó de ser médico para poder ser escritor, aunque no pudiese retirar de su cabeza aquello que había marcado la primera parte de su existencia. En otros no está clara la línea divisoria que los pueda definir como médicos escritores o escritores médicos. Y algunos, como Thomas Browne o Albert Schweitzer, fueron más allá: se adentraron en diversos campos del conocimiento y pueden considerarse verdaderos polímatas.
En 1876, tras completar su formación secundaria en Feldkirch
(Austria), Arthur comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Edimburgo.
Al mismo tiempo, obligado por los problemas económicos de la familia y la
degradación física y mental del padre, tuvo que desempeñar algunos trabajos
ocasionales para pagarse los estudios. Uno de esos empleos fue el de ayudante
del doctor Joseph Bell. Conan Doyle entrevistaba a los pacientes y
confeccionaba una ficha de cada uno de ellos para preparar la consulta; pero,
una vez en ella, quedaba maravillado al
ver cómo el doctor Bell obtenía, con tan solo mirar al paciente y sin que
mediara una palabra entre ambos, mucha más información de la que él había
conseguido con la entrevista previa. El experto médico adivinaba el oficio,
la procedencia, el número de hijos y parte del pasado de sus pacientes mediante
la observación y deducción. Gracias a su colaboración con Joseph Bell, Conan
Doyle aprendió a observar, a ejercitar la memoria y a seleccionar datos y
síntomas, así como a interpretarlos hasta dar con la enfermedad del paciente.
Con el doctor Bell comenzaba a cobrar cuerpo el personaje de Sherlock Holmes.
Esto ya lo señalaba el doctor José de Letamendi (1828-1897): "Para ser un buen médico son imprescindibles dos requisitos: capacidad de observación y no tener asco de nada". Elemental, mi querido Watson, que diría Sherlock Holmes...
Nota preliminar.- Esta entrada ha sido inspirada por Wikisanidad,
al proponer el tema “El paciente como
fuente de información y conocimiento en salud” en su apartado #CarnavalSalud.
El médico de familia se define a veces como el "especialista
de lo frecuente". Ciertamente, se enfrenta a muchos problemas frecuentes,
habituales o comunes, a los que debe dar una determinada respuesta,
resolviéndolos directamente o decidiendo la oportuna derivación al nivel
especializado, mediante una responsable toma de decisiones. Son
problemas agudos, cuya resolución no suele entrañar demasiada complejidad, o problemas
crónicos que suele saber manejar con mayor o menor acierto. Problemas que afectan
a un porcentaje significativo de la población, de los individuos de la
comunidad que atiende y que en otro tiempo lo han definido como médico general
o, mejor, médico de cabecera.
Y, sin embargo, el médico de atención primaria no puede
substraerse a otra realidad: la existencia de patologías o dolencias
infrecuentes o extrañas. Es decir, las denominadas propiamente enfermedades raras, de muy baja prevalencia. Son enfermedades de las que el médico del
primer nivel asistencial tiene escaso conocimiento, por no haberlas estudiado
(una evidencia justificada, no un reproche) o por no enfrentarse a ellas
durante su ejercicio profesional. Son enfermedades que ni los médicos de las
especialidades al uso conocen lo suficiente, porque además de "huérfanas" suelen afectar a órganos y sistemas
diversos; enfermedades que requieren una atención específica e integral, más
que una dificultosa ultraespecialización.Y en estas enfermedades raras, como en otras no raras pero
complejas,el paciente es nuestra
principal fuente de conocimiento.
Tanto es así, que en mi caso una paciente (miembro del selecto grupo de #admirablespacientes) me abrió la puerta
al conocimiento de las enfermedades raras: todas aquellas con una prevalencia menor
de 5 casos por cada 10.000 habitantes, que entrañan gravedad y riesgo de
invalidez crónica. Dicho de otro modo, me iluminó lo infrecuente. Y lo hizo a
través de su propia dolencia, que conocía perfectamente hasta el máximo
alcanzado por el conocimiento científico. Reconociendo mi ignorancia era supina,
su preciosa información me impulsó a indagar sobre el tema, y a editar en este
blog una serie de entradas sobre las enfermedades raras. En la primera
de ellas intenté revelar su mérito:
Tengo una paciente, y
amiga, que padece una de las ER: el Síndrome de Stickler. Se trata de una
colagenosis congénita y hereditaria, definida como artro-oftalmopatía (afecta
ojos y articulaciones), que presenta variantes. Su incidencia es de 1/20.000
nacidos vivos. Ella lleva su síndrome con una dignidad
encomiable. Admiro su valor y, al reconocerlo, me siento empequeñecido; en su
lugar creo que no sabría mantener su entereza. Afortunadamente, ha podido
someterse a varias intervenciones quirúrgicas y minimizar los efectos
devastadores en las articulaciones. Por supuesto, mi paciente de poético nombre
sabe más que yo de su enfermedad. Tiene sus momentos bajos, pero
sabe salir de “sus infiernos” y se mantiene esperanzada con los avances en el
estudio de su extraño síndrome. Transmite energía y aparenta salud, tal es su
hermosura externa e interna. Ahora busca apoyo en la Asociación Española de Stickler, un asidero en la oscuridad. Le deseo lo mejor.
Es un ejemplo significativo de lo que puede dar de sí la
información del paciente. Y el médico, admitiendo sus limitaciones, ha
de estar abierto a esa información que el paciente le proporciona con la humildad propugnada por Osler. Por
supuesto que no todos los pacientes nos transmiten información (“pacientes no activos” y niños pequeños) y, por otro lado, no toda la información transmitida por los “pacientes activos”
es útil. En consecuencia, hemos de ser comprensivos con los primeros y selectivos
con los segundos. Selectivos, e incluso precavidos, como al
manejar cualquier otro tipo de información. Pero más vale una mala información
del paciente que la total sequía de su valiosa fuente.
¿Y qué decir de las asociaciones de pacientes? Que sin duda juegan un
papel muy importante como organismos de asesoramiento y de información, y sirven además para darse mutuo apoyo. En cuanto
a las enfermedades raras, la agrupación de los asociados de cada patología en
una asociación concreta, como la Asociación Española de Stickler en el caso de nuestra paciente, les sirve a los afectados para compartir conocimiento,
para estar al día de los nuevos descubrimientos, para concienciar a la
población e incluso para actuar como grupo de presión. Y siendo pocos los miembros de cada
una de estas asociaciones les conviene federarse para unir fuerzas; en España se
ha concretado la unión en la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER).
Asociaciones y federaciones de pacientes son muy beneficiosas para ellos y sus familiares, pero también suponen una impagable fuente de información para
los profesionales de la salud.
Finalmente, y más allá de las enfermedades raras, hemos de señalar la comunicación con el paciente es esencial e incuestionable, teniendo
siempre en cuenta que primero es el enfermo y después la enfermedad.
Puede que su información no siempre sea útil, que debamos contrastarla yendo a
fuentes emisoras de evidencias científicas. Pero la comunicación directa que
entraña la relación médico-paciente es insustituible. No es la fría transmisión
de datos la que ha de favorecer el intercambio de información médica, sino la
calidez de la entrevista clínica en la que un verbo se impone: ¡escuchar! Es lo
deseable, aunque desgraciadamente no siempre posible en nuestro medio,
masificado o desprovisto de la necesaria intimidad. Escuchar activamente (‘‘La silla’’ del Dr. Marañón) y, por
añadidura, empatizar con el paciente, saber ponerse en su lugar: nuestro principal
objetivo, lo más útil para lograr la eficacia en nuestro diario quehacer. Un sueño...
Dream a Little Dream of me Ella Fitzgerald &Louis Armstrong
La ciudad más enorme puede ser pequeña y la pequeña aldea, un mundo inmenso. Aunque sea una expresión retórica, un juego de palabras, puede llenarse de sustancioso contenido. Lo importante no es el espacio abrumador; el microcosmos se impone al universo inabarcable. Decir es fácil y vivir no es sencillo... Yo digo, tú dices y él dice. O yo juego, tú juegas y él juega. Y se dice que los juegos triviales son cosa de niños; no por desprecio de lo infantil, sino en alusión a su simpleza. Pero el paraíso sin enredos poco dura, y progresivamente el juego se complica. ¿Quién no querría entonces, en la confusa y relativa maraña, volver a la inocencia precedente? El mundo empequeñece a los adultos, que añoran el rincón que de pequeños era un mundo. Aquel mundo de niños…
+«Érase una vez...». Así comienzan los cuentos infantiles, por eso incluimos este poema en este apartado de la infancia, aunque lleve un mensaje para adultos.
Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
*Es el primer poema puesto en boca de un niño (narrador infantil).
Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga,
ni yo iré a la escuela.
**Las moscas de la infancia le evocan al poeta todas las cosas. El propio Antonio Machado también evoca su infancia al comienzo de su poema «Retrato»: Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla... Y al final de su vida, en su exilio en Francia, escribió: Estos días azules y este sol de mi infancia, tal vez un verso para el comienzo de un poema que no llegó a componer.
***De nuevo Antonio Machado evoca la infancia, los niños jugando al corro y cantando «canciones ingenuas, / de un algo que pasa / y que nunca llega».
El
Dr. Juan F. Jiménez nos recuerda en su blog, “Humanismo Médico vs burocracia”, la importancia de las visitas a domicilio en la medicina de familia, por ser el mejor escenario donde se desarrolla el arte de la Medicina, hasta el punto de que singulariza la actividad del médico de cabecera. Es algo indiscutible. Y ahondando en esta cuestión relevante para un galeno comunitario, nos dice que “en la visita domiciliaria se produce el
acto -cargado de significado y simbolismo-en el cual el paciente, al mismo tiempo que abre las puertas de su casa abre también las de su intimidad”. También que “las visitas al paciente en su domicilio suelen resultar el acto médico mas fecundo”, por diversas razones que refiere. Así es, ciertamente, la atención domiciliaria como esencia de la medicina de cabecera (y por supuesto también de la enfermería).
No
obstante, se suscitan paralelamente dos cuestiones. Una, la del tiempo para
realizarlas, por la rigidez de las agendas y la sobrecarga asistencial. Otra,
el medio de desplazamiento para salvar las distancias, obligadas para realizar
muchas visitas domiciliarias (no siempre es posible ir a pie o en bicicleta). Respecto a esto último, hemos de decir a quienes
no lo sepan que, salvo ambulancias para la atención urgente, no hay
disposición de vehículo oficial en nuestro sistema público de salud para
realizar los desplazamientos necesarios para una atención ordinaria, programada
o demandada, a los pacientes que se hallan imposibilitados en su domicilio,
sobre todo encamados permanentes o enfermos dependientes. Hemos tratado reiteradamente el tema bajo la etiqueta “transporte domiciliario”. Nada se ha conseguido
hasta ahora, a pesar de las demandas de los profesionales sanitarios de
atención primaria. Es
por ello que me parece oportuno traer aquí un comentario suscitado en la
entrada que el Dr. Jiménez trata de la importancia de la atención médica domiciliaria.
No haré ninguna interpretación al respecto, pues creo que es suficientemente
explicativo. Que cada cual juzgue por sí mismo.
No
trabajo en asistencia sanitaria, mi mujer sí, en AP y NUESTRO coche ha sufrido
un accidente siendo usado AL SERVICIO de la institución sanitaria del SERGAS.
Hay algo evidente, por lo que hay que luchar por ser de derecho y que expongo
en los puntos reivindicativos siguientes:
1.-
El coche es un bien (en la mayoría de los casos) que pertenece a una SOCIEDAD
DE GANANCIALES y que, en mi caso, como en otros muchos, no tenemos por qué utilizar para los desplazamientos por no estar vinculados laboralmente al
servicio de salud y el facultativo tampoco está obligado a poner su patrimonio
(coche) como medio para realizar su trabajo por no estar contemplado ni en
contrato, nombramiento ni legislación alguna aplicable.
2.-
El argumento que normalmente esgrima la administración sanitaria es que existe
un COMPLEMENTO DE DISPERSIÓN GEOGRÁFICA. Este complemente tiene como FONDO el
de retribuir la molestia de no permanecer en un único CENTRO DE TRABAJO, sino
que el desempeño profesional se realiza en diferentes puntos dispersos que, EVENTUALMENTE,
son centros de trabajo cuando se realizan actuaciones domiciliarias.
3.-En
algunos casos se transportan, en un vehículo particular, muestras biológicas
del enfermo, conllevando un riesgo potencial de contagio para el resto de
usuarios del coche (familiares, niños y otros). Además de este riesgo, también
se incumplen las mínimas medidas de manipulación y trazabilidad de estas
muestras biológicas, con grave deterioro de la calidad asistencial.
Dicho
esto INVITO a una ACCIÓN CONJUNTA de médicos y enfermeras, a nivel estatal para
hacer frente a este ABUSO que redunda en PERJUICIO ECONÓMICO, POTENCIAL RIESGO
POR RESPONSABILIDAD CIVIL, MULTAS, RETIRADA DE PERMISO DE CONDUCIR, y OTRAS
derivadas del uso de nuestro vehículo. Los pacientes no deben sufrir las
consecuencias de todo esto. Por ellos, por nosotros y por nuestros familiares
que comparten esta injusta carga, DEBEMOS ASOCIARNOS Y LUCHAR JUNTOS HASTA
CONSEGUIR JUSTICIA Y SI ES PRECISO LLEGAR HASTA LOS TRIBUNALES INTERNACIONALES
QUE PUEDAN ENTENDER SOBRE ESTE ASUNTO.
¡Ay!, en atención primaria ni siquiera se dispone de una motocicleta...
El problema de que un medicamento útil durante un tiempo limitado llegue a consumirse indefinidamente no es infrecuente. Traemos como ejemplo el caso del Sulpiride, un fármaco antivertigionoso muy útil en crisis agudas de vértigo, pero que puede ser peligroso si se establece como tratamiento crónico.
@enriquegavilan Y el médico mareado, al ver que las cápsulas puntuales se habían cronificado, preguntó ojiplático: "¿PARa KIN SON?".