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lunes, 23 de noviembre de 2009

Reforma del sistema sanitario (1): La reforma truncada


En 1991 se publicó un informe con 64 recomendaciones para nuestra Sanidad, conocido como “Informe Abril”, en referencia al emitido por una comisión presidida por Fernando Abril Martorell. La iniciativa había sido del doctor Carlos Revilla, diputado del Centro Democrático y Social (CDS), quien el año anterior presentó una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados en la que proponía la creación de una comisión encargada de revisar el Sistema Nacional de Salud (SNS), alegando entre otros motivos las crecientes tensiones económicas derivadas del imparable aumento de los gastos sanitarios. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) dio luz verde a este planteamiento, que no hacía sino seguir la ya iniciada revisión de diferentes sistemas sanitarios europeos (Holanda, Suecia y otros) y no europeos (Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda...), cuyo punto de partida era Gran Bretaña con el “Informe Griffiths” de 1983.

Pero el Informe Abril, que incidía en la gestión, la organización y la financiación, sin afectar teóricamente al núcleo básico de equidad y solidaridad, fue “una reforma truncada". Fue criticado desde diferentes flancos, políticos, sindicales y sociales, siendo finalmente rechazado, quizás porque las miradas se centrasen en las tres recomendaciones más polémicas: pago por los pensionistas del 40% del coste de los medicamentos, participación del usuario en otros costes y delimitación de las prestaciones; sin reparar en la justa propuesta de subir las pensiones según el gasto personal. Abril Martorell no ocultó su decepción; afirmó que el informe iba en contra de la gratuidad por deformar conductas y comportamientos (ver “Uso y abuso de los servicios sanitarios”), pues lo que no cuesta no se valora; la prensa recogió una frase concluyente: "Nadie se atreve a lidiar el toro de la Sanidad".

El informe señalaba defectos del sistema sanitario: carencia de visión global, coartación de la libertad de elección de los usuarios, falta de información al paciente, incapacidad de encauzar las relaciones de personal sanitario y de motivarlo, responsabilidades gestoras diluidas o anuladas por el excesivo centralismo y rigidez del sistema, orientación del sistema alejada del empleo óptimo de los recursos humanos y materiales... Los redactores se decantaban por los sistemas francés y alemán de seguridad social, más precisos en la corrección de déficit presupuestarios anuales. Sin embargo los puntos divulgados fueron los referentes a copago o tasas moderadoras, callándose la contrapartida de subir las pensiones.

Respecto a la Reforma de la Atención Primaria de 1984, dicen las voces más críticas que se optó por el modelo soviético en vez del británico u occidental, impulsado en 1983 por el referido Informe Griffiths. Que en lugar de un modelo pragmático, eficaz y flexible, se prefirió otro de burocracia-estructura-orden-jefes y totalitarismo, dentro de la complejidad propiciada por las peculiaridades autonómicas.
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