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jueves, 23 de marzo de 2023

Sinfonía «Patética» de Tchaikovsky



SINFONÍA «PATÉTICA»

Si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco.
PIOTR ILLICH TCHAIKOVSKY

I
En tétrica penumbra —el alma jadeante—
digieres la derrota amargamente.
Disipa las tinieblas la sonrisa leve
y clamas en el desencanto,
deseando la muerte de amoroso fracaso.
(Púdica confesión inconfesable.)
En pasional entrega, irrumpe
arrollador un Amazonas de sonora emoción.
Y arrebolada luz te alcanza,
haciéndose crepuscular sosiego,
nostálgica dulzura,
melódico espejismo que la ilusión devuelve,
azulada alegría
que pronto decolora.
En negra desesperación te abismas sin remedio...
(Odioso laberinto atrapa con hostiles garras y desgarra.)
Los ecos de una aurora te acarician
el alma rusa ensangrentada,
iluminando los finales pasos
que, esperanzados, van perdiéndose a lo lejos.

II
Aferrado a un fantástico horizonte,
asiendo la armoniosa paz efímera,
con tono propio —dolorido y sincero—
y delicado ritmo danzante
afirmas que estás vivo, Piotr Illich.
(¡Qué miserable vida la nuestra!)
Bailando un vals: un, dos, tres... un, dos, tres...,
burlador del pasado sufrimiento;
no puedo adivinar quién te acompaña
y sé que no es Nadezhda,
¡Ay! melancolía inseparable,
la compañera fiel con prontitud regresa...
Sigue girando eternamente,
que aún cabe reírse del mundo engañador.
¿No habrá felicidad en una mísera vuelta?

III
Caminas presuroso ardiente y confiado.
Ya nada te detiene.
Por fin el brillo que da el gozo;
la vida en una aurora resplandece
y cálida la fama abraza.
Tan firmes las pisadas, y el pulso tan seguro,
que sientes el poder y la grandeza...
(Fortaleza de talco. Orgullo ascético.)
Trompetas y violines anuncian la victoria,
platillos y timbales
y vítores y aplausos.
La tierra estalla en mil sonoridades
que alumbran sin dejarte solo.
¡Al fin centelleando los ojos macilentos!

IV
Se enturbia tu mirada fatalmente...
¿No encontraste el amor idealizado
que buscan hombres y mujeres
en la tierra? ¿Sigue faltándote lo que no puedes
explicar con tu comunicativa música?
(Tchaikovsky, con tus notas emotivas
lloramos muchos en silencio.)
En soledad,
intentas reponerte
antes de abandonar,
y en un esfuerzo extremo,
sin fuerzas,
la voluntad te deja… ¡Ah!
Desgarrador lamento, que se clava,
me hace desear... (No he de decirlo.)
¡Estás vencido! Y al oírte estoy vencido.
Difícil es vivir, 
pero morir no cuesta nada.

[1995, feb.]

La Sinfonía Patética de Tchaikovksy
***
La considero, sin lugar a dudas, la mejor y, en particular, la más sincera de todas mis obras. La quiero como nunca he querido ninguna otra de mis obras.
P. I. T., sobre esta sinfonía

Sinfonía n.º 6 «Patética» en si menor, Op. 74, de Piotr Illich Tchaikovsky (1840-1893). Estos son sus cuatro movimientos:

I. Adagio - Allegro non troppo.
II. Allegro con grazia.
III. Allegro molto vivace.
IV. Final. Adagio lamentoso.

 
Dejemos esto claro: La Sinfonía Patética de Tchaikovsky no es una nota musical de suicidio, no es una pieza escrita por un compositor que se estaba muriendo, no es el producto de un músico terminalmente deprimido por sus facultades compositivas o su vida personal. No es la obra de un hombre que no podía ir más allá, musicalmente hablando. (...) En realidad, la Sexta Sinfonía es una reivindicación del poderío de Tchaikovsky como compositor. (...) Así pues, esta sinfonía trata de una batalla entre una tenaz energía vital y una fuerza anulación más fuerte que termina en un aterrador agotamiento, pero lo que la hace tan poderosa es que trata de todos nosotros, no solo de Tchaikovsky. (...) Mahler, Shostakovich, Sibelius y muchos otros no hubiesen podido componer las sinfonías que hicieron sin el ejemplo de la Sexta de Tchaikovsky. Es solo una terrible casualidad que esta fuera su última sinfonía, y no el comienzo de lo que podría haber sido su más emocionante período creativo como compositor.
Tom Service, The Guardian, Tchaikovsky: Sinfonía n.º 6, Patética
La naturaleza me ha equipado con un talento musical del que no reniego y estoy orgulloso, porque también le trae calma y placer a las personas. P. I. T.

Sobre discografía:

SOBRE TCHAIKOVSKY
Al compositor ruso por antonomasia nos hemos referido varias veces en este blog médico-melódico. Por eso nos basta con ‘copia y pega’ para este apunte biográfico.

Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) se le reprocha a menudo ser un posromántico demasiado sentimental que se desahoga a gusto con su música. Porque se presenta abiertamente como un fatalista: el schumaniano “fatum” constituye el gran tema de toda su obra, hasta el punto de que su música acaba por convertirse en una narración de la propia lucha con el destino y, pese a todo, extraordinaria en sus mejores momentos. Piotr Illich era sensible y muy nervioso, inseguro y temeroso de las tormentas, como parte de su miedo a la vida. Por otro lado, se le atribuye una inclinación homosexual que le torturaría, al no poder manifestarla públicamente. Sin embargo, en 1877 se entregó a un matrimonio precipitado con Antonina Miliukova, una alumna del conservatorio de 28 años, que amenazaba con suicidarse si no accedía a sus deseos; se duda de que sintiese por el maestro una inclinación sincera y se la acusa de ser una intrigante ninfómana que escribía cartas de amor a hombres famosos. Aquello no podía funcionar y la separación llegó enseguida (aunque nunca se divorció de ella y la cuidó hasta su final, en una casa de alienados); fue entonces el propio compositor quien intentó el suicidio, adentrándose en las heladas aguas del río Moscova con el propósito de agarrar una pulmonía, pero afortunadamente se recuperó. 

Un hecho relevante en su existencia fue la relación mantenida con la señora Nadeshda von Meck, una viuda rica que irrumpió en su vida en 1876, haciéndose su mecenas, y a la que al parecer nunca trató personalmente (tal vez ella mantuvo la distancia conociendo la inclinación del músico), sino a través de una inmensa correspondencia. En ella el músico dejó escrito: “Esta noche estoy triste y vierto lágrimas, porque esta mañana, errando por los bosques, no he podido encontrar ni una sola violeta. ¡Qué llorón!...”. Y también: “El fatum... una fuerza suspendida sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles, y que destila inexorablemente un veneno lento. Hay que someterse, abandonarse a una desesperación sin límites”. La ilustre dama, interrumpió la increíble relación epistolar después de 13 años, en 1890, con una carta que finalizaba así: “No me olvide y piense en mí de vez en cuando”.

En sus cambios de parecer, en su volubilidad, parece que alguien ha visto un trastorno bipolar (denominación actual de la otrora conocida como psicosis maníaco-depresiva). Lo cierto es que Tchaikovsky fue un hombre atormentado y solitario, privado por el destino del disfrute de la mujer, aunque estuviese atraído en un sentido fáustico por lo femenino. Su discutida inclinación homosexual, su intento de suicidio tras su fracasado matrimonio y su distante relación con su mecenas y confidente, forman parte del misterio tchaikovskiano.

Tras su muerte, a poco de estrenar su Sexta sinfonía, Patética, se dijo que bebió intencionadamente un vaso de agua del río Neva, sin hervir, durante una epidemia de cólera en San Petersburgo, con lo que, de ser cierto, a la postre habría consumado su intención. Tenía cincuenta y tres años. Curiosamente, treinta y nueve años antes, su madre –con quien se sentía muy vinculado– falleció a causa de esa enfermedad infecciosa, hecho que pudo influir en su conducta vital. Sin embargo, persiste una duda: el verdadero motivo de beber agua contaminada. ¿Accidente o suicido? No han de eludirse los desencadenantes ni los conflictos interiores. Pero además una nueva hipótesis sostiene el suicidio con arsénico, en base a un escándalo amoroso del compositor con el sobrino de un aristócrata, cuya única salida habría sido poner fin a su vida por una cuestión de honor. En su lecho de muerte, Tchaikovsky expiró con el nombre de Nadeshda en sus labios.

Su vida tuvo mucho de patética, como su última y extraordinaria sinfonía, y su figura pervive como sinónimo de “sonora emoción”.

Entre las obras orquestales más conocidas de Tchaikovsky, todas ellas rebosantes de fuerza melódica y poderosa orquestación, se hallan: Romeo y Julieta (obertura-fantasía), Concierto para piano nº 1Concierto para violínEl lago de los cisnes (ballet), La bella durmiente (ballet), El Cascanunces (ballet), Serenata para cuerdas y sus 6 Sinfonías, en especial las tres últimas* (nº 4, nº 5 y nº 6 “Patética”). Para quienes busquen sus creaciones más formales, serenas o equilibradas: Las estaciones (piano), Cuarteto para cuerdas nº 1**, Recuerdo de Florencia (sexteto) o Variaciones sobre un tema rococó (violonchelo y orquesta). Cualquiera de estas obras es adecuada para sumergirse en el inigualable gozo tchaikovskiano. Y aquellos que quieran sumergirse en su música vocal, deben escuchar sus canciones, sus óperas (Eugenio Oneguin y La dama de picas entre ellas) o su Liturgia de san Juan Cristóstomo, impresionante composición coral a capella.
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*Leo sobre las tres primeras sinfonías que son «baléticas o rapsódicas», infravaloradas por ello, pero también tienen un valor propiamente sinfónico.
**Tolstoi lloró al escuchar el andante cantabile de este cuarteto. [v. AQUÍ/AQUÍ]
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