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jueves, 28 de diciembre de 2023

Veinte minutos por paciente


Sin tiempo suficiente para cada paciente no hay medicina humanizada.

Capítulo 13 de La encrucijada del galeno. Párrafos: Veinte minutos por paciente. [Carlos Abré, protagonista de la novela, se conformaría con disponer de diez.]
Casualmente, se había topado con una novela reciente de Herman Koch, incisivo escritor holandés, titulada Casa de verano con piscina*, que comenzaba así:
Soy médico de cabecera. Paso visita desde las ocho y media de la mañana hasta la una de la tarde. Me tomo mi tiempo: veinte minutos por paciente. Esos veinte minutos son mi reclamo. «¿Qué médico de cabecera te atiende durante veinte minutos, hoy en día?», comentan los pacientes y se lo cuentan unos a otros. «No se llena demasiado la agenda, quiere dedicar el tiempo necesario a cada caso». Tengo lista de espera. Si algún paciente se muere o se va a vivir a otro sitio, me basta con hacer una llamada y ya hay otros cinco que quieren ocupar su lugar.
«¡Veinte minutos por paciente!», exclamó Abré. Ya los quisiera él. Y aunque los pacientes confundiesen tiempo con atención (como decía el protagonista de la novela, que veía un máximo de doce) y las valoraciones de ese médico de cabecera no fuesen lo que se dice éticas, no era de recibo que los cinco o siete minutos de los que disponía, lo mismo que los demás galenos del nivel primario, se viesen minimizados cuando le forzaban citas. «¡Citas forzadas! ¡Qué desatino!», gimió en sus adentros.

No podía gestionar su propia agenda, no podía dedicar el tiempo necesario a cada caso. No podía realizar con calma procedimientos quirúrgicos menores: drenar un absceso, extirpar un quiste, quemar una verruga… Los cinco o siete minutos se convertían en dos y medio o tres y medio. No es preciso explicar cómo la aglomeración de usuarios que tenía que ver acababa pareciéndose a una atención masiva de ganado. Una absoluta degradación asistencial. En el segundo capítulo de la novela de Koch se concretaba: «…un paciente que sólo dispone de diez minutos con el médico tiene más la sensación de que lo han quitado de encima que un paciente al que le largas el mismo discurso pero en veinte minutos». Y él no contaba ni con esos míseros diez minutos. Se sentía incómodo, como cualquier médico de familia honesto, al verse imposibilitado para desarrollar sus capacidades. (...)
Vals del minuto, Chopin
***
Agenda médica y tiempo de dedicación al paciente
El protagonista de la referida novela*, Marc Schlosser, un médico de cabecera cínico y poco ético, dedica 20 minutos a cada paciente para atraer más clientela y tener una «buena» agenda (porque la gente confunde atención con tiempo), en un sistema sanitario diferente al nuestro. Y en Hispania hay médicos de familia que quieren dedicar ese tiempo, o más, a algunos pacientes que lo necesitan y lo hacen, aunque no puedan si se ajustan a una agenda médica con isocronas (y a riesgo de protesta de usuarios por dilatarse en consecuencia la espera). 

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