Asistimos al aumento progresivo de la demanda de atención médica urgente.
El crecimiento de las urgencias atendidas en los dispositivos de urgencias de atención primaria producido entre 2011 y 2017 es brutal. De 8 millones de urgencias en 2011 se pasa a 30 millones en 2017. Podríamos presumir de ello si al mismo tiempo se hubieran reducido en similar cuantía las urgencias atendidas en los hospitales. Como esto no ha sido así, sino que éstas también han aumentado, este crecimiento tan intenso de las urgencias atendidas en los dispositivos de urgencias de atención primaria sólo puede ser motivo de preocupación. Dado que la población se ha mantenido estable, sólo puede ser síntoma de que algo grave pasa, o algo se ha hecho mal, en la atención primaria para que haya ocurrido esto.
Dispositivos de urgencias: ¿dispositivos de desagüe?, por Juan Simó. Salud, dinero y atención primaria
En los últimos tiempos, el crecimiento de la demanda de atención médica urgente ha sido exponencial, año tras año. Pero, ¿por qué aumenta la demanda urgente en una misma población? ¿Qué es lo que se ha hecho mal? ¿Y qué es lo que se debe hacer? Busquemos las necesarias respuestas...
En busca de las causas, hace diez años ya hablábamos en este espacio del uso y abuso de los servicios sanitarios. Deducíamos que los cambios sociológicos, motivados por factores socioeconómicos y educativos, habían llevado al progresivo abuso. Las listas de espera de consulta hospitalaria, o incluso, de primaria, podría ser un factor añadido, sin que nos parezca determinante.
Pero no podemos obviar las malas decisiones en política sanitaria, como el cambio del concepto de atención urgente por el de "atención continuada", con el resultado de una demanda creciente de las citas urgentes, por la indefinición de la urgencia que conlleva ese cambio.
En cuanto al abordaje de este problema, cabe preguntarse cuáles son las medidas que se plantea la autoridad sanitaria para regular el modo de uso de la atención urgente, tanto por los servicios sanitarios específicamente urgentes (urgencias extrahospitalarias —PAC o Puntos de Atención Continuada— y hospitalarias). Hasta ahora, las actuaciones de control de la demanda no han sido efectivas. Las intervenciones educativas no han dado los frutos esperados y el triage establecido en los centros de salud tampoco consigue frenarla. Se descartó aplicar la medida impopular del copago como medida disuasoria, aduciendo el posible perjuicio de los más desfavorecidos. Pero de algún otro modo habrá que actuar para evitar un grave perjuicio general que, en no mucho tiempo, todos podríamos lamentar.
Paradójicamente, la propia administración sanitaria fomenta el mal uso de las urgencias, como vemos en el siguiente póster (de mal gusto, por cierto; tomado del artículo enlazado, inspirador de esta entrada, al igual que la gráfica de la cabecera), la misma que ahora pretende el buen uso de los servicios sanitarias improvisando algunas campañas informativas, sin haber planificado nada con anterioridad.
Ha habido debates sobre qué parte de la población abusa más de las urgencias (simplificación llana de "atención médica urgente" y de "servicios médicos de urgencia"), si la fija o la flotante, si los nativos o los extranjeros. No vamos a entrar en esta polémica, aceptando el miedo como factor desestabilizador y enarbolando el principio ético de beneficencia. Pero siempre nos hemos extrañado de que cuando a un ciudadano se le concede el derecho a la asistencia sanitaria por primera vez, no se le informe de lo que ofrece el sistema de salud, de sus limitaciones y de su buen uso. Algo que nos parece lógico siendo "público" y "universal", teniendo una financiación limitada y unos costes que sufragan los ciudadanos (aunque la atención que brinda se califique, gratuitamente, de "gratuita").
Después nos sorprendemos de que muchos que jamás han contribuido a su mantenimiento (entiéndase mayormente foráneos, sin ánimo de suscitar controversia ni herir susceptibilidades), demanden motu propio al médico de familia que les han asignado, o incluso a otros que no le corresponden, pruebas, medicación, informes o atención inmediata de entrada, a veces con una exigencia impropia de quien recibe el beneficio de la solidaridad comunitaria. Y es en el ámbito sanitario donde se comprueba mejor cuando, incomprensiblemente, un derecho no lleva aparejado un deber; y si lo lleva, no se hace cumplir.
Más allá de las cartas de derechos y deberes de los usuarios y pacientes (hay una diferente en cada servicio de salud, es decir, diecisiete; pero en todas, los deberes ocupan una mínima parte), creemos que debería existir aquí un reglamento equiparable al de los Estatutos del NHS británico. En fin, no hay solución sin educación ni reglamentación.
En cuanto al abordaje de este problema, cabe preguntarse cuáles son las medidas que se plantea la autoridad sanitaria para regular el modo de uso de la atención urgente, tanto por los servicios sanitarios específicamente urgentes (urgencias extrahospitalarias —PAC o Puntos de Atención Continuada— y hospitalarias). Hasta ahora, las actuaciones de control de la demanda no han sido efectivas. Las intervenciones educativas no han dado los frutos esperados y el triage establecido en los centros de salud tampoco consigue frenarla. Se descartó aplicar la medida impopular del copago como medida disuasoria, aduciendo el posible perjuicio de los más desfavorecidos. Pero de algún otro modo habrá que actuar para evitar un grave perjuicio general que, en no mucho tiempo, todos podríamos lamentar.
Paradójicamente, la propia administración sanitaria fomenta el mal uso de las urgencias, como vemos en el siguiente póster (de mal gusto, por cierto; tomado del artículo enlazado, inspirador de esta entrada, al igual que la gráfica de la cabecera), la misma que ahora pretende el buen uso de los servicios sanitarias improvisando algunas campañas informativas, sin haber planificado nada con anterioridad.
Después nos sorprendemos de que muchos que jamás han contribuido a su mantenimiento (entiéndase mayormente foráneos, sin ánimo de suscitar controversia ni herir susceptibilidades), demanden motu propio al médico de familia que les han asignado, o incluso a otros que no le corresponden, pruebas, medicación, informes o atención inmediata de entrada, a veces con una exigencia impropia de quien recibe el beneficio de la solidaridad comunitaria. Y es en el ámbito sanitario donde se comprueba mejor cuando, incomprensiblemente, un derecho no lleva aparejado un deber; y si lo lleva, no se hace cumplir.
Más allá de las cartas de derechos y deberes de los usuarios y pacientes (hay una diferente en cada servicio de salud, es decir, diecisiete; pero en todas, los deberes ocupan una mínima parte), creemos que debería existir aquí un reglamento equiparable al de los Estatutos del NHS británico. En fin, no hay solución sin educación ni reglamentación.
INSPIRACIÓN EN REFLEXIÓN AJENA
La entrada inspiradora de esta otra ha suscitado un intenso debate en Twitter. Y del mismo extraemos algunas claves clarificadoras.- Los usuarios del sistema sanitario utilizan cada vez más la vía urgente sin que aumenten los motivos realmente urgentes. La mayor parte de la demanda urgente no se debe a patologías urgentes.
- Ha cambiado la percepción de urgencia por la población y la necesidad de atención inmediata. Llega a trivializarse la atención urgente cuando se usa esta vía para resolver inmediatamente un trámite burocrático.
- La propaganda política ha creado en los usuarios falsas expectativas. Se ha vendido que tenemos el sistema sanitario más equitativo, justo y universal, y que somos campeones en trasplantes y otras intervenciones.
- No hay límite para las necesidades —o más bien caprichos confundidos con éstas— y las demandas. Pero los recursos son insuficientes para dar satisfacción a todas ellas.
- Evidentemente, el deterioro de la asistencia va implícito. Es fácil de comprender que la cantidad está reñida con la calidad.
- Se entiende la dificultad de gestores y políticos en dar un mensaje acaso percibido como negativo, perjudicial para sus intereses. Pero ha de prevalecer la sana voluntad: honradez social sobre ganancia política.
- Ningún sistema sanitario está preparado para una "percepción urgente" de múltiples problemas que sólo son demanda de inmediatez. Y en el que nos atañe habrá que hacer algo antes de que nos lo carguemos.
Lucha de Gigantes — Litus y La Banda de Late Motiv.
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Sobre la gestión de las urgencias
La Medicina de Urgencias no es actualmente una especialidad reconocida, lo que trae como consecuencia que no exista ni una cualificación ni un programa formativo específico del personal que a ella se dedica; tampoco existe una definición de indicadores y de estándares ni una dotación adecuada a la demanda tanto de recursos humanos como materiales.
La atención a las urgencias y emergencias sanitarias es una parte muy importante de la imagen y expectativas de los ciudadanos con respecto a su sistema de provisión de servicios sanitarios y supone un reto de mejora continua. Diferenciados los conceptos de urgencia y urgencia objetiva o vital o emergencia, con este trabajo pretendemos facilitar este tipo de atención, organizando la misma tanto en el Centro de Salud como en el domicilio del usuario, mediante el empleo de algoritmos de decisión, fáciles y rápidos en su manejo diario. Incorporamos un algoritmo de actuación sobre los usuarios sin cita no urgentes. Incluimos los medios diagnósticos y terapéuticos básicos para poder dar respuesta a los diferentes procesos y cerramos el circuito con el mantenimiento de dichos medios.
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