Se evidencia una relación entre pobreza y consumo de medicamentos: «La pobreza eleva el gasto farmacéutico...». A menor renta, más consumo de fármacos, porque quienes disponen de pocos recursos tienen peor salud, enferman más y, en consecuencia, precisan más tratamientos farmacológicos.
Los fármacos tienen un coste, por supuesto. Pero he aquí una particularidad de nuestro sistema: quienes tienen menos recursos están exentos de copago farmacéutico; es decir, no pagan nada por los medicamentos.
Entre las consecuencias de salud, se señalan la obesidad y los hábitos tóxicos: tabaquismo y alcoholismo. En el primer caso, por mala alimentación que supone malnutrición. En el segundo, supuestamente por desajustes emocionales.
Pero lejos de simplificar, valgan las siguientes reflexiones.
1. Salvo pobreza absoluta, tener menos poder adquisitivo no obliga a alimentarse mal, ya que alimentarse bien no significa comer alimentos caros.
2. No pagar nada por los medicamentos es un arma de doble filo: facilita su acceso a quienes tienen menos dinero, sí, pero no favorece su consumo responsable.
3. Una mejor alimentación de la población, facilitando el acceso a los alimentos básicos –y nutritivos– y evitando el consumo de los ultraprocesados, redundaría en una gran disminución del gasto sanitario público. O de otro modo: sería más rentable para el Estado sufragar alimentos saludables que verse en la necesidad de tener que financiar medicamentos por causa de una mala alimentación (y de otros malos hábitos de vida, a fin de cuentas «determinantes de salud»).*
*Recordemos el modelo de Marc Lalonde: no se debe poner el foco en la asistencia, sino en los determinantes de salud.
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Reflexión expresada, con el mismo título, como Carta al Director, La Voz de Galicia, 23 may. 2024. [También publicada post. en Faro de Vigo, 30 may. 2024.]
Una limosna, por el amor de Dios – Agustín Barrios
Comentario:
Si esto es así, prefiero comer bien a medicarme.
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Nivel económico, nivel cultural y gasto sanitario
Bajos ingresos y bajo nivel cultural se han relacionado con una mayor demanda asistencial y, en consecuencia, mayor gasto sanitario (incluido el farmacéutico). En consecuencia, luchar contra la pobreza y mejorar la educación son las mejores estrategias para racionalizar la asistencia y aminorar ese gasto
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