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jueves, 22 de agosto de 2024

Entre dos lirios (comedia sanitaria): Acto III, 1-3

 

ACTO III

ESCENA PRIMERA
LOLA, Dr. GAMIR
Último domingo de mes. El Dr. GAMIR llega a la casa del matrimonio que forman LOLA y DORINDO, anexa al hostal que la señora regenta. Por la mañana han asistido a misa, como todos los domingos, aunque él no se entera de lo que dice el cura. El galeno es recibido por la agradable anfitriona, que le da una calurosa bienvenida. Están en el recibidor, que dispone de un sofá y una mesita con un teléfono, separado del comedor por un tabique; ambos espacios están comunicados en el escenario por una puerta central (de modo similar a la escena octava del acto primero).

LOLA. ¡Hola, don Gustavo! Pase y siéntase como en su casa.

Dr. GAMIR. ¡Felicidades, señora Dolores! (Le da dos besos, uno en cada mejilla.)

LOLA. Muchas gracias. Y llámeme Lola… Es una pena que no pueda venir Sonia.

Dr. GAMIR. Esperé hasta el último momento. Dijo que, tal como se sentía, mareada y aturdida, prefería quedarse en casa. Ya no le insistí.

LOLA. ¡Qué lástima!…

Dr. GAMIR. Más lo lamento yo, que deseaba tanto su presencia.

LOLA. No se preocupe. Si Dios quiere, habrá más ocasiones.

Dr. GAMIR. Agradezco su comprensión, señora Dolores…, digo Lola. ¿Dónde pongo esto? (Muestra una botella de vino y una bandeja de pasteles.)

LOLA. (Tomando esos detalles de cortesía.) No tenía que molestarse, don Gustavo.

Dr. GAMIR. (Insistiendo en disculpar a SONIA.) Como le dije por teléfono, ella quería venir, pero le surgió de repente esa condenada migraña que le da tan a menudo.

LOLA. Yo también tengo migrañas y con un simple analgésico se me van.

Dr. GAMIR. Las de Sonia son muy fuertes y demasiado rebeldes... (Intentando hallar más argumentos.) Le provocan mareos y vómitos, y hasta pierde el apetito. Se le pasan con la medicación, pero acaba muy cansada y necesitando reposo.

LOLA. Pues nada, otro día será… Por cierto, hemos invitado también a Cristina, la estudiante. Es tan buena chica… No le importa, ¿verdad?

Dr. GAMIR. En absoluto. Es más, me agrada.

LOLA. ¡Dorindo! ¡Dorindo! Este hombre está como una tapia. Como no oye casi nada, esta mañana se quedó dormido en la iglesia y creí que no despertaba.


ESCENA SEGUNDA
DORINDO, Dr. GAMIR, LOLA

DORINDO. (Accediendo por la puerta del comedor.) Me alegro de que haya venido, don Gustavo. Con su presencia, hasta respiro mejor. Mucho mejor.

Dr. GAMIR. Le di mi palabra y aquí estoy. Y me alegro de que sus pulmones se llenen de aire al verme. ¡Vaya si me alegro! Para un médico es una satisfacción que su persona tenga un efecto beneficioso en su paciente.

DORINDO. Yo soy de los que digo que hay doctores que curan con una palabra o con un gesto. Y usted es uno de ellos. Pero… (Desconcertado.) ¿Viene usted solo?

LOLA. Ya te lo dije, Dorindo. Me avisó antes de venir de que Sonia estaba indispuesta. ¡Ay!, no te enteras ni gritándote al oído. ¡Estás más sordo que Goya!

Por indicación de LOLA, caminan hacia el comedor.


ESCENA TERCERA
LOLA, CRISTINA, Dr. GAMIR, DORINDO
Ya están los cuatro dentro del comedor. DORINDO, LOLA y GUSTAVO de pie, CRISTINA sentada. Todo el servicio de mesa está dispuesto y el pan cortado. 

Dr. GAMIR. (Dirigiéndose a su alumna.) ¿Qué tal, Cristina?

CRISTINA. (Levantándose y haciendo una reverencia.) Hola, doctor Gamir.

Dr. GAMIR. Insisto en que me llames Gustavo. Recuerda que somos colegas.

CRISTINA. Como usted quiera…, digo, como quieras.

Dr. GAMIR. Es curioso, lo mismo me pasa a mí con la señora Dolores. Que no acabo de acostumbrarme a tutearla. ¿Verdad, Lola? 

La aludida asiente con la cabeza y toma la palabra.

LOLA. Cristina no deja de hablarme maravillas de usted, doctor Gamir. Y también del doctor Rilke. Bueno, de ti Gustavo, y de don Fernando...; con él no tengo tanta confianza. Dice que está aprendiendo mucho, que ve cosas que nunca había imaginado al estar estudiando en la universidad, y que se siente feliz de haber venido. ¿No es así, Cristina?

CRISTINA. Así es, señora Lola.

Dr. GAMIR. Eso me alegra mucho. A veces uno no tiene el tiempo suficiente para enseñar, pero se hace lo que se puede. Y, evidentemente, la práctica diaria nos hace ver la gran distancia existente con la pura teoría que nos enseñan en la facultad.

CRISTINA. Seguir el ritmo de una consulta es el mejor modo de aprender. Hace que los alumnos nos demos cuenta de que la medicina real no es la que viene en los libros, o no exactamente la que se describe en ellos. La práctica desmiente parte de la teoría.

LOLA. (Que todavía permanece de pie junto al galeno.) Vamos a sentarnos y a disfrutar de los platos que he preparado para la ocasión. Usted, don Gustavo, siéntese ahí, al lado de Cristina. Y tú Dorindo, frente a don Gustavo. Yo voy a la cocina y vuelvo enseguida.

DORINDO. Lola ha preparado unos entrantes y un arroz estupendo. Tiene muy buena mano y es raro que algo le salga mal. ¿Verdad, Cristina?

CRISTINA. (Dirigiéndose al galeno.) Puedo asegurarlo, Gustavo. Yo ya he comido varias veces con ellos y siempre estupendamente. Ya me gustaría a mí cocinar la décima parte de lo que cocina Lola. ¡Qué envidia! Reconozco que el arte culinario no es lo mío.

Dr. GAMIR. Bueno, la gastronomía necesita tiempo y dedicación.

CRISTINA. Y también buena mano.

Dr. GAMIR. Cada uno tienes sus habilidades.

DORINDO. Lola siempre ha sido una buena ama de casa. (Tose un poco para aclarar la voz.) Cuando yo volvía de trabajar de la cantera, el rico sabor de sus platos me reconfortaba; me olvidaba del polvillo y de los sudores.

LOLA. El secreto está en el empeño de hacer las cosas bien y poner los ingredientes justos.

Dr. GAMIR. Más o menos lo que suele decir el doctor Rilke para lo nuestro: el entusiasmo, como elemento fundamental, y las intervenciones precisas. Análisis los necesarios y tratamientos los imprescindibles. Todo sin excesos, en su justa medida.

De repente llaman a la puerta. Sale LOLA a abrir y no da crédito a sus ojos: comprueba con sorpresa la presencia de SONIA. LOLA la invita a entrar y, sin decir palabra, CRISTINA irrumpe en la casa como una exhalación.
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(Continuará)

Gran marcha (Entrada de los invitados) de Tannhäuser – Richard Wagner

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