ACTO II
ESCENA QUINTA
JULIO, Dr. GAMIR
Una tarde en la Cervecería Abrente, dos semanas después de la llegada de CRISTINA RÍOS. JULIO y GUSTAVO están sentados en una mesa.
JULIO. (Después de un sorbo de su cerveza.) Esa estudiante de medicina en prácticas, no es de por aquí, ¿verdad? Se hospeda en el hostal de Lola.
Dr. GAMIR. Es de Vizana. ¿Por qué lo dices?
JULIO. Es una chica maja. La he visto salir de tu consulta, con un pequeño maletín. Y alguna vez más paseando por la calle. Me agrada; debe de ser encantadora.
Dr. GAMIR. Sí que es maja y, además, le veo vocación. Tiene mucho interés en aprender. Me pregunta por todo. Al parecer le interesa la medicina general, aunque yo la he puesto al tanto sobre pros y contras, para que no se lleve a engaño.
JULIO. La veo sola.
Dr. GAMIR. ¡Anda! Te gusta Cristina.
JULIO. ¡Cristina se llama! Como la reina de Suecia…
Dr. GAMIR. Veo en esos ojos el brillo del enamoramiento. ¿O me equivoco?
JULIO. ¿Enamorado yo? Bueno, a decir verdad, he de confesar que esa chica me atrae.
Dr. GAMIR. Por su físico.
JULIO. Supongo que por algo más.
Dr. GAMIR. Si no has hablado nunca con ella…
JULIO. ¡Está bien! Es un bombón, salta a la vista, pero además le veo unos ademanes dulces y una expresión inteligente. Me gustaría tratarla.
Dr. GAMIR. Te diré algo. Se me ha insinuado.
JULIO. (Sorprendido y repentinamente celoso.) ¿Eh?
Dr. GAMIR. Lo que oyes. Y te diré más. Sonia ha sospechado, supongo que por su instinto femenino, y se ha puesto como una furia. Incluso ha mostrado intención de agredir a Cristina. Se lo tuve que reprochar con algo más que palabras. (La mirada de Julio era indagadora.) No, no le he levantado la mano, líbreme Dios. Sólo la he zarandeado, para que se tranquilizase y me creyera. «Nada hay entre esa chica y yo», le dejé claro. Pero me parece que no se ha quedado muy convencida… Yo sé que se ha despertado en Cristina esa atracción del alumno por el profesor, que no deja de ser admiración. Tú, como maestro, lo debes saber mejor que yo.
JULIO. Nunca me ha pasado, que yo sepa. En mi caso con niñas pequeñas sería ridículo.
Dr. GAMIR. Hasta cierto punto, porque ahora ya extrañan pocas cosas.
JULIO. Eso es cierto. Pero la atracción de Cristina hacia ti puede ser algo serio.
Dr. GAMIR. No lo creo. La chica está bien, pero estoy comprometido y así se lo hice saber a ella. Le dije que no tenía ninguna posibilidad. O casi ninguna.
JULIO. Casi, dices. O sea que hay una puerta abierta.
Dr. GAMIR. Julio, no me fastidies… (Al camarero.) ¡Eulogio, cóbrame esto! (Tocando el hombro del amigo.) Te la voy a presentar para que os conozcáis.
Y así fue. El galeno le presentó a CRISTINA y JULIO tuvo oportunidad de hablar con ella. Al maestro le gustó tanto la compañía de la estudiante de medicina que hizo lo posible para tener una cita que no le resultó fácil. A la chica no le disgustaba JULIO, pero su atracción por GUSTAVO era mucho mayor. El maestro, ajeno a este relativo desprecio, no dejó de merodear por el local de LOLA hasta forzar un reencuentro con CRISTINA, tratando de darle una apariencia casual. Consiguió su propósito al tropezarse con la joven una tarde a la puerta del hostal; a pesar de su timidez, logró que aceptara una inocente invitación: a pasear por el Parque de Balobia el día siguiente. Fueron unas horas de conversación variada y desapasionada, lo suficiente para que JULIO se sintiese desde ese día perdidamente enamorado.
ESCENA SEXTA
JULIO, Dr. GAMIR, CRISTINA
Han pasado dos semanas, y tras ese poco tiempo CRISTINA se da cuenta de que ha aprendido mucho en el día a día de la consulta del Dr. GAMIR. Y al comienzo de la mañana del primer día de la tercera semana se presenta JULIO en calidad de paciente.
Dr. GAMIR. Hola, Julio. ¡Qué sorpresa! ¿Qué te trae por aquí?
JULIO. (Correspondiendo al saludo y mostrando cortesía con SONIA.) Pues vengo por una molestia que tengo en el pecho desde hace tres días. Es un dolor extraño, difícil de definir, pero que no acaba de irse y se hace bastante molesto.
Dr. GAMIR. ¿Y te apareció de repente, sin haber hecho ningún esfuerzo?
JULIO. No hice ningún esfuerzo, especial. He estado tocando el acordeón más de lo habitual, pero no creo que sea por eso. ¿O puede que sí? Tú me dirás.
Dr. GAMIR. (Negando con la cabeza.) Tiene que haber otro motivo. (A CRISTINA.) Julio toca bastante bien el acordeón. Yo la guitarra, y mal… (A JULIO.) Pero dime, ¿el dolor es intenso?, ¿es continuo?, ¿está localizado en algún punto?...
JULIO. No es muy fuerte, pero sí molesto; más que los alumnos de mi clase. (Este toque de humor hace sonreír a CRISTINA y GUSTAVO.) Va y viene. Es como si me pincharan, sí, como pinchazos en toda la parte izquierda… ¿No será del corazón?
Dr. GAMIR. Los pinchazos son una forma de parestesias. (Viendo el ceño fruncido de JULIO.) Me refiero a una sensación desagradable que suele ser fisiológica, o sea, sin una base patológica. De cualquier manera, vamos a hacer una exploración física. Échate en la camilla y descúbrete de cintura para arriba. (Mirando a la alumna.) ¿Quieres explorarlo tú, Cristina?
CRISTINA. ¡Vale!
CRISTINA se levanta y comienza la valoración del paciente –que tiene la piel de gallina y no puede disimular su ansiedad por la proximidad de la hermosa–, inspeccionando el esmirriado tórax, auscultándolo y percutiéndolo, siguiendo los pasos de la que indica la ortodoxia de la exploración física, para llegar a una aproximación diagnóstica que permita emitir un juicio clínico.
Dr. GAMIR. ¿Encuentras algo anormal, Cristina?
CRISTINA. Sólo me llama la atención una ligera taquicardia y la presión arterial algo elevada.
JULIO. (Tembloroso.) Siempre fui algo hipertenso. Y un poco aprensivo.
Dr. GAMIR. Vamos a ver…
GUSTAVO comprueba el pulso acelerado de JULIO.
JULIO. (Con semblante enfermizo.) ¿Es grave?
Dr. GAMIR. ¡Hum! La frecuencia cardiaca pasa de ochenta latidos por minuto, sin arritmia. A lo mejor es por la presencia de Cristina. Es broma... De todos modos, vamos a hacer un electrocardiograma y a solicitar un análisis, sobre todo para descartar un hipertiroidismo.
JULIO. Me siento un poco nervioso, pero no sé cuál es la razón. (Lo sabía perfectamente, aunque trataba de simular su hondo sentimiento.)
CRISTINA. Si mi presencia te perturba, es mejor que salga.
JULIO. No, no, de ninguna manera.
Dr. GAMIR. Yo creo que es del estrés. Los docentes cada vez lo tenéis peor. Pero para asegurarnos vamos a hacer ahora el electro. (Comienza a tararear una rítmica pieza musical muy conocida, y JULIO le sigue tímidamente.)
JULIO. Es la samba de Orfeo. ¡Qué bonita pieza!
Dr. GAMIR. ¿Sabéis que he pensado en poner aquí música de ambiente relajante? (A CRISTINA.) Julio y un servidor, aparte de buenos amigos, somos grandes melómanos. Y yo además soy un firme defensor de la musicoterapia.
El Dr. GAMIR le encarga a EMILIA la realización del electrocardiograma, que resulta normal, y le prescribe a JULIO un tranquilizante, para que lo tome durante unos días, sin dejar de solicitarle los análisis de laboratorio que estima oportunos. JULIO se despide de los sanitarios, acordando con GUSTAVO un día para escuchar música en su casa, sin poder evitar que sus ojos golosos se detengan con ansia en la atrayente anatomía de la hermosa CRISTINA.
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