—Vengo
para que me pase estas medicinas —dice el paciente o su representante.
—Vamos a
ver… –se centra el médico general en una hoja de papel en la que, probablemente
sin dictamen clínico, figura una relación de fármacos prescritos en el ámbito
privado.
Aquí se le plantea al médico de familia un
dilema ético muy frecuente en nuestro medio. Un problema con el que tiene que lidiar a diario en busca de la mejor salida, o de la menos mala.
¿Qué hacer entonces?
Si uno se atiene a
la normativa, negar la mayor. Pero atendiendo a la ética, obrar según la propia
razón en interés del paciente: asumiendo o negando.
Veamos dos situaciones posibles, que
podrán tener sus variantes:
Situación A. Por demora excesiva de cita especializada*, paciente acude a consulta privada, viene con dictamen clínico y prescripción adecuada. Es razonable asumirla.
Situación B. Por el mismo u otro motivo, acude a consulta privada, pero viene sin dictamen clínico y/o la
prescripción es inadecuada**. Procede rechazar la petición.
Pero esta simplificación se ve
dificultada por complejidades de la práctica:
En situación A, el médico de familia
podría negarse a asumir el tratamiento por serle demandado de un modo exigente
(“¡Tiene que pasarme esto…!”).
En situación B, podría ceder para
no complicarse frente a usuarios agresivos o amenazantes, o para evitar el
final de una feliz relación médico-paciente.
No es ésta una cuestión baladí.
Refleja
una realidad de la atención primaria, envuelta en equívocos y derechos mal entendidos, que precisa mucho tacto en la comunicación.
***
*A veces uno se cuestiona si las largas lista de espera son inevitables o si obedecen a intereses ilegítimos, en beneficio de la actividad médica privada.
**Similar a otra ya establecida, improcedente o de mera complacencia (por desgracia, no es infrecuente que se supedite la ética profesional al beneficio).
La prescripción privada con asunción pública es una causa de sinsabores que los gestores parecen obviar, pero que se debiera afrontar. Hay demasiada confusión...