jueves, 21 de mayo de 2015

Tejiendo la entrada número 1000



Que alguien teje nuestro destino habrá quien lo crea y quien lo niegue. Quizás la creencia no sea firme, en uno u otro sentido, y cambie en función de las circunstancias vitales. De cualquier manera, el hilo vital es un buen elemento de inspiración literaria y poética. Así sucedió con el poeta mallorquín Joan Alcover (1854-1926), que escribió La Balanguera después de la tragedia vital que supuso la muerte de su mujer y de su hijo. Alcover tomó el título de un personaje femenino del folklore mallorquín –o de la mitología mallorquina– y los dos primeros versos de una conçoneta popular:

La Balanguera fila, fila,
la Balanguera filarà.

El poema La Balanguera fue musicado en parte (tres de sus cinco estrofas) por el famoso zarzuelista Amadeo Vives (1871-1932), autor de la música de Bohemios y de Doña Francisquita, como contribución al repertorio original del Orfeó Catalá que él mismo fundó en 1891 (interpretación coral AQUÍ). El resultado es una hermosa canción que, habiendo caído en el olvido, casi un siglo después de su composición fue popularizada por María del Mar Bonet. Y con el tiempo, a saber si por el capricho de la hiladora, se ha convertido en el himno oficial de Mallorca.

No sé lo que deparará el futuro, lo que en mi caso hilará la Balanguera, pero el hilo existencial me parece un buen motivo para esta entrada, que hace la número 1000, y de paso aprovecho para homenajear al guitarrista y cantaor flamenco Manuel Molina, recientemente fallecido, que, con ánimo sonriente, no quería lágrimas el día de su muerte («Que nadie vaya a llorar / el día que yo me muera. / Es mas hermoso cantar, / aunque se cante con pena»).

Escuchemos, sin más, La Balanguera en la interpretación de la referida cantora mallorquina...

jueves, 14 de mayo de 2015

Barra libre asistencial


—Dígame, ¿cuál es su urgencia? —pregunta el Dr. Ojiplático a la paciente de otro médico que le han asignado como "urgente".

—Es que tengo unas manchas en el cuerpo desde hace un mes, creo que son hongos –responde la Sra. Noloveoclaro.

—¡Pero usted tiene su médico por la tarde! —se extraña el galeno, que consulta por la mañana.

—¡Es que por la tarde trabajo! —responde ufana la usuaria.

—Bien, pues sí parecen hongos... Pero no se trata de una urgencia. De modo que debe solicitar cita con su médico… –le indica con amable serenidad el Dr. Ojiplático. Aunque por más explicaciones y razonamientos que le da a la Sra. Noloveoclaro, ésta no parece quedarse convencida, dando a entender su derecho acudir al médico que quiera y cuando quiera.


Esta situación se repite tan a menudo que podría hablarse –no sé sin con exageración– de «barra libre asistencial», acaso por una deformidad de las expectativas que se deben esperar de un sistema sanitario que, generoso en el primer nivel asistencial, no acaba de definir la (correcta) accesibilidad. Esto no es bueno; es incluso preocupante, porque permite el abuso de unos en perjuicio de otros. No sé tampoco si se trata de una peculiaridad exclusiva del sistema hispano (en sus diecisiete variantes), de acceso ilimitado en atención primaria, pero es una cuestión de la sociología médica que habría que analizar en profundidad.

I do what I want