No sé si Morgen (Mañana), de Richard Straus, es el lied más bello jamás compuesto, pero sin duda es una de las canciones más hermosas, tiernas, relajantes y vivificadoras que uno pueda imaginar. Me parece ideal para despedir el año que se va y desear el feliz amanecer de uno nuevo, con mis candorosos deseos del pasado año; amorosamente, los mismos en cuanto a trabajo, justicia, vivienda, honestidad, paz, bienestar, educación, saneamiento, economía y salud.
Ya se disipan sus voces...; las acalla negra noche que desciende sosegada. ¡Qué deliciosa quietud! ¡Qué serena está la estancia, libre de sus travesuras y batallas! Al contemplarla vacía la hallo extraña, añorando la frescura de sus almas.
Son movidos por empellones de Infancia;
su energía y sus prontos no se acaban, desde que al romper el día se levantan hasta que el sol del ocaso no resplandece en
sus caras. ¡Oh divinas criaturas!, tan
lozanas, tan
felices en su mundo
de
almas cándidas.
Espontáneos e imprevisibles
marchan —sin los condicionamientos del mañana—, en la tierra y en el aire y en el agua. Muy cansados de los juegos y de peleas sin trampa, profundamente dormidos están soñando en la calma. Sólo han de aguardar que vuelva
Na noite máis fermosa (En la noche más hermosa) es un villancico portugués que aquí podemos escuchar en versión gallega, y cuya traducción es ésta:
En la noche más hermosa
del mes de Navidad
echado en las pajas
Jesús duerme ya.
Y todas las estrellas
en lo alto están
meciendo al Niñito
que sueña en paz.
El ganado que en la cueva
mugiendo está
despierta al Tortolito
de dulce mirar.
La madre le da cariños
que lo hacen gozar
un Dios hecho niño
con nosotros quedará.
Escúchenlo en el vídeo si les parece bien y lean la traducción si no entienden el idioma de Rosalía. Es hermoso como la Noche, ¿verdad?... Pues solo desearles mis mejores deseos de paz y felicidad.
La risa es tan buena para la salud que hasta se emplea como técnica psicoterapéutica: en forma de risoterapia. Y el humor relacionado con la medicina, cuando no hiere ni es de mal gusto, ya blanco o negro, bienvenido sea como generador de risa. Pues de humor y medicina valgan los siguientes tres ejemplos gráficos.
La exploración médica no siempre es cómoda...
Los resultados de las pruebas pueden ser descorazonadores...
Pero, al parecer, el médico siempre tiene razón....
Érase una vez un pobre campesino, llamado Cangrejo que se fue a la ciudad guiando un carro tirado por dos bueyes a venderle a un doctor una carretada de leña por dos ducados. Mientras se le pagaban sus dineros el doctor se encontraba precisamente comiendo; cuando vio el campesino lo bien que comía y bebía le entró envidia y pensó que también él quisiera ser doctor. Así que se quedó unos momentos sin saber qué hacer y, al fin, le preguntó si no podría hacerse él doctor.
-¡Ya lo creo! -respondió el doctor-; eso se logra fácilmente.
Así comienza el cuento El doctor Sabelotodo, de Los Hermanos Grimm, que puede ser leído enteramente AQUÍ.
Para quien desee leer otra versión de este cuento, en la que se extrae como enseñanza que "los malos entendidos por lo general producen consecuencias inesperadas,
a veces favorables, a veces desfavorables", dejo el enlace AQUÍ.
Y por último, para quien prefiera escuchar este cuento (otra versión traducida) traigo un vídeo, sabiendo que es imposible saberlo todo ni abarcar siquiera cuanto se ha escrito sobre un mismo y único tema.
No quisiera que mis intentos de haiku se quedasen sin su canto de optimismo, por eso ahora echo a volar otros siete micropoemas, todos ellos cargados de ilusión, de jovialidad, de alegría, de entusiasmo. Y es que en la inmensa brevedad también puede haber una chispa inacabable de felicidad.
Quiero reír
siempre a tu lado, amor.
Ríe conmigo.
Es una suerte
estar vivo y sentir.
Vive sin miedo.
Otro ya dio
su “gracias a la vida”.
Libre me sumo.
Estoy alegre
y canto una canción.
Alegre lloro.
Mi ojos brillan,
pues sé que nada muere.
¡Viva la vida!
¿A dónde va
mi canto de optimismo?
Hacia el amor.
Bella la noche.
Sonríen las estrellas…
Y ya amanece.
Pasacalle de Laalegría de la huerta, de Federico Chueca
–¡Hum! Veo esto muy mal, señor Expropiado –le dijo el médico, con un inquietante gesto de severidad, al ver los resultados del análisis y de otras pruebas complementarias que le había pedido.
–Pero si yo me encuentro bien, doctor Infalible –respondió el paciente contrariado, sin poder ocultar su inquietud.
–¡A callar! El médico soy yo y, por su bien, usted ha de obedecer sin rechistar –sentenció rotundo. Y después, meneando la cabeza, fue refiriendo–: lípidos algo altos, PSA dudoso, densidad ósea en el límite...
El señor Expropiado no sabía qué decir. Como profano no se atrevía a llevarle la contraria a aquel galeno que tenía por una eminencia.
–Me va usted a tomar este medicamento… y también éste… y además este otro –le iba diciendo el doctor Infalible mientras escribía los nombres de diferentes fármacos.
Los ojos del señor Expropiado languidecían, tratando de asumir lo que el doctor Infalible le había prescrito. Estaba asintomático, pero las pruebas preventivas parecían contradecir su aparente estado de normalidad. Emitió un suspiro de aflicción. Se sentía extraño, enfermo repentino, como si le hubiesen robado la salud en un plis-plas.
–Gracias, doctor –le dijo al médico, mientras le daba la mano, sin estar seguro si lo hacía por agradecimiento o por temor.
El señor Expropiado se marchó silencioso, con una carga de preocupación inesperada. Era un paciente sumiso, para nada empoderado, que había llegado sano y salía enfermo. Y el doctor Infalible, desprovisto de humildad y humanidad, vanidoso y severo, quedaba inflado de saber biométrico y poder medicalizador.
Esta dramatización de lo que Gérvas & Pérez-Fernández han concretado en el concepto de “expropiación de la salud” (*), muestra el poder médico mal empleado, desprovisto de límites, inflexible, excesivo y deshumanizado. Un poder concretado o ejemplificado aquí en el profesional de la medicina, pero que emana de superiores intereses económicos, intensa y extensamente favorecidos por el influjo mediático. Un poder antiético que, apoyándose en el principio del miedo, consigue dañar, aun sin proponérselo. Un poder perverso que convierte a un individuo sano en enfermo, desequilibrando su estado mental y hundiéndolo con preocupaciones. Un poder imparable, con diversa graduación de efectos perniciosos, según la propensión de cada personalidad individual a dejarse influir por los demás y la mayor o menor tolerancia al sufrimiento. Un poder maligno que indignaría a Esculapio.
(*) Gérvas, J., Pérez Fernández, M. La expropiación de la salud. Barcelona: Los libros del lince; 2015.
Es preciso un humoroso giro sanitario hacia la honestidad. Y en ese cambio de rumbo, contrario a la medicalización –que avanza en espiral creciente–, hay que ir des-enfermando...
El comentarista se detiene en una especie de caza de posibles enfermos, que conforman un nuevo negocio, y critica especialmente que tal actuación deje sin atender a quienes realmente lo necesitan.
Reflexión complementaria
Hacer sentirse como enfermas a personas sanas es un insano fraude, una combinación de engaño y charlatanismo con un objetivo ilegítimo de negocio; en definitiva, una gravísima transgresión de la bioética.
La arquitectura es el gran libro de la humanidad.
Victor Hugo
Los romanos elaboraban todas sus construcciones siguiendo modelos que les habían funcionado, o que civilizaciones anteriores, como la griega, habían perpetuado según órdenes clásicos*. De modo que seguían patrones establecidos, basados en la proporción áurea (razón áurea, número áureo o divina proporción), con variaciones ornamentales o de tamaño. Esto suponía muchas ventajas: rapidez y eficacia en la construcción, familiaridad y adaptación (sobre todo cuando los ciudadanos se encontraban alejados de su lugar habitual), facilidad de manejo o de movimiento y, probablemente, un importante ahorro en costes. Lo hacían con templos, teatros, anfiteatros, puentes, viviendas civiles y construcciones militares, ateniéndose a prototipos que habían demostrado su solidez y su funcionalidad, sin renunciar a la belleza. Todo un muestrario de buen hacer constructivo.
Y muchos siglos después, todo ha cambiado en la construcción de edificios públicos.
Centrándonos en la arquitectura sanitaria, nuestros modernos hospitales son proyectados cada cual de una manera, sin seguir modelos de solidez y funcionalidad contrastadas, de algún modo paradigmáticos, sin atender siquiera a cánones estéticos –quién sabe si al amparo de un falso vanguardismo– ni seguramente a costes. Algunos han sido levantados con tanta prisa, por decisiones políticas apresuradas u oportunistas, que al poco tiempo asistimos a una dolorosa necesidad: "curar la arquitectura sanitaria". Porque hay edificios hospitalarios que solo de verlos ponen a uno enfermo**; también los hay con trazados laberínticos y entornos poco acogedores. Otro tanto se puede decir de los centros de salud destinados a la atención primaria. De modo que si uno está familiarizado con un determinado hospital y se va a trabajar a otro se encontrará desconcertado, incómodo, al menos durante una larga temporada de adaptación.
Sin renunciar a la innovación, y siendo consciente de la evolución de los edificios hospitalarios, prefiero un tipo de edificio sanitario consistente, funcional, fácil de mantener y a ser posible hermoso, que a diferentes tipos de hospital que, en demasiadas ocasiones, se evidencian frágiles, complicados, de costoso mantenimiento y difíciles de mirar (aunque bien es cierto que esto puede depender de gustos o del cristal con que se mira). Ni todo tiempo pasado fue mejor ni evolucionar significa siempre o en todo momento mejorar. Los estudiosos del tema recomiendan abordar la proyección de edificios hospitalarios centrándose en el cometido de los mismos y sin descuidar su adecuada ubicación. Pero de lo que propongan técnicos o expertos en arquitectura sanitaria a lo que aprueben los gestores sanitarios hay un mundo, con materiales de construcción (madera, piedra, hierro, hormigón, ladrillo, aluminio) y esfuerzo humano de por medio.
En arquitectura sanitaria, seguridad, lo primero; y practicidad, por supuesto. Y si es posible, belleza. ¿O es mucho pedir?
Arquitectura Hospital:
Diseño y estructura arquitectónica Hospitales
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Centros sanitarios: edificios donde se brindan cuidados de salud
La arquitectura es la ordenación de la luz; la escultura es el juego de la luz.
Antoni Gaudí
La arquitectura es un razonamiento del espacio. Corpus Barga
REFLEXIÓN ANEXA
Siendo un profano en arquitectura, al contemplar una obra arquitectónica priorizo los volúmenes, las proporciones y la luz; creo que determinan su belleza subjetiva. Por eso me horroriza ver enormes edificios sin proporción de sus elementos, con pequeños vanos o mínimas ventanas y una luz que brilla por su ausencia. Sucede en la arquitectura en general y en la arquitectura sanitaria en particular.
Quién pudiera estar así, tumbado a la bartola, echado en una hamaca o sobre esa cama típica de la India, hecha de madera, cinchas y cuerdas ligeras, tan sencilla y a la vez tan práctica, que llaman Charpai o Charpoy. ¡Quién pudiera! Sobre todo en una tarde calurosa, de esas que invitan a estar a la sombra y sin pensar en nada; o después de una mañana agotadora, tras la que uno queda rendido por trabajar acelerado y a destajo. Debe ser muy cómodo y relajante el charpoy. No debe estar nada mal cuando inspiró al gran Duke Ellington, o más exactamente a su alter ego Billy Strayhorn. Viéndolo me entran ganas de echarme una siestecita. Y escuchando las sordinas de la maravillosa orquesta del duque... ¡ahhhhhh!, ya empiezo a bostezar...
Esta viñeta es graciosa, pero a la vez es una crítica de la masificación de las consultas* en atención primaria. Porque no es bueno consultar a la carrera. No, no es conveniente meterle prisa al médico de cabecera para realizar su humana labor. Cualquiera lo puede entender, sin ser sanitario. Así, a toda velocidad, aumenta la incertidumbre (poco tiempo para pensar) y el riesgo de cometer errores, aparte de la insatisfacción del paciente. Sobre este mal (¿propiamente hispano?) y sus causas hemos hablado aquí muchas veces. Se trata de una situación anómala y perdurable que contemplamos en un contexto habitual de usuarios/pacientes cada vez más complicados/complejos, que exigen resolución rápida de multiproblemas, víctimas seguramente de la incitación a una excesiva prevención que acarrea demasiadas citas repetitivas. Ciertamente, no todos los médicos de familia tienen la misma presión asistencial, porque los cupos (número de individuos asignados) son variables, el envejecimiento poblacional no es el medio en el medio rural (a más edad, más riesgo de enfermar) y la gestión de la demanda asistencial difiere de un profesional a otro. Pero en general, lo de la medicina con calma, sin prisa y con tino, parece una utopía. Esperemos, no obstante, que algún día, no demasiado lejano, esta alegoría cómica del médico de cabecera en patinete sea una simple anécdota.
La masificación de las consultas pone en riesgo la salud de los pacientes... Debe ser el médico quien fije el tiempo de cada consulta, en base a las necesidades individuales de cada paciente.