Una lectura sobre el «complejo de Casandra», atribuido a quien cree que puede ver el futuro sin poder hacer nada por evitarlo (o cambiarlo), nos lleva a reflexiones ajenas sobre la adivinación o videncia.
Una de las prácticas que ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia es la adivinación, producto de la misma curiosidad de los seres humanos por conocer qué les depara el futuro. (…) El diccionario nos dice que adivinar es «lo que está por venir sin certidumbre, ni fundamento”. (…) A lo largo de la historia europea ha existido una condena severa de la iglesia hacia la adivinación que se fundamenta en varios pasajes de la Biblia. Sin embargo, al mismo tiempo se ha dado una cierta tolerancia hacia algunos tipos de adivinación…
Practicar la adivinación es descubrir conocimientos ocultos por medios sobrenaturales. Está relacionada con el ocultismo e incluye la predicción de la suerte o la videncia. Desde la antigüedad, la gente ha utilizado la adivinación para conocer el futuro o como una forma de ganar dinero. La práctica continúa, ya que los que afirman tener una visión sobrenatural [adivinos, videntes] leen las palmas de las manos, las hojas de té, las cartas del tarot, las cartas estelares y mucho más. (…) La adivinación en cualquier forma es pecado. No es un entretenimiento inofensivo ni una fuente alternativa de sabiduría. Los cristianos deben evitar cualquier práctica relacionada con la adivinación, incluyendo la predicción de la suerte, la astrología, la brujería, las cartas del tarot, la nigromancia y los hechizos. El mundo de los espíritus es real, pero no es inofensivo. Según las Escrituras, los espíritus que no son el Espíritu Santo o los ángeles son espíritus inmundos.
Medios utilizados para la adivinación: la evocación de muertos, uso de oráculos, consulta de horóscopos, de la astrología, la quiromancia (lectura de manos), la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "mediums", cartas de tarot, la ouija (juego de la copa), el "libro rojo" y otras prácticas. ¿Quiénes utilizan la adivinación?: la santería, la brujería, el espiritismo, la Nueva Era…Prohibición de la Iglesia: la adivinación es un pecado grave contra el Primer Mandamiento. Pero muchas cosas del futuro se pueden deducir con el uso de la razón, por ejemplo el tiempo atmosférico a través de la meteorología.
Encontramos una repulsa de la Iglesia por la adivinación, que la considera pecado y se la prohibe a los creyentes, pero el principal rechazo viene de la ciencia, que no se sustenta en la fe, sino en la razón, y elude la superstición. La adivinación o predicción del futuro la practican los adivinos en sus diferentes variedades: brujo, clarividente, futurólogo, hechicero, nigromante*, profeta, pitonisa, vidente...
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*practica la nigromancia: adivinación por invocación a los muertos.
El aprendiz de brujo, Paul Dukas
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Un adivino es un mentiroso que engaña a incautos o temerosos.
Yo no creo en brujas, pero haberlas haylas. (Dicho popular)
Adivinación y curanderismo
Hay una relación entre los métodos supersticiosos y las pseudociencias como el cuanderismo. Y así lo hemos visto en «Curanderismo vs ciencia médica».
duerme mi amor, oh mi amor, oh mi amor, oh mi amor,
que no hay lobos ni brujas. Duerme…
Amor mío
voy a cantarte una nana
con cariño
para que pronto te duermas,
para que pronto te duermas,
para que pronto te duermas,
pronto, pronto, pronto, pronto, pronto, pronto.
Ea, ea, ea, ea.
Vida mía
quiero que ahora descanses
para verte
mañana muy sonriente.
Ea, ea,
vete cerrando los ojos.
Ea, ea, ea, ea.
[2024, 25 sep.]
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A esta pieza lírica para piano de Edvard Grieg, una nana, le hemos añadido una letra, haciéndola canción, igual que a «La paz del bosque», «Canción del marinero», «Arietta» y otras piezas líricas que esperamos traer a este espacio. Las consideraciones que hicimos en la primera pieza, valen también aquí.
Se suele citar en el refranero médico un aforismo que se considera el epítome de la vocación del médico y de la enfermera con respecto al paciente: "Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre". Por lo general se le cita en francés ("Guérir quelquefois, soulager souvent, consoler toujours"), quizás por la creencia (errónea) de que su autor fue Ambroise Paré. La máxima también ha sido atribuida (de manera igualmente errónea) a Hipócrates, a Florence Nightingale, a Louis Pasteur, a William Osler, a Edward Livingstone Trudeau y a Oliver Wendell Homes (*). Parece ser que la verdad es que no la dijo nadie o, por lo menos, nadie en particular, y que se trata de una de esas frases que se han ido gestando lentamente en el crisol del lenguaje vernáculo, evolucionando y cambiando mediante adiciones, sustracciones y modificaciones aquí y allá, hasta alcanzar su forma más perfecta.
El paciente oncológico, la persona que ha sufrido o sufre un cáncer (tumor maligno, linfoma...), precisa de una atención especial y, en general, de un enfoque multidisciplinario, por tratarse de un paciente especial, con una enfermedad severa. Necesita la atención de profesionales competentes, con conocimiento y aptitudes: expertos internistas, hábiles cirujanos, oncólogos especializados... y médicos de cabecera capaces. Precisa de técnica y de tecnología médicas. Y requiere que quienes lo traten sepan comunicar, porque la comunicación con el paciente oncológico es fundamental, imprescindible para no dañarlo o desestabilizarlo anímicamente. Una buena transmisión de la información, con el adecuado tacto, es parte de la terapia del enfermo oncológico. Lo contrario, la mala información –o la desinformación– es muestra de una medicina poco humanizada, basada en pura técnica y fría tecnología. Recordemos la labor médica: curar, aliviar... y consolar.
No hay que olvidar la comunicación con el paciente oncológico...
Serguéi Prokófiev (1891-1953), compositor ucraniano/soviético, figura relevante de la música del siglo XX, estudió en el Conservatorio de San Petersburgo con Reingold Glier, Nikolái Rimski-Kórsakov y Anatoli Liadov, y el día de su graduación interpretó una obra propia: el Concierto para piano n.º 1 (1911). De 1918 a 1933 vivió fuera de su páis, realizando giras como pianista, interpretando sus propias creaciones, por Europa y Estados Unidos, y se estableció en París durante diez años, donde trabajó para los ballets rusos de Diaguilev. En 1934 regresó a la Unión Soviética, donde fue reconocido, pese a algunas disputas con las autoridades, por su música intelectual y disonante. Pero sus estridencias iniciales, como las de la Suite escrita para orquesta (1914), dieron paso a una música melódica, de armonías singulares y ritmos vivaces, cuya culminación es el ballet Romeo y Julieta (1936). Y además de las piezas señaladas, compuso otras obras de interés en diferentes formas musicales: 7Sinfonías (a destacar las número 1 «Clásica», 3, 4 y 5), 5 Conciertos para piano (a destacar el n.º 3), 2 Conciertos para violín, el ballet Cinderella, la suite orquestal El teniente Kijé (1933), el cuento orquestado –con narrador– para niños Pedro y el lobo, 9 Sonatas para piano (a destacar las números 6, 7 y 8), 2 Sonatas para violín y piano, la ópera El amor de las tres naranjas y la cantata Alejandro Nevski (1938, para la película del director soviético Serguéi Eisenstein). Un logro teniendo en cuenta la presión que ejercían las autoridades soviéticas sobre los creadores artísticos.
Hechos relevantes o curiosos. En 1923, Prokofiev se casó con la soprano española Lina Lluvera; tuvieron dos hijos. En el verano de 1938, el matrimonio tomó vacaciones por separado, siguiendo la costumbre, y Serguéi se alojó en una localidad montañosa donde conoció a Mira Mendelson, estudiante de literatura de la que se enamoró y con la que llegaría a casarse formalmente en 1948, el mismo año en que el Politburó condenó la música formalista, en la que se incluía a Prokofiev, mientras Lina era acusada de espionaje y condenada a trabajar veinte años en un campo de régimen severo, no llegando a ser liberada hasta 1956. El compositor falleció en Moscú el mismo día que Stalin: 5 de marzo de 1953. Su muerte fue repentina, al parecer por una hemorragia cerebral, a los 61 años.
Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre.
Muchas de las reflexiones del doctor Andoni Mendoza*, médico rural que ejerce en la Sierra de Gredos, son verdaderos poemas naturales de gran densidad humana. Y en una de sus poéticas meditaciones, a la cabecera del enfermo, nos recuerda las limitaciones de la Medicina, en concreto la limitación máxima: la mortalidad.
Medicina de cabecera.
En la cabecera de la cama del enfermo.
—Luciano, al hospital.
Trato de trasmitirle paz.
Pero ni mis ojos ni los suyos esconden que no volverá al pueblo.
Salgo de la modesta casa.
Ha nevado, el frío de la medicina en la cabecera me atraviesa el alma.
El hombre es el único animal que se intoxica por propia voluntad.
Es sabido que en los movimientos sociales bien intencionados siempre hay algún aprovechado que los utiliza por interés económico; sucede en las artes, y en particular en la música urbana, y ha sucedido en la lucha por los derechos de la mujer. Y en este caso fue, cómo no, un hombre:
Pero ¿quién era este personaje? Se trata de Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, inventor de la teoría de la propaganda y las relaciones públicas, que utilizó ideas relacionadas con el inconsciente para la persuasión del «sí mismo» (self) en el ámbito publicitario masivo. [Extracto wikipédico]
Fácil es la manipulación. Fumar era de hombres y las mujeres se les podían igualar como nuevas fumadoras. Vaya engaño. Sucede con otros hábitos y con otras actividades, a las que se ha inducido a las mujeres en nombre de su liberación, haciéndolas caer en los mismos errores en que habían caído los hombres. Con todo, siempre hay tiempo para corregirlos... Y para no provocar controversias, no diremos más que una doble verdad: fumar es malo; dejar de fumar es bueno.
El aria ‘‘Agitata da due venti’’ (Sacudida de dos vientos), de Adelaida/Griselda, óperas de Antonio Vivaldi, tiene su explicación de figurar en dos obras distintas, porque en la ópera seria era común reutilizar algún aria exitosa de una ópera en otra posterior. De modo que tras el éxito de este aria virtuosista, estrenada en la ópera Adelaida, fue incluida también en la ópera Griselda.
Agitata da due venti
freme l'onda in mar turbato,
e 'l nocchiero spaventato
già s'aspetta a naufragar...
Dal dovere da l'amore
combattuto questo core,
non resiste e par che ceda
e incominci a desperar...
Sacudida por dos vientos
la ola tiembla en mar revuelto,
y el timonel asustado
espera ya naufragar...
Por el deber del amor
con el corazón combate,
no resiste y va a ceder
y empieza a desesperarse...
«Agitata da due venti» (de ópera Griselda), Antonio Vivaldi
Llegué a Ferrol en el otoño de 1987, en un tiempo de crisis económica –una de tantas–, trasladado desde la planicie de la Terra Chá lucense, harto de frío y niebla, añorando el olor a salitre, las gaviotas volar, un cielo menos gris, el pescado en la lonja, los barcos navegar... Soy hombre de mar, aunque no marinero; y como vigués, de las Rías Baixas, me conformaba con esa costa de las Rías Altas. Así que en el litoral ártabro me asenté, pensando que quizás para siempre. Descubrí otra tierra, aguas vírgenes, acantilados salvajes, una naturaleza agreste en particular orografía. Allí Valdoviño y la Laguna de Frouxeira, Cedeira y la Sierra de la Capelada, Pontedeume y las Fragas del Eume, Capela y Caaveiro, San Sadurniño, Somozas, Ortigueira, Moeche, Ares, Mugardos... Lugares que me marcaron, con sus gentes. Y nuevos amigos me dieron la luz que me faltaba. En Ferrol el hogar, y el segundo hijo que nacía... En la ciudad departamental, de grandes astilleros y puerto militar, viví hasta 1995, trabajando en ella cuatro años y cinco en Valdoviño, pueblo próximo y también costero. Disfruté de la comarca ferrolana, de Ferrolterra, y de ella se llenó mi espíritu, tanto que sentí abandonarla. La impresión que me dejaron sus paisajes –que aún avivan mi sangre–, me inspiró un poema en seis partes que titulé «Artabria» (*). Y reproduzco aquí la VI parte, un soneto.
ALEGÓRICO BANQUETE
Comí gustoso parte de la tierra,
devorando paisajes y figuras,
bebí la claridad y casi a oscuras
sorbí los jugos que la noche encierra.
De campos y de playas y de sierra
me sacié; frente al mar y en las alturas,
en páramos abiertos y espesuras
se alimentó mi espíritu. Me aterra
pensar que he de alejarme de estos lares
para retornar a íntimos lugares,
distantes y extrañísimos ahora.
Pudieran ser postreros los bocados,
el final en terruños tan amados...
¡Sabiendo cuánto pierde, el alma llora!
[1995, abr.]
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(*) Por haber sido asentamiento de los ártabros, tribu celta.
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Por desgracia, no todo es belleza y maravilla... Ferrol, floreciente en otras épocas, es hoy muestra de una ciudad en decadencia, maltratada, desatendida, olvidada por los dirigentes de nuestro tiempo. En un artículo periodístico de 2017 lo refieren como «Ferrol, entre la distopía y la resignación», y en un vídeo de 2023 como «La impactante ciudad fantasma de España». Una pena. Pero, sin que sirva de consuelo, preferimos quedarnos con la cara ferrolana más amable y querida.
La preocupación por la salud debe tener un límite, porque el continuo desasosiego puede acarrear enfermedad.
Hay una queja frecuente por la sobrecarga asistencial, sobre todo en el primer nivel, en la atención primaria, en los centros de salud. Esa que puede estar fundada cuando hay un abuso manifiesto o reiterado, en especial de la demanda urgente por cuestiones demorables, por problemas menores; abuso que puede llevar a situaciones degradantes (*). Pero si nos paramos a reflexionar, llegaremos a la conclusión de que el paciente no acude de manera abusiva por problemas menores, sino por síntomas que no sabe interpretar y que antes sabía valorar. ¿Ha habido un cambio de mentalidad de los individuos? Veamos... Se ha fomentado la prevención a toda costa, infundido temor y vendido hiperaccesibilidad. Y la consecuencia es una demanda creciente hasta el caos asistencial. ¿Cuál es la solución? Recular, en el sentido de retornar al sentido común. Una ardua tarea que implica a la sociedad en su conjunto, a personas, agentes sociales e instituciones.