No hay nada tan inútil como hacer eficientemente algo
que ni siquiera debería haberse hecho.
Peter Drucker
BUROCRACIA MÉDICA. Entendiendo la burocracia en el sentido negativo de la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia Española (“administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”), es el conjunto de trámites y papeleo en la actividad médica. Excesiva a todas luces en el primer nivel asistencial. ¡Los facultativos hacen de amanuenses o escribanos en la era informática!, cubriendo cansinamente multitud de papeles de dudosa utilidad o incluso absurdos, lo cual los conduce a un agotamiento y desgana preocupantes. Pensemos en los partes de baja por enfermedad o accidente, repetitivos, inoperantes, derivados muchas veces de inadmisibles listas de espera. Sumémosles certificados, formularios, informes, justificantes, etc., y no cuesta imaginar el precioso tiempo que roba. Mejor sería hablar, damas y caballeros, de burrocracia. (Relacionadas: AMANUENSE, CERTIFICADO MÉDICO, INCAPACIDAD TEMPORAL, JUSTIFICANTE MÉDICO, RECETA MÉDICA)
Tomemos como punto de partida un sanitario leitmotiv: la insoportable burocracia de nuestra
atención primaria de salud. Y consideremos el principal problema de los médicos
de familia en la práctica diaria: la falta
de tiempo para atender adecuadamente a sus pacientes, como consecuencia del
crecimiento imparable de la demanda. Analicemos ambas cuestiones y llegaremos a
una conclusión irrefutable: la merma de
calidad asistencial.
Al hablar de burocracia nos referimos a la inútil, al conjunto de tareas no médicas, sin valor clínico, que los
médicos de familia tienen que asumir en contra de su voluntad. Las
tareas burocráticas inútiles, o absurdas, roban gran parte del tiempo que,
evidentemente, habría que destinar a la resolución de problemas de salud. Demasiado
hemos hablado aquí de este tema (puede comprobarse entrando en la etiqueta
“burocracia médica”), siendo por otra parte innegables las mejoras con la
historia clínica informática y la receta electrónica. Y es que la falta de
tiempo no se debe al número de pacientes asignados, que podría ser la razón en
otro tiempo, sino al imparable incremento de tareas no propias de un médico.
Pues bien, si a las tareas no propiamente médicas le
añadimos el incremento del número de
motivos de consulta por paciente (algo innegable, constatado por todos los
profesionales), debido a cambios sociológicos promovidos interesadamente por el
fomento de temores, siempre en busca de ganancias (¡el miedo es una gran fuente
de ingresos!) y no de mejoras en el campo de la salud, deduciremos la
hiperfrecuentación y, en definitiva, la complicación progresiva de las
consultas. En vez de un motivo de consulta no es raro enfrentarse a cuatro al
mismo tiempo, y en lugar de una o dos consultas anuales a una cada mes, o
incluso muchas más, tanto presenciales como telefónicas.
Dicho esto, podemos hablar de tremenda carga burocrática y
de excesivas consultas, repetitivas e ineficaces, que insatisfacen al usuario y
ponen a prueba la resistencia neuronal de los profesionales de la medicina
esencial, básica, primaria, próxima, cercana, accesible, de cabecera. El usuario normal advierte a menudo la
impotencia de su médico, incapaz de dar respuesta a tantos problemas,
mayormente no sanitarios. Y el profesional, esforzándose en no perder la
concentración y disimular su malestar acaba hundiéndose más y más en su
frustración. No hay derecho a mantener
una situación insatisfactoria para todos, excepto para los indiferentes e insensibles
gestores-políticos.
Por si fuera poco, los responsables de ordenar la asistencia
se esfuerzan en poner trabas para evitar
derivaciones al nivel secundario u hospitalario. Pretenden que los médicos
de familia sean altamente resolutivos, manteniendo sus penosas condiciones de
trabajo, y que no envíen a sus pacientes a los especialistas hospitalarios, más consumidores
de recursos y generadores de gasto, supuestamente porque solicitan pruebas
complementarias sofisticadas y costosas, y a lo mejor prescriben novedades
terapéuticas de elevado precio. Y los
obstáculos son ahora programas informáticos desquiciantes; imaginen a un
médico peleándose con un ordenador y que acaba tirando la toalla, que desiste
de derivar a un paciente cuando considera que deber ser visto por un
especialista del segundo nivel, que para algo está y a quien se le paga –cada vez menos,
ciertamente, como a los demás– por desarrollar su específica ciencia y asumir
sus responsabilidades.
El ordenador se ha convertido en atención primaria en un
pernicioso fin, cuando debiera aprovecharse la poderosa herramienta informática como
beneficioso medio. Pero no, ahora tenemos una nueva burocracia, una fatigosa y
asfixiante burocracia médica electrónica.
Y el médico de familia, continuamente vapuleado, lejos de ser valorado como
centro del sistema sanitario y coordinador de la asistencia, es despreciado y
rebajado a una mera función de ordenanza del nivel especializado. No extraña que nadie quiera desperdiciar sus conocimientos, perder sus ilusiones y enterrar sus años en un centro de
salud. Hablamos de la desnortada Hispania, claro, donde habitualmente se construye
desde arriba, para que todo después se desmorone.
Todo cambia para que todo siga igual...
Todo cambia para que todo siga igual...
Once again
Danny Cudd and Markus
Johansson (hang drum duo)
Enlaces de interés antiburocrático:
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