jueves, 12 de junio de 2014

La asfixiante burocracia médica electrónica


No hay nada tan inútil como hacer eficientemente algo 
que ni siquiera debería haberse hecho.
Peter Drucker
BUROCRACIA MÉDICA. Entendiendo la burocracia en el sentido negativo de la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia Española (“administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”), es el conjunto de trámites y papeleo en la actividad médica. Excesiva a todas luces en el primer nivel asistencial. ¡Los facultativos hacen de amanuenses o escribanos en la era informática!, cubriendo cansinamente multitud de papeles de dudosa utilidad o incluso absurdos, lo cual los conduce a un agotamiento y desgana preocupantes. Pensemos en los partes de baja por enfermedad o accidente, repetitivos, inoperantes, derivados muchas veces de inadmisibles listas de espera. Sumémosles certificados, formularios, informes, justificantes, etc., y no cuesta imaginar el precioso tiempo que roba. Mejor sería hablar, damas y caballeros, de burrocracia. (Relacionadas: AMANUENSE, CERTIFICADO MÉDICO, INCAPACIDAD TEMPORAL, JUSTIFICANTE MÉDICO, RECETA MÉDICA)
Tomemos como punto de partida un sanitario leitmotiv: la insoportable burocracia de nuestra atención primaria de salud. Y consideremos el principal problema de los médicos de familia en la práctica diaria: la falta de tiempo para atender adecuadamente a sus pacientes, como consecuencia del crecimiento imparable de la demanda. Analicemos ambas cuestiones y llegaremos a una conclusión irrefutable: la merma de calidad asistencial.

Al hablar de burocracia nos referimos a la inútil, al conjunto de tareas no médicas, sin valor clínico, que los médicos de familia tienen que asumir en contra de su voluntad. Las tareas burocráticas inútiles, o absurdas, roban gran parte del tiempo que, evidentemente, habría que destinar a la resolución de problemas de salud. Demasiado hemos hablado aquí de este tema (puede comprobarse entrando en la etiqueta “burocracia médica”), siendo por otra parte innegables las mejoras con la historia clínica informática y la receta electrónica. Y es que la falta de tiempo no se debe al número de pacientes asignados, que podría ser la razón en otro tiempo, sino al imparable incremento de tareas no propias de un médico.

Pues bien, si a las tareas no propiamente médicas le añadimos el incremento del número de motivos de consulta por paciente (algo innegable, constatado por todos los profesionales), debido a cambios sociológicos promovidos interesadamente por el fomento de temores, siempre en busca de ganancias (¡el miedo es una gran fuente de ingresos!) y no de mejoras en el campo de la salud, deduciremos la hiperfrecuentación y, en definitiva, la complicación progresiva de las consultas. En vez de un motivo de consulta no es raro enfrentarse a cuatro al mismo tiempo, y en lugar de una o dos consultas anuales a una cada mes, o incluso muchas más, tanto presenciales como telefónicas.

Dicho esto, podemos hablar de tremenda carga burocrática y de excesivas consultas, repetitivas e ineficaces, que insatisfacen al usuario y ponen a prueba la resistencia neuronal de los profesionales de la medicina esencial, básica, primaria, próxima, cercana, accesible, de cabecera. El usuario normal advierte a menudo la impotencia de su médico, incapaz de dar respuesta a tantos problemas, mayormente no sanitarios. Y el profesional, esforzándose en no perder la concentración y disimular su malestar acaba hundiéndose más y más en su frustración. No hay derecho a mantener una situación insatisfactoria para todos, excepto para los indiferentes e insensibles gestores-políticos.


Por si fuera poco, los responsables de ordenar la asistencia se esfuerzan en poner trabas para evitar derivaciones al nivel secundario u hospitalario. Pretenden que los médicos de familia sean altamente resolutivos, manteniendo sus penosas condiciones de trabajo, y que no envíen a sus pacientes a los especialistas hospitalarios, más consumidores de recursos y generadores de gasto, supuestamente porque solicitan pruebas complementarias sofisticadas y costosas, y a lo mejor prescriben novedades terapéuticas de elevado precio. Y los obstáculos son ahora programas informáticos desquiciantes; imaginen a un médico peleándose con un ordenador y que acaba tirando la toalla, que desiste de derivar a un paciente cuando considera que deber ser visto por un especialista del segundo nivel, que para algo está y a quien se le paga –cada vez menos, ciertamente, como a los demás– por desarrollar su específica ciencia y asumir sus responsabilidades.

El ordenador se ha convertido en atención primaria en un pernicioso fin, cuando debiera aprovecharse la poderosa herramienta informática como beneficioso medio. Pero no, ahora tenemos una nueva burocracia, una fatigosa y asfixiante burocracia médica electrónica. Y el médico de familia, continuamente vapuleado, lejos de ser valorado como centro del sistema sanitario y coordinador de la asistencia, es despreciado y rebajado a una mera función de ordenanza del nivel especializado. No extraña que nadie quiera desperdiciar sus conocimientos, perder sus ilusiones y enterrar sus años en un centro de salud. Hablamos de la desnortada Hispania, claro, donde habitualmente se construye desde arriba, para que todo después se desmorone. 

Todo cambia para que todo siga igual...

Once again
Danny Cudd and Markus Johansson (hang drum duo)

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