ACTO III
ESCENA DÉCIMA
Dr. RILKE, Dr. GAMIR, CRISTINA
El Dr. RILKE, antes del comienzo de la jornada habitual, entra en la consulta del Dr. GAMIR, que sigue en compañía de CRISTINA, y lo hace con andar mayestático, llevando un periódico bajo el brazo.
Dr. RILKE. Fíjate, Gustavo, lo que viene en El Candelero.
Dr. GAMIR. (Leyendo la noticia en el principal periódico de Vizana.) «Próxima jubilación del doctor Rilke. El pueblo de Balobia le va a organizar la despedida que se merece.» ¡Guau! Qué menos para quien ha dedicado su vida al servicio de este pueblo. Deberían levantarte un monumento. ¡Te voy a echar de menos, compañero!
Dr. RILKE. ¡Calma! Todavía me quedan dos meses hasta el retiro.
CRISTINA. A mí me sorprende mucho esta noticia, Fernando. No sabía que te ibas a jubilar tan pronto. Te veo joven, y en muy buena forma.
Dr. RILKE. Me faltan un par de años para los sesenta y cinco, pero he decidido jubilarme anticipadamente. Sobre todo por Colibia, mi mujer, que ha empeorado de su artritis reumatoide y quiero dedicarle más tiempo. Además, las cosas no pintan bien actualmente para la medicina general, o de familia como se dice desde los últimos treinta años. Los vuelcos que ha dado el sistema de salud y, sobre todo, la atención primaria, primero para bien y después para mal… (Mirando a los ojos a CRISTINA.) En confianza: si puedes, elige una especialidad hospitalaria. Me duele decirlo, y a lo mejor Gustavo me reprende, pero hoy en día es lo más sensato.
CRISTINA. (Mirando al Dr. GARMIR, con quien ya tiene suficiente confianza.) ¿Tú qué dices, Gustavo? ¿No opinas igual?
Dr. GAMIR. No tengo argumentos para contradecir a Fernando. La medicina de familia es apasionante, se centra en la persona, no en la enfermedad; y el médico que la ejerce es un «decatleta» sanitario: sabe un poco de todo. Sería ideal ejercer como médico de cabecera en buenas condiciones, que por desgracia no se nos brindan en la actualidad.
Dr. RILKE. Desde luego las condiciones no son las deseables, ni siquiera en el medio rural, que es donde mejor se puede ejercer una medicina total y trabajar en favor de la comunidad, con más proximidad a las personas… Pero dejémonos ahora de pensamientos negativos. Tú, Cristina, elige libremente lo que mejor te parezca. ¡Ah!, y me encantaría que vinieses a mi despedida.
CRISTINA. Al acabar el mes regreso a Vizana, pero si no me surge ningún contratiempo estaré aquí para la ocasión. Me hace ilusión asistir a tu homenaje.
Sale FERNANDO en dirección a su consultorio. Todavía faltan quince minutos para el comienzo de la consulta programada.
ESCENA UNDÉCIMA
GUSTAVO, CRISTINA
GUSTAVO habla en la intimidad con CRISTINA. Ya se han comunicado previamente sus sentimientos y vuelven sobre ello.
Dr. GAMIR. Te voy a ser sincero, Cristina: me gustas mucho y he sentido una fuerte atracción hacia ti. Por tu causa he llegado a pensar en... Sí, en dejar mi relación con Sonia. Pero creo que sigo enamorado de ella, a pesar de sus defectos.
CRISTINA. Nunca se sabe qué nos deparará el futuro. (Desviando la mirada hacia la ventana que está a su lado derecho.) Te diré que he comenzado a salir con Julio, el maestro. Me parece buen chico, aunque todavía no me siento enamorada.
Dr. GAMIR. Es un gran amigo. Compartimos el gusto por la música. Es algo tímido, mientras no coge confianza, pero es un buen tipo. Os deseo mucha suerte.
CRISTINA. No sabemos qué nos deparará el futuro. Tal vez…
CRISTINA se calla, después de repetir su pensamiento, para que el elocuente silencio hable por ella, y GUSTAVO, buen entendedor, parece responderle con la mirada.
ESCENA DUODÉCIMA
DON RAIMUNDO, Dr. RILKE Y EL RESTO DE PERSONAJES
En el homenaje de despedida al Dr. RILKE. Un ambiente festivo. Después de una comida multitudinaria, a la que asisten familiares, amigos, conocidos y pacientes, el alcalde, que preside la mesa ceremonial comienza con el obligado discurso.
DON RAIMUNDO. Señoras y señores, es para mí un honor presidir este homenaje a un gran galeno que, por imperativos de la vida, más que por sus deseos, llega al fin de su vida profesional, alcanzando así un merecido retiro. El doctor Fernando Rilke es un médico humanista, admirado por sus colegas y querido por sus pacientes, que... (Sigue leyendo el discurso protocolario con voz enfática.)
A continuación, tras el largo panegírico del alcalde –que incluye un poema ripioso de su autoría–, responde el homenajeado con voz más natural y emocionada.
Dr. RILKE. Todo tiene su fin, como dice la canción; el tiempo pasa haciendo sus estragos. Uno va perdiendo agilidad y teniendo cada vez más riesgo de errores; y aunque todos los cometemos, en el caso de los médicos las consecuencias suelen ser de mayor gravedad. Entre una mayoría de momentos buenos, he vivido algunos malos, no voy a negarlo. Pero no puedo tener más que palabras de agradecimiento para este pueblo de acogida. Aquí he desarrollado casi toda mi labor y aquí he sido feliz durante más de treinta años. (Le hace un guiño a su mujer, COLIBIA, y a sus dos hijos, COPRINO y LACARIA, treintañeros y haciendo vida de solteros, que están a su lado.) Dejo mis obligaciones sin abandonar mi eterna vocación. Los tiempos cambian, pero no los sentimientos. De modo que, en lo que pueda, trataré de seguir ayudando y orientando a la gente.
Dr. GAMIR. (Aplaudiendo el primero.) ¡Bravo! ¡Bravo!
CRISTINA, JULIO, SONIA y FELICIA. (Uniéndose a los aplausos.) ¡Bravo! ¡Bravo!
GUSTAVO y SONIA se besan. JULIO y CRISTINA hacen lo propio. Sin que se detengan los vítores, parece que al fin cada oveja está a gusto con su pareja.
LOLA y DORINDO. (Al unísono, como si lo hubiesen ensayado.) ¡Viva el doctor Rilke! (Y lo mismo corean todos los presentes.)
COLIBIA. ¡Bien por mi esposo! (Para sí.) ¡Qué feliz soy!
COPRINO y LACARIA. ¡Eres el mejor, papá!
Se oyen sonidos de acordeón y rasgueos de guitarra. Los músicos son JULIO y GUSTAVO, que han ensayado previamente y han venido preparados con sus instrumentos musicales para una ocasión tan propicia.
EMILIA y OTROS SANITARIOS. (Entonando sus voces.) «Es un muchacho excelente, es un muchacho excelente…». (Un grupo de pacientes, OBDULIA entre ellos, los secundan. Algunos se esfuerzan en sonreír mientras se enjugan las lágrimas que no pueden contener.)
MARCIAL. (Dirigiéndose a GUSTAVO.) No podía perderme este acto. Uno es hombre de orden, pero por encima de todo es un ser humano que tiene su corazoncito.
Dr. GAMIR. Los médicos de cabecera tenemos un dicho: nuestro deber es curar o aliviar la enfermedad, pero por encima de todo consolar al doliente.
MARCIAL. Me gusta, me gusta. Sí señor, una frase definitiva que voy a apuntar.
GUSTAVO, dejando su guitarra en manos de SONIA, se dirige al centro de la sala, y como inesperado maestro de ceremonias comienza a hablar.
Dr. GAMIR. Se dice que tres cosas hay en la vida, pero una no es lo que la mayoría piensa. (DON RAIMUNDO, sintiéndose parte de los que piensan en el dinero, carraspea ligeramente.) En definitiva, esto es lo que importa: salud, paz y amor. Nada más..., ni nada menos. Por favor, llenen sus copas y, con permiso del señor alcalde, propongo un brindis: ¡Por don Fernando, vuestro querido doctor Rilke, por Balobia y por todos nosotros!... ¡Salud!
Todos levantan sus copas, las chocan y repiten la fórmula tradicional de saludo. Se mezclan en el cálido ambiente risas y sollozos. El joven médico y el médico veterano se funden en un emocionante abrazo. FERNANDO no puede evitar el húmedo testimonio de la agridulce emoción. La felicidad envuelve hoy las almas de GUSTAVO, SONIA, JULIO, CRISTINA y demás asistentes a la celebración. Rompen a cantar un jubiloso himno de hermanamiento… El mañana es un incierto cantar. Como dijo la alumna de medicina de esta comedia, nunca se sabe qué nos deparará el futuro. Y aunque habrá de tener su inevitable final, para todos y cada uno, de momento la vida continúa.
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(Fin de la comedia)
For He's A Jolly Good Fellow (Es un muchacho excelente)
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