Ludwig van Beethoven (1770-1827) recibió 250 ducados del editor escocés George Thomson, de Edimburgo, por la colección de Canciones de diversos pueblos (Lieder verschiedener Völker)*, arregladas por Beethoven en Viena entre 1815 y 1816, así como en 1817 o 1818. En ese tiempo había un movimiento en Escocia para recopilar canciones populares, y Thomson encargó a poetas escoceses contemporáneos, especialmente a Robert Burns, que escribiesen nuevos versos para las melodías populares escocesas. Beethoven describió sus arreglos como composiciones, pues se tomó muy en serio los encargos de Thomson (que esperaba arreglos melódicos sencillos, asimilables por el público y económicamente rentables) y, para desesperación del editor, los llenó de ideas musicales. En la colección se incluyen sobre todo canciones escocesas, irlandesas y galesas, pero también hay canciones de diferentes pueblos, entre ellas algunas canciones ibéricas, como el bolero Una paloma blanca y la canción portuguesa Seus lindos olhos.
El médico de familia atiende problemas clínicos frecuentes...
Traemos la relación de motivos de consulta más frecuentes en el primer nivel asistencial, según la publicación Las 50 principales consultas en medicina de familia. A su contenido remitimos y, por si puede servir de complemento, dejamos enlaces a los «motivos» que han sido tratados en este blog y, en su defecto (o de manera conjunta), enlaces externos de interés. Sirva de provecho, como enfoque eminentemente práctico, a los profesionales de atención primaria.
******Diferenciar lesiones mamarias benignas (cambios fibroquísticos, fibroadenoma, mastitis) de cáncer de mama, generalmente en cuadrante superior externo. ¡Atención a signos de alarma!
Hoy traemos una síntesis de la excelente reflexión del doctor Joan Escarabil ("Con mi tiempo no se juega") sobre "el tiempo y sus dimensiones" en el ámbito sanitario.
• La puntualidad. La enfermedad organizativa más prevalente en el sistema sanitario es seguramente el tiempo de “sala de espera”.
• La conciliación del tiempo. Tener que dejar el trabajo para “ir al médico” no es igual de fácil ni de factible para todo el mundo.
• La duración del tiempo de contacto. La calidad de la visita, en parte, se relaciona con su duración. La introducción, la escucha activa...
• El tiempo para poder pensar las decisiones. Las decisiones importantes se tienen que meditar.
• El tiempo de los demás, si te tienen que acompañar.
• El tiempo de espera (incertidumbre). La incertidumbre de la espera de un resultado o de una llamada para concertar una primera visita.
• El tiempo indefinido. “Si hay algo anormal ya le avisaremos.” Es una incertidumbre binaria: ¿todo está bien o han perdido mi muestra?
• El tiempo perdido. Algunas preguntas clave: “¿Ha merecido la pena esta visita?”, “¿Esta visita se podría haber realizado de otro modo?”
• El tiempo acelerado. A menudo, los acontecimientos y las pruebas se aceleran de tal manera que generan confusiones o incomodidades.
• El tiempo que se está solo. La COVID-19 ha puesto de manifiesto el problema de la soledad del paciente.
A buen seguro que todavía existen más “tiempos”. Me fío de la benevolencia del lector para matizar esta lista, pero la mala gestión del tiempo, además de tener impacto en la experiencia de paciente, también se relaciona con malos resultados en salud. Es evidente que el tiempo se relaciona con indicadores de salud. Realmente el “tiempo” es un determinante de salud.
Y no debemos olvidar el “tiempo final”, el tiempo para despedirte...
«El ingenio más digno de cuantos florecieron en época de los Reyes Católicos».
Marcelino Menéndez Pelayo sobre Juan del Encina
Juan del Encina o Juan de Fermoselle (1468-1529) fue un poeta, músico y autor teatral del renacimiento español en la época de los Reyes Católicos. Considerado uno de los padres del teatro español –junto a Gil Vicente–, no se conocía en toda Europa persona donde la simbiosis entre poesía y música fuera tan perfecta, desde Machaut. [«Los músicos en el reinado de los Reyes Católicos». Hay catalogadas 72 composiciones suyas, 63 de ellas incluidas en el Cancionero Musical de Palacio (S. XV/XVI). La mayoría de su producción es profana: canciones de las que es autor de música y texto, incluyendo romances y villancicos (aunque algunos de sus más bellos villancicos son de temática religiosa, entre ellos: ¿A quien debo yo llamar?).
Y nos llama la atención la variedad temática de Juan del Encina, tratando sobre el amor, el erotismo, la gastronomía, la guerra, la historia, la ira, la libertad, la tristeza, la vida –y la persona–..., sin que podamos descartar lo simbólico.
Desde las composiciones amorosas «Más vale trocar» y «Ay, triste, que vengo» a la gastronómico-festiva «Hoy comamos y bebamos», pasando por la histórica-bélica «Una sañosa porfía» (impresionante narración poético-musical de la Conquista
de Granada), palabra y música están en perfecta armonía.
Vemos ejemplos de cada tema, que referiremos por orden ABC.
Conocíamos a Mitjana como divulgador del Cancionero de Upsala, ciudad sueca donde residió como diplomático. Y porque llegó a ser propietario del «Pergamino Vindel», donde se recogen las siete Cantigas de amigo de Martín Codax.
*Curiosamente, sobre Rafael Mitjana, malagueño, hay más información en la versión sueca de Wiki que en la española. Tuvo un gran vínculo con Suecia. Además de vivir un tiempo en Upsala, falleció en Estocolmo, siendo ministro residente. Sus cenizas fueron trasladadas a Málaga en un buque de guerra sueco.
En el Día Internacional del Libro (organizado por la UNESCO para promover la lectura, la publicación y los derechos de autor), nos atrevemos a recomendar cualquiera de las 5 publicaciones que hasta el momento hemos realizado, dos ensayos y tres novelas, que por orden de edición son las siguientes:
GHM. Una introducción necesaria, amena y apta para cualquiera interesado en las Humanidades, y especialmente en las relacionadas con el ámbito de la Medicina. Una guía inexistente hasta la fecha en el ámbito hispano.
SC. Un libro musical diferente, divulgativo y estimulante, dirigido a todos los públicos y en especial a las personas sensibles al arte sonoro. Trata sobre la música en general (tradicional, popular, urbana...) y la clásica en particular.
EUN. Un hombre vitalista en el final de su existencia es el protagonista de esta novela de intriga, empapada de humor, reflexión, erotismo y ternura. Trata el tema del envejecimiento de manera singular y con humor.
LEDG. La historia de un médico vocacional sobrepasado por las circunstancias, en un sistema de salud asfixiante y en un tiempo de crisis. Toda la problemática sanitaria en esta novela satírica, impregnada de dolor, humor y amor.
ETO. Un joven oficial de la Marina Mercante en su primer viaje como mando, enredado en una continua búsqueda, exterior e interior. Novela de aprendizaje y de aventuras que agradará al público joven y a lectores de toda edad.
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Humanidades, Música, Vida, Medicina, Aventura... Temas diversos y enfoques diferentes, en dos ensayos instructivos y amenos, y en tres novelas con la pretensión de deleitar. Creemos que no defraudarán a los lectores que las elijan. Y aunque no escojan ninguno de estos libros, les damos las gracias a todos los que lean esta entrada conmemorativa, animándoles a leer buena literatura.
El descontento es la primera necesidad de progreso.
Thomas A. Edison
En reacción a testimonios de abandono del primer nivel asistencial, un médico de hospital (geriatra o internista), manifestaba que también en el segundo nivel les ponían cada vez más difíciles las condiciones de trabajo y las opciones de ser útiles. Tanto desde la demanda (“Nos piden lo imposible en edades muy avanzadas con enfermedades crónicas muy evolucionadas y sin solución”), como desde la oferta (“escaso apoyo domiciliario que implica ambulancia y hospitalización evitable o residencia geriátrica por dificultad de cuidados”). Y su reflexión iba más allá, considerando que hace unas décadas era impensable que un octogenario grave ingresara en cuidados intensivos, o que tantos nonagenarios y centenarios falleciesen en los hospitales con sondas, tubos, vías venosas y escaso acompañamiento (sic). Ahora se sentía desbordado por la cronicidad, la pluripatología y la polimedicación, con sus interacciones y efectos adversos. Sus informes de alta hospitalaria le empezaban a ocupar hasta 5 folios por las dos caras, y revisar los antecedentes de un ingreso hospitalario nuevo le podía llevar 4 horas. Añadía que la presión para realizar pruebas y tratamientos fútiles era enorme, y que se prolongaba en exceso la mala calidad de vida. Ahí lo dejamos.
Podríamos entrar en consideraciones profesionales, laborales, vocacionales, éticas… También cabría apelar al sentido de humanidad en su significación más compasiva. Pero este lamento que emana del ámbito hospitalario nos hace reflexionar sobre la negación de nuestra temporalidad y las excesivas expectativas depositadas la medicina. Somos mortales y sólo cabe hacer lo humanamente posible.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido el burn-out en la clasificación internacional de enfermedades profesionales. Se trata de un síndrome que puede afectar a trabajadores de todos los sectores profesionales, pero tiene una mayor incidencia en aquellas actividades vinculadas con la atención y el cuidado de seres humanos.
El artículo publicado recientemente en la revista de bioética Eidon incide en que las especialidades médicas en las que existe un mayor riesgo de padecer el síndrome del desgaste profesional son aquellas en las que la presión asistencial es mayor y diferencia entre la "sobrecarga cuantitativa", en la que incluye a los trabajadores de Atención Primaria, y la "sobrecarga cualitativa", en la que encuadra a los facultativos que tratan a pacientes "complejos, graves y de mal pronóstico" (Unidades de Cuidados Intensivos, Oncología y Geriatría) o con dificultades de comunicación y trato (Salud Mental).
A veces dice más el silencio que una larga explicación.
Hay momentos en la vida de un médico en que ya no valen las palabras, en que todo cuanto dices al enfermo suena estéril... Instantes en que las palabras ya no expresan lo que tú sientes, o cuánto sientes tú lo que dice sentir el otro, quien te habla, quien se desahoga contigo, quien vuelca en ti sus dolores y dolamas, las penas que le laceran el alma, el miedo que lo acongoja, el insomnio que lo desvela, el cáncer que lo corroe, el hijo que lo atormenta.
Tus palabras de consuelo –inútiles, hueras y técnicas– se pierden en sus oídos como guijarros arrojados a las olas; como el trino de los pájaros entre el ulular del viento.
Sí.
Hay momentos en que las palabras sobran, en que se hace imprescindible un gran silencio; momentos en que tu mano de médico, tocando la otra mano, la de quien te habla, es más precisa que cualquier discurso, más necesaria que cualquier consejo.
—Doctor, no se lo tome usted a mal; pero aunque fuese un ratito quisiera que tuviese usted estos dolores.
Y es cierto que hubo momentos en que yo me tomaba a mal estas salidas de los pacientes, y me molestaban esas frases. Entonces yo era joven y altanero, con la escasa sabiduría de quien sólo sabe lo que en la Facultad le enseñan, pero sin saber aún que nada más sabía. Y al no saber que no sabía, respondía a los pacientes con demasiado desparpajo:
—No necesito ser diabético para recetar insulina —les decía yo—. No necesito tener una úlcera de estómago para recetar bicarbonato...
Pero, aunque no lo supiera entonces, yo estaba muy equivocado.
Porque sí: hace falta tener una úlcera para recetar el bicarbonato con cariño. Y sí: hace falta ser diabético para entender que los pinchazos de insulina son molestos, y que no todas las agujas son iguales. Y sí: hace falta una biopsia de tu propia próstata para entender el miedo al cáncer del paciente, su pudor al tacto rectal, al toqueteo impersonal de un guante frío, de la vaselina sobre el ano dilatado. Y sí, sí, sí: hace falta un colonoscopio dentro de tus propias tripas para saber de la vergüenza de ventosear en público sin poderlo remediar, de que tus pedos estallen ante el colega que te atiende, ante la enfermera joven que vigila tu gotero. Y sí, mil veces sí: hacen falta los golpes de la vida para entender las miserias de la gente.
Este texto es buena parte de El poder de los silencios, una reflexión del Dr. Juan M. Jiménez Muñoz. Y a nosotros nos suscitó un pensamiento que, de modo parecido, ya habíamos dejamos reflejado en la entrada El médico enfermo.
Cuando el médico es paciente, su percepción cambia; y puede que alguno pierda su engreimiento y se vuelva más compasivo... Nos puede valer de ejemplo el protagonista de la película “The Doctor”, un médico frío y distante, al que le diagnostican una enfermedad grave; al verse en el papel de paciente y sufrir lo mismo que sus pacientes, entonces, sólo entonces, los comprende.
Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras. (Shakespeare)
El silencio es el único amigo que jamás traiciona. (Confucio)
La palabra es plata y el silencio es oro. (Refrán)
Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio. (Proverbio indio) [Var.: No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio.]
Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo. (Beethoven)
A veces, el silencio es la peor mentira. (Unamuno)
El hombre se revela en la conversación no sólo por lo que dice, sino por lo que calla. (S. Zweig)
Saber callar es la única sabiduría. (L. van Brabant)
Con la palabra, el hombre supera a los animales, pero con el silencio se supera a sí mismo. (Paul Masson)
Traigo un maravilloso recital del gran guitarrista David Russell, interpretando diferentes obras musicales, transcritas para guitarra, en tres iglesias románicas del Camino de Santiago (las tres de la provincia de Palencia). Por este orden: San Martín de Frómista, La prise de Gaeta de Jacques de Luc; Santa María la Blanca (Villalcázar de Sirga), Cantigas de Santiago de Stephen Goss («Cantigas de Santa María» de Alfonxo X El Sabio y «Cantigas de amigo» de Martín Codax); y Santa María del Camino (Carrión de los Condes), Dos preludios corales de Juan S. Bach, Air varié nº 1 de Giulio Regondi. Y al final, ¡cómo no!, la Ciudad del Apóstol. En Santiago de Compostela podemos escuchar su interpretación de «Muñeira» de la Suite Compostelana de Federico Mompou. ¡Fantástico Russell!