Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Napoleón
¿Por qué, Dios piadoso,
por qué chaman crime
ir en busca da morte que tarda,
cando a un esta vida
lle cansa e lle afrixe?
ROSALÍA DE CASTRO, Por qué, Dios piadoso
El hecho del suicidio me ha impactado desde mis primeros años de ejercicio de la medicina. En un pequeño núcleo rural, sometido a las inclemencias meteorológicas, envejecido y cerrado, a donde me llevó el primer destino profesional, había una alta prevalencia de suicidios que sucedían invariablemente en individuos de edad avanzada que vivían solos. No se quitaban la vida mediante la ingesta de medicamentos ni por armas de fuego, sino que utilizaban el viejo método del ahorcamiento. Me avisaban, siempre de madrugada, para acudir al lugar de los hechos y hallaba a un hombre o una mujer que habían puesto fin a su existencia con una soga al cuello; sistemáticamente, la ataban a una viga del alpendre y de ella se colgaban, con la soledad como telón de fondo y quién sabe cuántos sinsabores.
La verdad es que había salido de la facultad sin la suficiente preparación para afrontar tales desenlaces. En las circunstancias que yo he vivido, la teórica formación en medicina forense no me sirvió más que para certificar la defunción y comprobar, mediante inspección ocular, el surco de ahorcadura y otros signos de muerte violenta. El secretario del juzgado y el juez de paz tomaban nota, instruían las primeras diligencias y ponían los hechos en conocimiento del juez de distrito, quien procedería al levantamiento del cadáver (¡qué ironía!, tras el descendimiento), preceptivo en una muerte violenta o médico-legal, previo a la definitiva autopsia que realizaría el forense (y, en su defecto, el propio médico rural). Durante la noche aciaga de un día cualquiera de guardia, me limitaba a verificar el cadáver de un desconocido, sin dejar de preguntarme cuáles habrían sido las motivaciones de su drástica decisión.
Aunque la gente inculpaba a los vientos (en particular al Nordés) y, con ello, determinaba la importancia del meteorotropismo (sensibilidad al tiempo), la única explicación aparente era la soledad. Los infelices se habrían abandonado en todos los sentidos, sin acudir siquiera a consulta en busca de ayuda. De otro modo, detectándose la ideación suicida, tal vez hubiese sido posible prevenir algún fatal desenlace. Y aunque no hubiese servido la actuación médica, la hipocrática conciencia estaría más libre de dudas.
En otros destinos posteriores, en plazas menos envejecidas y más desarrolladas, los suicidios –acaso no tan frecuentes– obedecían a causas determinadas o desencadenantes evidentes. Recuerdo el caso de un militar de treinta y tantos años, que sufría fuertes migrañas y que había ido voluntario a Bosnia; las cefaleas y las intensas vivencias estresantes lo tenían sumido en un estado depresivo. Le había comunicado a su médico de cabecera la intención suicida, cuando el dolor de cabeza no le cedía con nada, y acabó disparándose un tiro en la sien con el arma reglamentaria.
La situación de este hombre había llegado al límite y decidió acabar con su sufrimiento; segó su vida de un balazo, pero bien pudo hacerlo tomando una sobredosis de fármacos. Tenía factores de riesgo que pudieron ser detectados. Otros suicidas presentan enfermedades somáticas, invalidantes o terminales, pero en la mayoría se advierten trastornos psiquiátricos. Los estudios epidemiológicos reflejan que los varones son más propensos y que el riesgo aumenta con la edad, aunque con altos índices en la adolescencia, la cuarta década y la ancianidad. Antecedentes familiares y factores sociales (abandono, desarraigo, soledad) también han de ser tenidos en cuenta, sin olvidar el alcohol y las drogas y las situaciones de duelo. Detectar factores de riesgo es esencial para tomar medidas preventivas, proporcionando apoyo psicoterapéutico, administrando fármacos antidepresivos y ansiolíticos, o procediendo al ingreso hospitalario si fuese preciso. Y mejor contando con el apoyo familiar.
SIGNIFICACIÓN DE LA MUERTE VOLUNTARIA
El suicidio es el acto último de un hombre libre. Séneca
El suicidio no es abominable porque Dios lo prohíba; Dios lo prohíbe porque es abominable. Immanuel Kant
Entrar en la significación de la muerte voluntaria (acto reivindicativo, rito, acto de liberación, etc.) implica la valoración de cuestiones sociales, políticas, filosóficas y religiosas. En los adultos podría comprenderse cualquier variante, fraguada en la rabia, la venganza, la desesperanza o la culpa; pero en niños o adolescentes, sin pasado, la tragedia del suicidio es escalofriante. Los debates jurídicos en torno al suicidio, sobre lo punible de la omisión de socorro en un estado de pérdida de facultades mentales o del impedimento por la disposición plena de las mismas, así como sobre el auxilio a la consumación, competen también a la bioética y transcienden el campo de la medicina.
Quizás no deba verse el suicidio ni como un acto de valentía ni de cobardía. Sea cual fuere el camino a la muerte voluntaria (ahorcamiento, arma de fuego, envenenamiento, ahogamiento, desangramiento, defenestración, fuego a lo bonzo, harakiri, inanición...), yo considero el radical hecho impactante, sagrado, y trato de comprender sus motivaciones. Y por supuesto, procuro detectar factores de riesgo y aplicar las oportunas medidas preventivas.
***
El caso del militar referido me impresionó, inspirándome un lívido réquiem…
Se fue por propia iniciativa
y no por infortunio eventual.
En plena noche negra entró fuego militar.
Un disparo furtivo acabó con las ansias.
(¡Descanse!)
Anegado en la ardorosa sangre,
los zozobrantes ojos naufragaron.
Ahogada la insufrible inquietud.
Hundida sin remedio la quimera.
(¡Descanse!)
Amargura en lo más dulce.
Ya corren turbias aguas de incerteza...
Sin nada, y te llevaste tu mísera verdad,
o la enorme mentira enmascarada.
(¡Descansa!)
Buscaste una evasión —y sin retorno—
en un viaje que todos quieren explicar.
Dejan las lenguas sus razones sin razón
y el aire da su queja: “Ardor desatinado”.
(¡Descansa!)
Tal vez lo más reglamentario
dañó otro honor hipersensible y caqui.
¡No siempre el tiempo cura las heridas!
A todas esas voluntades naufragadas...
(¡Descansen!)
[sep. 1994]
Enlaces relacionados
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Los mitos sobre el suicidio, por Sergio A. Pérez Barrero
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio, por Lizardo Cruzado
Factores de riesgo suicida en adultos (Rev Cubana Med Gen Integr)
Suicidas célebres, en Diccionario del suicidio de Carlos Janín
El suicidio, de Manet (cuadro)
Levantamiento del cadáver, por Bernardo Epstein y José Maiuri
Nota de suicidio (Nota suicida) / Carta de suicidio
Bibliografía
Giner Ubago J, Sanmartín Roche A, Franco Fernández D. Suicidio en Atención Primaria. Psiquiatría y Atención Primaria. 2000. Pag. 22-27.
Fortes Alvarez J.L.; Ramos Fuentes M.I. El suicidio y sus circunstancias. Jano 1999; 1296: 51-57.
Artículo relacionado en blog (post.)
Hola, Pepe. A mí también me ha parecido siempre este asunto del suicidio un tema escalofriante. Es un misterio, es incomprensible y aterrador. Uno de los casos que seguí para escribir "La república mejor" (por cierto, hago una presentación en el Ateneo de Madrid el miércoles 24) fue el de un chico de la BRIPAC que acabó suicidándose después de unos meses de hostigamiento. su historia me impresionó tanto que en la novela aparecen algunos rasgos tomados de ella. Ese chico -este dato salió luego en el juicio- durante su calvario escribió un diario en el que contaba las cosas que le le hacían y llamaba al cuartel "la casa embrujada". Pepe, muchas veces lo he pensado: ¿qué mejor novela que ese diario? Supongo que debía de ser un buen muestrario del horror del perseguido y del suicida, un horror que en la mayoría de los casos se beben en silencio, de ahí el misterio que rodea al suicidio.
ResponderEliminarEste no es sólo el tema mayor de la psiquiatría sino de la existencia toda en cierto modo, José Manuel. Recordemos que 90% de los casos pueden atribuírse a patología psiquiátrica pero ese 10% restante nos da una idea de que por más estadísticas y factores de riesgo, el suicidio es un acto humano límite cuya comprensión final muchas veces es inasible.
ResponderEliminarEl relato que haces ciertamente es impactante. Muchas gracias por el enlace. Un abrazo.
Es evidente, amigo Pablo, que la capacidad de adaptación difiere de unos individuos a otros, a tenor de sus respectivas personalidades; mientras los de fuerte espíritu aguantan las circunstancias más adversas, los frágiles desfallecen ante la mínima contrariedad y unos pocos de éstos atentan contra sí mismos.
ResponderEliminarNo hay nada más estremecedor, querido Lizardo, que el rechazo suicida de la propia existencia; en verdad el suicidio, cuestión suprema de la psiquiatría como bien dices, es un acto que se nos hace incomprensible cuando no hay aparente correspondencia con un insufrible infortunio.
Gracias a los dos por tan pertinentes aportaciones.
Yo siempre he visto el suicidio como opcion..es reconfortante saber que hay una opcion mas a la existencia...estoy medicada y mi temperamento no me permite ahora matarme por mi misma (aun)pero a veces no puedo evitar añorar una bala perdida que se incruste en mi sien...Nostalgico POst....
ResponderEliminarCreo que todos alguna vez hemos deseado que se parase el mundo para bajar de él, por desencanto, dolor del alma o cansancio vital. Pero aun en los momentos más difíciles, hay que buscar en su parte buena un motivo para seguir viviendo; seguro que se hallará, incluso tras las nubes del más pesimista pensamiento. El unicornio existe todavía, BLUEEVANGELION, porque sigue vivo dentro de nosotros. No desesperes y considera esta meditación atribuida al gran Confucio (K'ung-fu-tzu):
ResponderEliminar“¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir”
http://www.genciencia.com/psicologia/el-suicidio-un-problema-de-salud-a-tener-en-cuenta
ResponderEliminarel suicidio supera ya como causa de muerte a los accidentes de tráfico en España...
César M.
Gracias, César, por la información y el enlace.
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