La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas. Sigmund Freud
–Debe dejar de tomar los
tranquilizantes, señora Ansiosa.
–Pero si me los recetó usted hace diez
años, doctor Medicalino.
–Porque usted me los pidió.
–Pues no me los hubiese dado.
–Si no se los diera me montaría una
bronca, o se cambiaría de médico.
–Es posible, pero ¿por qué no me dijo
nada todos estos años?
–¿No le dije en su momento que era para un mes, o mes y medio como mucho?
–No. Me dijo sin más: "Tómese el Tranquilín de mañana y el Duermidín de noche".
–Bueno, ya sabe..., muchos pacientes, las prisas,
la cabeza loca…
–Le veo ansioso, doctor Medicalino, y la
intranquila soy yo.
–En fin, señora Ansiosa…, siga con lo
mismo…
–Pero, doctor ¿no va a liberarme de mi
dependencia al Tranquilín y al Duermidín?
–¡Ay!... A lo mejor me los voy a tener que tomar yo
también.
–Le voy a contar un secreto: he leído
sobre los riesgos de los psicofármacos…
–¿Y?
–Y ya hace una semana que no los tomo.
–¡Señor!... ¿Cómo no me lo dijo al principio,
señora Ansiosa?
–Porque no me dio tiempo a explicarme,
doctor Medicalino.
(El
galeno sufre una crisis de ansiedad y la paciente intenta tranquilizarlo en vano.)
Te pone la cabeza mala – Los Van Van
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