Me aprovecho de un artículo publicado por David Revilla
Velasco en su blog Jean Sibelius en
Español, que nos muestra a un compositor que podía haber incluido en la
serie Grandes compositores y desequilibrio emocional, pero que en su momento no lo consideré como un
ejemplo de creador emocionalmente desequilibrado. Y ahora leyendo lo que el
experto sibeliano ha escrito sobre los hábitos perniciosos, que algunos
consideran vicios, y la influencia de los mismos en la faceta compositiva del
gran músico finlandés, aquél a quien por sus fascinantes sonoridades
denominamos “el mago del norte”, me lamento de esta gran carencia. Así
que valga lo escrito por David Revilla en “Sibelius: el problema con el alcohol y el tabaco”, en los
que emergen palabras significativas: hábito, adición, miedo, creatividad,
timidez, culpabilidad… Reproduzco aquí gran parte de los párrafos de este artículo que merece su lectura completa.
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Versión final de "El simposio" (1894).
De derecha a izquierda: Jean Sibelius, Robert
Kajanus, Oskar Merikanto,
y el propio pintor, Akseli Gallén-Kallela.
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Uno de los aspectos
que más han llamado la atención a quienes se han acercado a la personalidad y a
la biografía de Jean Sibelius refiere a sus malos hábitos en torno al consumo,
a veces inmoderado, de alcohol y de tabaco. Sobre ambas costumbres se hace
innegable el afirmar una cercanía a la adición, al menos en determinados
momentos en su vida, y una influencia en su propia creatividad. Si la
limitaron, si la incentivaron o si dotaron a su música de un "color"
o de una naturaleza distintiva es desde luego objeto de discusión. Pero en
cualquier caso sería injusto tachar a nuestro músico de alcohólico o de dependiente
del cigarro, caricatura que le acompañó ya entre sus contemporáneos y que ha
sido aprovechada por muchos de los enemigos de su música en décadas más
recientes.
(…)
Sibelius pudo comprobar en numerosas ocasiones que era
víctima de un alto grado de miedo escénico cuando empezó a tocar el violín y
también a dirigir durante sus años del conservatorio de Helsinki. Y muy pronto
también que el alcohol le permitía calmar sus nervios a la hora de actuar,
olvidarse del público y centrarse en la música de manera más intuitiva y
natural. Cuando interpretaba en total sobriedad era frecuente que las manos le
temblaran: con el alcohol el temblor raramente aparecía.
(…)
El alcohol le daba seguridad en el podio, pero también le
daba seguridad en general ante todo tipo de situaciones sociales. Actividad
pública y bebida siempre estuvieron unidos. El Sibelius de restaurantes,
salones, recepciones, etc. debía estar acompañado de alguna copa, porque en
caso contrario su extrema timidez e introversión le hacían aislarse de los
demás. A decir verdad muchas de las largas veladas con sus amigos, en las que
surgían grandes temas, grandes ideas estéticas, y hasta grandes temas musicales
estuvieron regadas con abundante alcohol, como nos recuerda el cuadro de
Gallén-Kallela "El simposio", que recoge las etílicas noches de esa
época.
(…)
Muchos esbozos de temas y bocetos de composiciones parecen
haber nacido de su imaginación intoxicada por el alcohol, en medio de
improvisaciones y ocurrencias bajo unas cuantas copas. Obras como el Concierto
para violín parecen en efecto haber nacido de esta manera.
A esas alturas el músico entendía que aquella situación
podía degenerar en algo insostenible, al igual que sus médicos, que
profetizaron que lo acabaría pagando. Y así fue. En 1908 se le detecta un tumor
en la garganta. Probablemente de carácter benigno, pero debía ser extraído, con
el consiguiente peligro para su vida. Si la enfermedad se debía al tabaco o al
alcohol, o a una combinación de ambos, es casi imposible decirlo, pero desde luego
tanto los médicos como el propio compositor afirmaban que ambos elementos eran
los claros culpables.
El tumor es operado con éxito, no sin dificultades. Tras
ello los médicos le prohíben volver a sus vicios, lo cual asume con absoluta
disciplina. Por supuesto tuvo que ver el miedo a una muerte próxima, a que el
cáncer volviera y acabara con su vida (miedo que jamás lo abandonó a pesar de
sobrevivir casi cinco décadas más).
(…)
En primavera de 1915 muestra en su diario las primeras
referencias a sus viejas prácticas, primero de forma ocasional, pero
progresivamente el retorno al tabaco y al alcohol se producirá con la misma
intensidad que antes. Y de nuevo vuelven también los mismos conflictos, aunque
ahora las peleas con Aino y sus angustias internas crecen, en gran parte por el
sentimiento de culpabilidad que ahora le causaba.
(…)
El 1 de junio de 1919 se aprueba en Finlandia la llamada
"Kieltolaki", Ley de Prohibición. Todo alcohol, excepto para uso
industrial, médico o científico era prohibido. Pero gran parte de los
finlandeses, a pesar de ser un pueblo sumamente acostumbrado a respetar las
leyes (aunque quizá en esta época de adquiridas libertades no tanto), y de que
las penas legales eran duras, se las arregló para conseguir alcohol. El
contrabando y las destilerías caseras fueron harto frecuentes. Por no hablar de
otras estratagemas más refinadas, a las que acudió precisamente nuestro
protagonista: recibirlo como medicamento por prescripción facultativa. En
efecto, por receta de sus doctores, Sibelius pudo conseguir licores
medicinales, brandis medicinales, vinos medicinales y otros productos similares
que se dispensaban en farmacias...
La tendencia al exceso a la bebida vuelve a notarse hacia
principio de los años 20, de nuevo provocando graves riñas con Aino y un
sentimiento de culpa aún mayor. El compositor
se siente además desolado en lo personal por el hecho de que muchos de
sus contemporáneos van desapareciendo y se queda solo: "el alcohol es el
único amigo que nunca me decepciona". Esta frase, escrita en 1924, lo
expresa todo.
Es en torno a ese año cuando el consumo de bebidas parece
alcanzar un nuevo máximo, y el problema llega hasta tal punto que Aino se niega
a acompañarlo a un viaje a Gotemburgo para el estreno de la Séptima Sinfonía, y
evitar así el bochorno de contemplar los excesos de su marido en estas visitas.
Con propósito de enmienda, nuestro músico va relajando la
bebida con los años, llegando en un par de ocasiones incluso proponerse
abandonarla totalmente, aunque sin mucho éxito. Pero simplemente con los años,
la vejez, la fama internacional, la mejora económica y el estado de paz
interior que en general acompañó a la época conocida como "el silencio de
Ainola", los malos hábitos van disminuyendo progresivamente, siendo cada
vez más una actividad sibarita que una dependencia real.
En sus últimos años de vida incluso parece ver su propia
longevidad como una victoria frente a los efectos negativos de sus vicios:
"todos los doctores que me ordenaron no fumar ni beber está hace mucho
muertos. Pero yo continúo viviendo" diría al fotógrafo Santeri Levas.
Cabe finalmente preguntarnos: ¿el consumo de tabaco, y sobre
todo de alcohol, afecta no ya a su creatividad o a su trabajo, sino a su estilo
musical, a la propia naturaleza de su música? No es desde luego una desdeñable
pregunta, máxime cuando en los últimos años han aparecido varios estudios que
relacionan determinadas enfermedades de grandes compositores con las
características de su música.
Justamente podríamos especular al respecto al hacernos la
pregunta contraria: ¿la ausencia de esos estimulantes tiene efectos en su
estilo? Y de hecho podemos responder contando con hechos nada hipotéticos ya
que, como sabemos, entre 1908 y 1915 nuestro músico dejó de beber y de fumar,
lo que en efecto se trasladó en un cambio de estilo, al que hemos llamado
"periodo oscuro". Pero también hemos apuntado a que quizá no exista
una relación causa-efecto en esto, sino indirectamente: el cese del consumo
provoca un cambio de ánimo en el músico, y este cambio en el ánimo se traduce
en el cambio de estilo.
Estamos no obstante tentados a afirmar, yendo más a detalles
musicales a que quizá sí que haya una relación más directa. Precisamente en
torno al uso de "auras" en sus texturas, muy presente en épocas de
más exuberante imaginación (que también es un periodo de gran consumo de bebidas),
ausentes casi en su periodo "oscuro". El aura a veces puede
traducirse como una metáfora de lo inconsciente, de lo natural, del misterio de
presencias invisibles, de lo intuitivo... algo que a nuestro músico le
proporcionaba artificialmente el alcohol...
La cuestión desde luego está abierta. No obstante esperamos
con este post haber causado la reflexión y el debate entre los amantes de la
música de Jean Sibelius. Y por supuesto no olvidar que aunque Jean Sibelius y
su música estén unidos a estos malos hábitos, esos hábitos no dejan de ser
nocivos. Recomendar a nuestros lectores que el único vicio sibeliano del que
deberían abusar sea justo su música.
Concierto para Violín de Jean Sibelius
Sarah Chang, Radio Filharmonisch Orkest (RFO), Jaap van Zweden