lunes, 30 de junio de 2014

Consultar o cantar


Me remonto a unos días atrás... Escucho una entrevista en RNE a uno de los fundadores del grupo canario Los Sabandeños. Dice que es uno de los tres que todavía sobreviven después de casi cincuenta años. Medio siglo, ¡ahí es nada!, y más de ochenta discos. Comenta sobre las dificultades de desplazamiento (por ser un grupo numeroso), de los costes y de lo poco que sacan económicamente, apenas para su mantenimiento. Pero lo que más me llama la atención es algo que señala ya al inicio de la entrevista: de los 34 miembros que integran el grupo, sólo uno de ellos, uno solo, suele tener problemas para desplazarse, por su profesión.

En ese instante creía escuchar redobles de tambores, previos a la revelación que ya suponía.
"Se trata de un compañero que es médico, y por su especial ocupación profesional, por las guardias y demás, pues..." 
Y a mí, que poco me cuesta imaginar, me da por suponer que al inequívoco servicio social del galeno, unido a las dificultades de cobertura de las ausencias de los profesionales de la medicina, se le suma la eliminación de días de libre disposición que han sufrido los trabajadores públicos (con excepción de los jueces, que en su momento así se lo escuché a una magistrada supieron protestar), que permitían aliviarse un poco más de la indiscutible carga mental que el ejercicio de la profesión médica supone, y más en los últimos tiempos. Más que un lamento, es la expresión de una sanitaria realidad. Es posible que en esto me equivoque, pero sí tengo la seguridad de que la música es un buen medio para descargar tensiones, aparte de satisfacer y nutrir el alma. Bien lo ha de saber el galeno-cantor de Sabanda, y bien lo sabe este otro de Vicus.

No debiera ser incompatible consultar y cantar.


Sitio oficial de Los Sabandeños:

Islas Canarias - Los Sabandeños

viernes, 27 de junio de 2014

Lo correcto y lo sincero


En los años sesenta, los Estados Unidos hicieron dos aportaciones significativas a la historia de la frivolidad humana. Inventaron dos expresiones que habrían de circular ampliamente por el resto del mundo, dada la eficiencia con que, a causa del espíritu imitativo de los humanos, o la creencia de que todo lo que viene de América del Norte es cosa buena,  se reproducen estas cosas. 
La primera fue la expresión mayoría silenciosa. La inventó el vicepresidente Richard Nixon (…) La segunda expresión fue el término políticamente correcto o incorrecto, según el caso. Lo “políticamente incorrecto” es, con frecuencia,  lo que todo el mundo opina realmente, pero que nadie se atreve a decir en público para no desentonar.


Es lo que suele pasar, lo que sigue pasando, a pesar de creer que tenemos libertad de pensamiento. Y si es así, que pensamos lo que queremos, y en lo que creemos, seguimos siendo hipócritas, más que prudentes, cuando no manifestamos nuestra manera de pensar cuando hay discrepancia con la de otros, a menudo con mayor potestad de decisión. Nos engañamos a nosotros mismos. Ni el ámbito sanitario se escapa al fingimiento: objetivos de salud engañosos, mentiras clínicas más o menos piadosas, disimulo de carencias organizativas, falseamiento de listas de espera... Pero, ¿por qué no somos libremente francos? ¿Por qué no abrazamos con naturalidad el punto justo y verdadero, lo espontáneamente sincero?

G-spot Tornado (Tornado del punto G)
The Yellow Shark - Frank Zappa & Ensemble Modern 

martes, 24 de junio de 2014

Diálogos político-sanitarios (11): Acuerdos de gestión



Los acuerdos de objetivos nacen de la desconfianza. Reinhard K. Sprenger

Diálogo entre el Dr. Abré, médico de familia, y el Dr. Convencido, gerente de atención primaria (dentro de la nueva organización de atención integrada):

Dr. Abré.- En este centro de salud discrepamos de los objetivos planteados en el mal llamado acuerdo de gestión, que no es un pacto entre las partes, sino una imposición unilateral.

Dr. Convencido.- Puede que en lo de imposición tenga usted razón, Dr. Abré, pero los objetivos son los adecuados para garantizar la calidad asistencial y la sostenibilidad del sistema.

Dr. Abré.- Pues leyéndonos, Dr. Convencido, no vemos ninguna intención de garantizar la calidad, tan sólo disposiciones economicistas que atentan contra esa pretendida calidad.

Dr. Convencido.- Primero, el acuerdo de gestión garantiza la accesibilidad, con demora cero; no me lo pueden negar. Segundo, no sé a qué disposiciones economicistas se refiere.

Dr. Abré.- Nuestros gestores, incluido usted, confunden accesibilidad con barra libre. Y es evidente que se basan en criterios economicistas: basta ver los indicadores que manejan.

Dr. Convencido.- De algún modo hay que medir la actividad asistencial de los médicos de familia. Nos centramos en los polimedicados, el gasto farmacéutico, las derivaciones...

Dr. Abré.- La polimedicación es mayormente inducida desde el nivel hospitalario. Valorar las derivaciones adecuadas es realmente difícil. Del gasto farmacéutico tengo mucho que decir.

Dr. Convencido.- ¡Hable usted del gasto de farmacia, Dr. Abré! Han logrado aumentar el porcentaje de medicamentos genéricos, pero en otros indicadores de prescripción flojean.

Dr. Abré.- Me ha tocado la fibra sensible, Dr. Convencido. Es un gran error medir el gasto medio por receta y no el farmacéutico total: ¡puedo bajar aquél subiendo éste!

Dr. Convencido.- Entiendo; también a mí me parece mal este indicador. Obliga a los prescriptores a dar medicamentos baratos, de complacencia, para disminuir la media. ¡Hum!

Dr. Abré.- No lo veo muy convencido, doctor ídem. Entenderá que no queramos firmar un acuerdo que no es tal y con el que discrepamos. No sé si le perjudicamos...

Dr. Convencido.- Para nada me perjudican. Pero me gustaría que firmasen… (Contrariado, mira al Dr. Abré.) Estimaré sus observaciones y seré flexible en las mediciones. 

(Se marcha el gerente y el médico de familia se queda pensativo: “Siempre la misma cantinela. Todo va a seguir igual”.)

Es habitual que se firmen acuerdos de gestión, a modo de compromisos para cumplir ciertos objetivos y conseguir un complemento de productividad, de un modo automático, sin reparar en lo absurdo de algunos contenidos o incluso sin leerlos. Es necesario cambiar el actual procedimiento para que sean auténticos acuerdos, pactados, con objetivos clínicos realistas, inteligentes y sensatos. De otro modo se mermará la calidad y no se frenará el gasto sanitario.

Y de los insatisfactorios acuerdos, a los placenteros recuerdos...

Try to remember - The Brothers Four

viernes, 20 de junio de 2014

¿Enfermo o víctima de salud?


No es extraño que con tanta enfermedad e intervención crezca el gasto sin control.

No es difícil deducir cómo el exceso diagnóstico (sobrediagnóstico*), acaso favorecido por la promoción o “invención de enfermedades” (disease mongering), conduce al exceso de tratamiento (sobretratamiento) y a la conversión de fenómenos normales en patológicos (medicalización), acarreando no pocas veces daño por la propia actuación médica (iatrogenia). De modo que un individuo sano puede ser etiquetado de enfermo –o llegar a sentirse como tal, tener conciencia de doliente– para, finalmente, convertirse de modo forzado en verdadero enfermo (figura 1). Y todo por una inadecuada actuación médica. Es por ello que en demasiadas ocasiones, ya por exceso de prevención o por presiones diversas, sociales, mediáticas y/o económicas, en un ciclo perverso el individuo sano pasa a ser un enfermo o, más propiamente, una víctima de salud (figura 2). Respecto a las presiones mediáticas con interés económico, las ‘‘campañas de sensibilización de enfermedades’’ convierten a personas sanas en pacientes (Disease awareness campaigns turn healthy people into patients).

*Diferente de falso positivo.

Valga como síntesis reflexiva de un problema complejo, muy nocivo y gravoso, envuelto por el miedo y la incertidumbre, generador de angustia e infelicidad. Desde luego, puede plantearse el fenómeno inverso, la relajación de la atención sanitaria (infradiagnóstico, infratratatamiento, ‘‘desacierto clínico’’), pero seguramente es más dañino su exceso. Así que, ¡cuidado con los excesos sanitarios! ¡Prudencia y sentido común!

Figura 1. Evolución forzada de sano a enfermo
Sano
Figura 2. Ciclo de la víctima de salud

Principios sobre la salud y la actividad preventiva
por Juan Gérvas
***
Sobre la iatrogenia (o yatrogenia)
La iatrogenia (del griego iatros, ‘médico’, y genia, ‘crear, producir’) es el daño causado por  una intervención médica de manera involuntaria o no intencionada; es decir, el efecto secundario de un acto médico destinado a curar una patología o mejorar la salud de un individuo. Entre las causas: procedimientos inadecuados, diagnósticos erróneos y tratamientos inadecuados. La iatrogenia está favorecida por la impericia, la imprudencia o la temeridad, pero también por las circunstancias; en este sentido, el tiempo de dedicación disponible puede dificultar la comunicación y, por tanto, la reflexión que implica el razonamiento diagnóstico. Por supuesto, hemos de esforzarnos en prevenirla o minimizarla.

miércoles, 18 de junio de 2014

Una canción gallega de cine: “Eu de Marín ausenteime”


El cine hace milagros, y los hacía todavía más antes de del boom televisivo…

Eu de Marín ausenteime, es una famosísima canción tradicional gallega, a la que presta su voz Sara Montiel en el film Mi último tango (Luis César Amadori, 1969), uniéndose a un grupo de emigrantes que en un barco, rumbo hacia La Argentina, cantan a coro. A esta hermosa canción, plena de nostalgia, se suma así la sensualidad de la actriz hispana más conocida en el mundo. ¡Emocionante!



(Esta secuencia con más metraje y más datos, aunque con peor calidad, AQUÍ)

Y la misma canción en un programa de la TV Gallega, en diciembre de 2012, con una Sara Montiel en sus últimos días (fallecería pocos meses después, en abril de 2013), muy madura y retirada del cine hacía ya muchos años, pero que todavía conseguía mantener el tono y el gusto necesarios. ¡Bravo!

lunes, 16 de junio de 2014

La luz del conocimiento


Los nuevos «diccionarios enciclopédicos» tienden a ser grandes máquinas del pragmatismo general humano. Ortega y Gasset

La enciclopedia puede ser el más grato de los géneros literarios. Borges

Desde que Denis Diderot y los enciclopedistas del siglo XVIII, señaladamente D'Alembert y Voltaire, elaboraron la famosa Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios (L'Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers)con la mirada puesta en la ciencia y de espaldas a la religión y la superstición, todo el saber humano fue puesto al servicio de los hombres de cualquier condición. Era la época histórica de la Ilustración, un movimiento cultural impulsado por un grupo de pensadores que trataron de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. Esos intelectuales ilustrados lucharon contra el oscurantismo político y religioso. Por eso el siglo XVIII se conoce como el Siglo de las Luces.

Ante todo, la razón. «El sueño de la razón produce monstruos», grabó Goya.

Desde la Enciclopedia de Diderot, que fue más allá de las incompletas compilaciones anteriores, otras importantes enciclopedias genéricas la siguieron, comenzando por la Enciclopedia Británica y finalizando en la nacida de las nuevas tecnologías: la Wikipedia (la enciclopedia libre que acabaría eliminando las clásicas enciclopedias en papel). También se editaron enciclopedias específicas, monográficas o técnicas, desde literarias a informáticas, pasando por científicas, económicas, náuticas, musicales y gastronómicas. Como enciclopedia médica accesible, con específico léxico médico, podemos citar MedlinePlus. 

Las sombras se han ido disipando y el conocimiento se ha ido ampliando hasta hacerse disponible a todo el mundo. Sólo hace falta aprovecharlo adecuadamente, con buen criterio. La luz del saber se ha impuesto a la oscuridad de la ignorancia. Esperemos no volver a las tinieblas…

L' Encyclopédie de Diderot & d'Alembert
***
El término despotismo ilustrado hace referencia a un modelo político en el cual, durante la segunda mitad del siglo XVIII, convergieron los principios del Antiguo Régimen, basado en la monarquía absoluta, con algunas ideas provenientes de la Ilustración, como la fe en la razón como motor de las sociedades. Este modelo se expandió por Europa, con principal incidencia en Rusia, Austria, Prusia, España o Francia.
La luz del conocimiento frente a la oscuridad de la superstición 
La ciencia imponiéndose a toda actividad no basada en la razón (pseudociencia, ocultismo): magia, brujería, hechicería, adivinación, curanderismo...

Ensayistas españoles de la Ilustración
Por la parte que nos toca, debemos recordar a los ensayistas hispanos del siglo XVIII, especialmente a Feijoo, Cadalso y Jovellanos.

sábado, 14 de junio de 2014

Haikus medicus


Esta vez mis intentos de haiku se centran en siete puramente médicos. En la inmensa brevedad, trato de plasmar cuestiones de la medicina: la gestión, el método, la psicología, la economía, el derecho y la bioética. 

Queriendo ser
médico de familia
murió burócrata.

El terapeuta
de tanto medicar
perdió al paciente.

Aquel enfermo
muy grave e incurable
cambió mi juicio.

Se ha fomentado
gravosa medicina
reiterativa.

Cuando el copago
es norma repulsiva
troca en “copasco”.

Médico enfermo
por no perder salario
dañó el trabajo.

Galeno: ¡Alivia!
aunque evitar no puedas
la muerte fija.

"Haiku", Víctor Rebullida. Coro Nur

jueves, 12 de junio de 2014

La asfixiante burocracia médica electrónica


No hay nada tan inútil como hacer eficientemente algo 
que ni siquiera debería haberse hecho.
Peter Drucker
BUROCRACIA MÉDICA. Entendiendo la burocracia en el sentido negativo de la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia Española (“administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”), es el conjunto de trámites y papeleo en la actividad médica. Excesiva a todas luces en el primer nivel asistencial. ¡Los facultativos hacen de amanuenses o escribanos en la era informática!, cubriendo cansinamente multitud de papeles de dudosa utilidad o incluso absurdos, lo cual los conduce a un agotamiento y desgana preocupantes. Pensemos en los partes de baja por enfermedad o accidente, repetitivos, inoperantes, derivados muchas veces de inadmisibles listas de espera. Sumémosles certificados, formularios, informes, justificantes, etc., y no cuesta imaginar el precioso tiempo que roba. Mejor sería hablar, damas y caballeros, de burrocracia. (Relacionadas: AMANUENSE, CERTIFICADO MÉDICO, INCAPACIDAD TEMPORAL, JUSTIFICANTE MÉDICO, RECETA MÉDICA)
Tomemos como punto de partida un sanitario leitmotiv: la insoportable burocracia de nuestra atención primaria de salud. Y consideremos el principal problema de los médicos de familia en la práctica diaria: la falta de tiempo para atender adecuadamente a sus pacientes, como consecuencia del crecimiento imparable de la demanda. Analicemos ambas cuestiones y llegaremos a una conclusión irrefutable: la merma de calidad asistencial.

Al hablar de burocracia nos referimos a la inútil, al conjunto de tareas no médicas, sin valor clínico, que los médicos de familia tienen que asumir en contra de su voluntad. Las tareas burocráticas inútiles, o absurdas, roban gran parte del tiempo que, evidentemente, habría que destinar a la resolución de problemas de salud. Demasiado hemos hablado aquí de este tema (puede comprobarse entrando en la etiqueta “burocracia médica”), siendo por otra parte innegables las mejoras con la historia clínica informática y la receta electrónica. Y es que la falta de tiempo no se debe al número de pacientes asignados, que podría ser la razón en otro tiempo, sino al imparable incremento de tareas no propias de un médico.

Pues bien, si a las tareas no propiamente médicas le añadimos el incremento del número de motivos de consulta por paciente (algo innegable, constatado por todos los profesionales), debido a cambios sociológicos promovidos interesadamente por el fomento de temores, siempre en busca de ganancias (¡el miedo es una gran fuente de ingresos!) y no de mejoras en el campo de la salud, deduciremos la hiperfrecuentación y, en definitiva, la complicación progresiva de las consultas. En vez de un motivo de consulta no es raro enfrentarse a cuatro al mismo tiempo, y en lugar de una o dos consultas anuales a una cada mes, o incluso muchas más, tanto presenciales como telefónicas.

Dicho esto, podemos hablar de tremenda carga burocrática y de excesivas consultas, repetitivas e ineficaces, que insatisfacen al usuario y ponen a prueba la resistencia neuronal de los profesionales de la medicina esencial, básica, primaria, próxima, cercana, accesible, de cabecera. El usuario normal advierte a menudo la impotencia de su médico, incapaz de dar respuesta a tantos problemas, mayormente no sanitarios. Y el profesional, esforzándose en no perder la concentración y disimular su malestar acaba hundiéndose más y más en su frustración. No hay derecho a mantener una situación insatisfactoria para todos, excepto para los indiferentes e insensibles gestores-políticos.


Por si fuera poco, los responsables de ordenar la asistencia se esfuerzan en poner trabas para evitar derivaciones al nivel secundario u hospitalario. Pretenden que los médicos de familia sean altamente resolutivos, manteniendo sus penosas condiciones de trabajo, y que no envíen a sus pacientes a los especialistas hospitalarios, más consumidores de recursos y generadores de gasto, supuestamente porque solicitan pruebas complementarias sofisticadas y costosas, y a lo mejor prescriben novedades terapéuticas de elevado precio. Y los obstáculos son ahora programas informáticos desquiciantes; imaginen a un médico peleándose con un ordenador y que acaba tirando la toalla, que desiste de derivar a un paciente cuando considera que deber ser visto por un especialista del segundo nivel, que para algo está y a quien se le paga –cada vez menos, ciertamente, como a los demás– por desarrollar su específica ciencia y asumir sus responsabilidades.

El ordenador se ha convertido en atención primaria en un pernicioso fin, cuando debiera aprovecharse la poderosa herramienta informática como beneficioso medio. Pero no, ahora tenemos una nueva burocracia, una fatigosa y asfixiante burocracia médica electrónica. Y el médico de familia, continuamente vapuleado, lejos de ser valorado como centro del sistema sanitario y coordinador de la asistencia, es despreciado y rebajado a una mera función de ordenanza del nivel especializado. No extraña que nadie quiera desperdiciar sus conocimientos, perder sus ilusiones y enterrar sus años en un centro de salud. Hablamos de la desnortada Hispania, claro, donde habitualmente se construye desde arriba, para que todo después se desmorone. 

Todo cambia para que todo siga igual...

Once again
Danny Cudd and Markus Johansson (hang drum duo)

martes, 10 de junio de 2014

La imposible revolución sanitaria

Fuente

En una actitud crítica de la política sanitaria aplicada a nuestro peculiar sistema de salud, integrado por diecisiete servicios diferentes, se han propuesto cambios de rumbo orientados a la racionalidad. Como ejemplo, una estrategia centrada en el apartado de farmacia, una específica revolución farmacéutica, imposible porque choca con demasiados intereses. Bastaría aplicar la propuesta de no financiar los medicamentos que no suponen ninguna ventaja y que, por encima, son más costosos. Sin embargo, se financian a sabiendas de que son innecesarios, pues al mismo tiempo se recomiendan alternativas más eficientes, machaconamente, con un cinismo inaudito. Es como si se cometiese deliberadamente un pecado y después, no queriendo cargar con la culpa, se tratase de expiar. En este viejo país somos así de contradictorios… o de farisaicos, o de antiéticos.

Por otro lado, asistimos a diversas opiniones sobre la la Atención Primaria de Salud de los profesionales de este nivel, bienintencionadamente dirigidas a un cambio sanitario integral, a una verdadera revolución sanitaria. Consideran los opinantes la conveniencia de reforzar el primer nivel sanitario y ponerlo en valor, por lo que supone de inestimable centro de coordinación sanitaria. Como ejemplo, la última, de Sergio Minué, que en general suscribo. Pero a su crítica profesional (apatía, conformismo) añadiría el acomplejamiento frente a los especialistas del segundo nivel, para quienes el médico de familia parece ser un simple ordenanza, y la absoluta sumisión a los gerentes.

Al respecto de esto último, se están firmando la aceptación de objetivos (¿acuerdos de gestión?) estando en desacuerdo con ellos, acatando la resignada recomendación de “ver oír y callar”, rechazando la valentía quevedesca: “No he de callar por más que con el dedo...". Sin la voluntad de cambio de los médicos de familia poco cabe esperar. Estos profesionales, bien considerados, valorados y respetados en otros países, tragan aquí con lo inimaginable, hasta el punto de encontrarse en la actualidad convertidos en el rebosadero del sistema, como alguien apuntó con conocimiento. Y en este estado de cosas, la revolución sanitaria es imposible. No creo que lleguen a ver ningún cambio favorable en la Hispania inmutable, alérgica a cualquier revolución social, sin trocar la actividad funcionarial por otra humanística y pensante.

Desde la realidad del lamentable presente, la mejora futura sólo podría llegar desde un cambio de mentalidad general, política, directiva/gerencial, profesional y poblacional.

(Sincretismo de dos comentarios en otros blogs sanitarios)

Revolution - The Beatles

lunes, 9 de junio de 2014

Para llorar rabioso-fiscalmente


Volví a leer un comentario divulgado por la Red, en tono humorístico, sobre un país absurdo que financia cantidad de cosas que no debiera y penaliza a los trabajadores con impuestos desproporcionados, precisamente para poder pagar tanto derroche. En general comparto esa visión crítica con lo que parece contrario a la razón. Porque el sentido común considera que es lógico facilitar lo necesario para preservar la vida o la salud de un individuo, y no lo que supone un lujo o un capricho. Por correlación, lo justo sería desgravar fiscalmente por los gastos imprescindibles y no por los opcionalesPensemos en que la cuestionada financiación sanitaria deja fuera servicios básicos (audífonos, gafas y lentes de contacto, odontología reparadora, etc.), que suponen pago completo por el interesado (mucho peor que copago). Pero la lógica se viene abajo cuando los intereses políticos mandan...

Por un lado no se financian algunos servicios sanitarios de primera necesidad, por limitaciones presupuestarias, y por otro se tira el dinero como si sobrase.

Una mirada retrospectiva 
al despilfarro...
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viernes, 6 de junio de 2014

Música y Medicina del Quijote

«Quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos.»
Don Quijote. Primera parte. Cap. XXIII.

En la gran novela de Cervantes hay diversas referencias a la música y la medicina, que ya hemos recogido como “aforismos de Don Quijote”. Pues ya en el capítulo XI de la primera parte, hacia el final, comprobamos que la música viene de parte de un zagal que canta una canción acompañándose de su rabel, y la medicina por partida doble: una por la valoración de la higiene del sueño que hace el caballero andante, al desistir de la escucha de otras canciones (tras consejo de su escudero Sancho Panza) y priorizar así el descanso; la otra por mediación de un cabrero, al aplicarle un emplasto a Don Quijote (quien ya se había referido a su bálsamo de Fierabrás en el capítulo X) para curarle la herida en una oreja y aliviar su dolor. 

Pueden leer este capítulo en cualquiera de los siguientes enlaces:

(Centro Virtual Cervantes, en 2 partes)

(Spanish Arts: Historia de la Literatura Española)

Sobre la Música en Don Quijote.- Al parecer, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) conocía y estimaba profundamente la música popular, hecho que ha quedado acreditado en esta obra maestra, y en otras obras cervantinas, como La Galatea (leer AQUÍ) o en la novela ejemplar El celoso extremeño, como ya hemos visto en este blog. Y si tenemos en cuenta el poder curativo de la música, enlazamos sanamente con el siguiente párrafo.

Sobre la Medicina en Don Quijote.- Se dice que Thomas Sydenham (1624-1689), el «Hipócrates inglés», a la pregunta de uno de sus alumnos, sobre qué debía hacer para aprender medicina, respondió: «Lea El Quijote». Y es que El Quijote fue considerado ars medica por la conjunción de las ramas que la obra condensa, probablemente todas las posibles de la sanidad de su tiempo. No olvidemos además que Sigmund Freud (1856-1939), el padre del psicoanálisis, se sintió muy atraído por el tema de la locura suscitado en la genial novela, y aprendió español sólo para poder leerla en su lengua original. (El Quijote médico)

Fragmentos de Don Quixote, de Richard Strauss
e ilustraciones inspiradas en la novela de Cervantes