Dejando en el aire la afirmación de que el sistema sanitario español está deturpado, la IA responde que esta afirmación es una generalización que puede ser debatida, pero aunque el Sistema Nacional de Salud (SNS) es generalmente reconocido como uno de los mejores del mundo en términos de cobertura y resultados de salud, también enfrenta desafíos y críticas. Y refiere puntos a favor y puntos en contra.
Puntos a favor (fortalezas):
Cobertura universal
Alta calidad
Énfasis en la atención primaria*
Puntos en contra (debilidades):
Financiación (problemas de financiación)
Listas de espera (para consultas, pruebas diagnósticas y cirugías)
Escasez de profesionales
Desigualdades territoriales (variabilidad de calidad entre CCAA)**
Percepción ciudadana (menos satisfacción general en últimos años)
Y resume:
El sistema sanitario español es reconocido por su cobertura universal y calidad en muchos aspectos, pero enfrenta desafíos como la financiación, las listas de espera y la escasez de profesionales, que impactan en la percepción general del sistema.
___ *Sobre la atención primaria, cabe señalar sus carencias: insuficiente financiación, escasez de profesionales, sobrecarga de trabajo y falta de tiempo en las consultas.
**Cada comunidad autónoma tiene su propio servicio de salud, de modo que el SNS hispano lo conforman diecisiete servicios de salud, cada uno con sus peculiaridades.
¿La mejor Sanidad del mundo? La caída en desgracia del sistema sanitario español
Creo que ninguna huelga de médicos ha tenido tanta repercusión mediática como la de hoy, viernes 13 de junio de 2025, con reivindicaciones justas y necesarias. ¿Qué se pide? Garantizar los derechos laborales del médico y protección de su salud, limitando la jornada laboral para evitar una sobrecarga dañina. Y la reforma del Estatuto Marco de Sanidad –ley que regula las condiciones laborales de los profesionales de la salud– no les garantiza nada de esto.
Médicos van a huelga nacional para mostrarsu rechazo
al Estatuto Marco propuesto por Sanidad
¡Necesidad de un Estatuto Marco propio para el profesional médico!
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Reflexión anexa 1: Médicos hoy y hace cincuenta años
Los médicos están hoy peor que hace 50 años, si consideramos que entonces la mayoría eran profesionales liberales –con o sin ejercicio público compatibilizado– muy valorados socialmente. En la actualidad, vemos el desencanto y la frustración del profesional de la medicina, sobrecargado laboralmente y con una gran responsabilidad no reconocida como se merece.
Reflexión anexa 2: Trienios del médico
Además de la remuneración salarial, habría que revisar los trienios médicos al alza, considerando la duración de la carrera de medicina y la diferencia en su cuantía tan poco significativa con enfermería e incluso con categorías inferiores. Cuando un médico hace un trienio, otras categorías profesionales ya van por dos o tres.
Por un artículo del Dr. Sergio Minué sobre las causas del sufrimiento de los profesionales clínicos, hemos conocido un análisis de la Dra. Caroline Engen, médica noruega, originado en el suicidio (*) de una joven residente, presionada por las malas condiciones de trabajo que venía soportando (incluyendo tareas burocráticas inútiles), y que nos habla de un entorno laboral noruego insoportable.
(…) el exceso de trabajo, la sobrecarga, la falta y presión del tiempo, incluso para atender necesidades vitales tales como ir al baño. Todo ello generaba un intenso grado de sufrimiento, capaz de llegar al suicidio. (…) Engen observó que no era sólo una cuestión de “cantidad” de trabajo, sino fundamentalmente de su “calidad”. (…) Engen señala dos aspectos clave que ayudan a entender de forma mucho más profunda las causas reales del sufrimiento de los profesionales sanitarios: la visión del trabajo como un empleo complementario al resto de intereses vitales y la transición de la medicina a la ingeniería. (…) la ausencia de médicos, la desmotivación de los médicos y su sufrimiento tiene causas profundas ancladas en la sociedad emergente…
Un análisis foráneo que nos hace pensar en el medio sanitario hispano.
Reflexión anexa: Sufrimiento médico y sensibilidad gestora
Jamás un gestor sanitario le ha preguntado a un médico hispano si tenía algún problema, alguna necesidad o alguna preocupación laboral. Lo cual significa absoluta deshumanización en las relaciones laborales en el ámbito de la salud.
El legado de Roma es prominente en Europa Occidental, Norte de África, Asia Menor (Anatolia) y Oriente Próximo: lengua (latín), arte, ingeniería, arquitectura (inc. construcciones para espectáculos: teatro, anfiteatro, circo), derecho...
En una mini-encuesta sobre los protocolos médicos, en los que preguntamos sobre su uso o valor que se les da, parece, por el resultado, que aún prevalece la sensatez.
En nuestra consideración más reflexiva, seguimos creyendo que los protocolos médicos no deben acatarse como dogma, sino que han de servir de guía.
Ahora que finaliza este caluroso mes de mayo, me apetece recordar uno de los grandes romances anónimos, del Romancero Viejo: el maravilloso «Romance del prisionero». Un romance lírico que en su versión corta produce una intensa emoción; dieciséis versos,llenos de imágenes, en los que late la naturaleza, el amor, la vida... y la libertad, lo que el prisionero no tiene y desea; y el único consuelo que tiene, de pronto se lo elimina un cazador. En resumen, un compendio de sensibilidad poética y una magistral concreción de la añoranza de libertad.
Hay animales singulares, extraordinarios o raros, por sus características morfológicas o su comportamiento. Los hay invertebrados e invertebrados; de los primeros, con protección corporal: artrópodos (insectos, arácnidos, miriápodos, crustáceos), moluscos (cefalópodos, bivalvos, gasterópodos) y equinodermos, o sin ella: gusanos, poríferos (esponjas) y celentéreos (con tentáculos: medusas, pólipos); de los segundos: mamíferos, peces, aves, anfibios y reptiles. Entre los animales de alguna manera extraordinarios, pequeños o enormes, que siempre me han llamado la atención, están los siguientes: mantis, araña, ciempiés, caracol, cangrejo, pulpo, estrella de mar, medusa, raya, caballito de mar, delfín, ballena, elefante, perezoso, canguro, ornitorrinco, pangolín, murciélago, topo, loro, ave lira, colibrí, pingüino, rana, camaleón, salamanquesa, tortuga. Dejamos al margen la percepción estética, si los consideramos animales bellos o feos, y nos referimos a especies de animales actuales, no extintas como los dinosaurios, sobresalientes por su singularidad.
La naturaleza americana también entró en el terreno
de lo mítico y de manera muy especial su fauna, aunque faltaban los
grandes cuadrúpedos de Asia y Africa. De ella hubo que hacer una
interpretación, para lo que con frecuencia se utilizó la obra de Plinio
el Viejo o se establecieron identidades con los animales europeos o con
los monstruos e híbridos, que heredados del mundo clásico, pervivieron
y se transformaron a lo largo de la Edad Media.
Durante las expediciones americanas, Oviedo* se colocó a sí mismo como el nuevo Plinio por describir con sus ojos la naturaleza de América que los escritores antiguos no pudieron llevar a cabo. (...) Las taxonomías de Oviedo retoman el modelo pliniano y transitan de lo concreto a lo difuso: animales terrestres, primero; acuáticos, después; voladores, insectos, etc.
Clasificación: 1) por alimentación (herbívoros, carnívoros, omnívoros), 2) por cómo nacen (vivíparos, ovíparos, ovovivíparos), 3) por dónde viven (acuáticos, terrestres, mixtos), 4) por tipo de esqueleto (vertebrados, invertebrados).
La mitología griega tiene ejemplos divinos para todo lo humano, como las virtudes y defectos de los hombres. De uno de éstos, la envidia, es muestra el mito de Andrómeda, cuya belleza ponía su madre, Casiopea, por encima de la de las nereidas, lo que despertó la ira de su protector, Poseidón. Para aplacarla, el padre de Andrómeda, Cefeo, decidió ofrecer a su hija al monstruo marino destructor que el airado dios había decidido enviar. Pero hubo un final feliz, con la intervención de Perseo, quien, enamorado de la bella, logró matar al monstruo. El mito lo recoge Lope de Vega en un soberbio soneto: «De Andrómeda» (Soneto 86).
Propuestas No Hacer en Coordinación entre Atención Primaria y Hospitalaria
Estas propuestas de no hacer determinadas cosas inconvenientes, para poder hacer otras convenientes, fue presentada el 26 de noviembre de 2024 –nos lo dicen AQUÍ– en unas jornadas de coordinación entre atención primaria y atención hospitalaria. Ahora queda esperar que estas bases teóricas sean llevadas a la práctica, para mejorar la relación o coordinación entre los dos niveles asistenciales.
Frisaban los setenta, y eran amigos y compañeros de siempre, de juegos infantiles, de escuela, de universidad y ahora de jubilación. Francisco Luna, en el pasado –y en el presente– un digno médico general. Anselmo Gavío, consagrado a una parte de la ciencia y el arte médico: antaño, y hasta la muerte, un insigne oculista. Se desplazaban en el automóvil clásico de Anselmo desde la ciudad de Herculia hasta Valdoseira, el pueblo que viera nacer a este oftalmólogo, y entablaban una charla no poco trascendente. La había iniciado Francisco, quien comentaba lo siguiente.
–Los seres humanos precisamos unos de otros para vivir, y cada vez de manera más terminante. No habría de ser así en los albores de la humanidad, pero parece tan natural en la actualidad que no le damos el valor que merece.
–¿A qué te refieres, Paco?
–Pues a que no sopesamos la dureza del pasado remoto. Si lo hiciésemos, admiraríamos la capacidad del hombre primitivo para sobrevivir. El hombre y, por supuesto, la mujer. Imagínate: un mono desnudo, en todos los sentidos, en lucha despiadada con la naturaleza, esforzándose día a día por no perecer.
No se demoró la réplica del otro.
–Yo no lo veo así. El hombre de las cavernas necesitaría también de sus congéneres. Casi con seguridad que colaboraban todos los miembros de un grupo en sus faenas cotidianas. Cada uno aportando lo mejor de sí mismo. ¿No sé si me entiendes?
–Sí, querido Anselmo... Pero cada cual, debería adquirir múltiples habilidades. Todos habrían de tener destreza para la caza y la pesca, conocer los rudimentos agrícolas, ser hábiles artesanos, capaces de elaborar vestimentas y útiles... ¡Qué sé yo! Tendrían que realizar todos los trabajos que la supervivencia exigía.
–¿Cómo un moderno Robinson en su isla?
–¡Exactamente! Pero además algunos emplearían parte de su tiempo en ocupaciones improductivas. Se complacerían con el arte y la decoración, pintando las paredes naturales de sus hogares y modelando figuras. ¿Qué me dices de eso? Y lo harían por mero placer, sin buscar utilidad práctica. Sólo para llenar el espíritu.
Tampoco se dilató aquí el argumento antitético del oculista.
–¡Estás equivocado! Quienes pintaban o tallaban estarían exentos de las demás labores. Otros cazarían en su lugar, o buscarían agua, o velarían por su seguridad… Cada individuo estaría especializado en una determinada tarea. En suma, cada cual, con su misión, aunque no fuese de modo tan concluyente como en nuestro tiempo. ¡Ah!, y te recuerdo que pintaban animales porque creían que así sería más venturosa la caza, y que esculpían voluminosas formas femeninas para implorar la fecundidad. Ya en la escuela nos hablaban de esto. ¡Te estás haciendo viejo, Paco!
Levemente contrariado, éste se detuvo brevemente, pero volvió por sus fueros.
–Bueno, tienes razón en parte –Luna no quería dar su brazo a torcer–. Pero los móviles atribuidos al arte primitivo son especulaciones. E insisto, todos estarían obligados a hacer un poco de todo. Sería inaudito que en tiempos remotos algún hombre se dedicara en exclusiva a las artes plásticas. No habría tiempo para el ocio, un lujo proveniente del reparto del trabajo en las sociedades modernas. Quien no quisiera ser borrado de la faz de la tierra, debería conocer al menos lo esencial.
Ya enredados Luna y Gavío en tales disquisiciones atávicas, había que proseguir la sustanciosa plática. De modo que el segundo interpeló al primero.
–¿Y a qué llamas tú esencial?
–A lo imprescindible para sobrevivir. Mi buen amigo, lo esencial para todo ser viviente es alimentarse, y el hombre no es una excepción. Lo demás va detrás. Y para conseguirlo, habría que procurarse los medios: la caza y la pesca exigían utensilios que había que elaborar, lo mismo que para cultivar la tierra. Obtenido el alimento, nuestros ancestros deberían protegerse, tanto de las inclemencias del tiempo, procurándose adecuadas prendas de abrigo, como de las fieras o de los individuos de otros grupos tribales; y para esto último, debían fabricar armas para su defensa. Todos necesitaban tener diferentes capacidades.
–Toda esa argumentación está muy bien –dijo Anselmo–. Aunque lo que afirmas sólo habría de ser necesario hasta que el hombre adquirió conciencia social y compartió trabajo y beneficios. No niego que en principio existiera un hombre cazador, pescador, agricultor, guerrero y artista. Si quieres, un «hombre completo». Pero después cada uno con su tarea respectiva. ¿O no lo consideras así, Paco?
Francisco se ensimismó en busca de una réplica contundente que no logró asir.
–Desgraciadamente sí. Aunque yo, la verdad, admiro más la capacidad de los primeros, de esos hombres completos, poseedores de conocimientos varios.
El doctor Luna quería convencerse de que el mérito es de quien sabe de todo un poco y no de los que se aíslan en una parcela del saber. Algo natural en un médico general. Por su parte, el doctor Gavío trataba de convencerlo de lo contrario.
–En nuestro tiempo –dijo el especialista de los ojos–, y cada vez más, la comunidad propone que cada individuo se especialice, de manera que conozca amplia y profundamente una materia. Las exigencias de nuestra época lo imponen.
–¿Aunque de lo demás no se tenga ni remota idea, Anselmo?
–Entiéndeme, Paco. El tener conocimientos de otras cuestiones, no está de más; aunque sean someros, siempre pueden ser útiles. No obstante, ¡cada uno a lo suyo!
–Admito que cada individuo debe ser gran conocedor de su particular oficio. Mas no por ello hemos de renunciar a otros campos del conocimiento, ya por curiosidad, por simple placer o por liberarnos temporalmente del cerco que impone el cotidiano quehacer. ¿O es que un carpintero no puede cultivar su jardín, un jardinero tocar un instrumento musical o un músico elaborar un mueble de madera? El hombre es una criatura ávida de conocimiento, y en mayor o menor grado todo le interesa –Luna quemaba sus últimos cartuchos, tratando de ganar una difícil batalla.
–Sí, pero –apuntó Gavío– a la hora de la verdad echamos mano de los especialistas, conocedores de un pequeño trozo de saber. Cuando no podemos solucionar algo buscamos a quien de ese algo lo sabe casi todo. Un hombre actual poco haría en un paraje ancestral solo y desamparado. Aun suministrándole medios para facilitarle la empresa, ésta le sería harto difícil, por no decir imposible. Si le proporcionásemos vivienda a la vera de un río, rodeada de toda la flora y la fauna imaginables, y le dijésemos «toma un cuchillo, un hacha una escopeta o lo que quieras y ¡hala!, a ver cómo sobrevives en ese edén», no tardaría en implorar ayuda al cielo. Lo contrario sólo sucede en las películas, no es más que pura ficción.
Tras tomarse unos instantes para la inteligente reflexión, precisa para evitar el desbocado pensamiento, el médico general creyó conveniente decir lo que afluía a su cabeza. No daba el brazo a torcer e insistía en su idea de conocimiento global.
–Yo creo que podríamos hacer un poco de todo –remarcó–. En nuestro campo profesional, más vale un todólogo que un cachitólogo –aquí Gavío se rascó la cabeza, pensativo–. Nada debiera sernos ajeno, convendría saber algo de todo, o de casi todo, lo que durante siglos hemos logrado aprender. ¿No es bueno saber injertar una planta, fabricar un taburete y tocar un instrumento? Entiendo que la autosuficiencia, hasta cierto punto, proporciona seguridad y satisfacción.
Francisco llevaba la idea del humanismo a sus últimas con secuencias, con la terquedad del profesional de la medicina, del médico de cabecera (hoy denominado médico de familia), que ve al individuo en su integridad. Y el amigo, más corto de miras, acotado en su especialidad y casi afrentado, la seguía cuestionando.
–Creo que eso no es más que una utopía. Cada uno tiene su lugar en el engranaje social y en su sector laboral. Se dan pocas facilidades para una formación plena e integral. Somos muchos y hay que repartir funciones. ¡Qué remedio!
–Ese es el gran error, Anselmo. ¡El gran error!
El oculista, callando, parecía avenirse. Puro espejismo: sólo bajaba el tono de su discurso. Si el otro era terco, éste le ganaba en obstinado.
–Yo siempre me dediqué a lo mío. Conozco bien lo concerniente al ojo humano; del resto me considero un profano. Además, cada vez surgen más subespecialidades, o sea que la fragmentación va a más. En nuestra profesión es evidente.
Aquí se desvaneció el coloquio. Recorrieron varios kilómetros en silencio, contemplando el verde paisaje y reflexionando ambos amigos sobre el asunto.
Cerca del pueblo de Gavío, Luna retornó la palabra.
–Disfruté mucho de mi profesión, con sus satisfacciones y malos tragos. La abnegación se compensa con el bien causado, aliviando el dolor, curando la enfermedad o consolando en la desgracia. No me quejo del destino. ¡No!
–Te puedo decir otro tanto. Además, no hay forma de volver atrás.
–¿No has tenido otras inquietudes? –avivó Francisco.
–Ya sabes –dijo el oculista– que pinto al óleo en mis ratos libres. La creatividad me complace y me relaja. Pienso que también habría sido feliz entregado a la pintura.
–¡Ah!, mi frustración es la música –suspiró el médico general–; llegué a creerme un gran concertista de violín. Lejos de emular al legendario Sarasate, no llegué ni a acariciar el pequeño instrumento de cuatro cuerdas; a pesar de mi melódica pasión y mi sensible oído. Necesitaría otra oportunidad, otra vida para llenar ese vacío.
Sonrieron ambos, a la par que sus ojos traslucían una inequívoca aura de melancolía. Pero Anselmo acabó poniendo coto a la fugaz tristeza.
–La vida es así, querido Paco. Se tienen ilusiones y se disipan sin darnos cuenta. Pero no nos pongamos nostálgicos, que parecemos dos carcamales. Yo te aseguro que he sido aceptablemente feliz en mi trabajo, obligado a conocer todo de un poco. Cataratas, glaucomas, desprendimientos de retina… acapararon mi tiempo.
–¡Sí hombre, yo también! –exclamó Francisco, aunque no totalmente convencido–. Por mi parte, tenía que saber un poco de todo: enfrentarme a una infección pulmonar, a un traumatismo, a un parto o a una crisis nerviosa. Debía actuar más que como «internista de la calle» (así se nos ha llegado a calificar a los médicos generales), sobrepasando los límites de la medicina interna: haciendo de cirujano, traumatólogo, dermatólogo, oftalmólogo, otorrinolaringólogo, tocólogo, ginecólogo, psiquiatra, geriatra o urgenciólogo de la calle. Por correlación atlética, yo diría que el médico de cabecera es un decatloniano. En fin, nada me debía ser extraño.
Ya a la entrada de Valdoseira, un niño les hacía ademanes de bienvenida. Anselmo, sonriente, hizo saber a su amigo que se trataba del menor de sus nietos. Detuvieron el auto y se apearon. Y Gavío pronunció orgulloso:
–Aquí tienes a Carlos, que ya tiene once años.
–¡Encantado de conocerte! –saludó Francisco, estrechando la mano al pequeño, que ahora se mostraba serio, y dándole un beso en la mejilla. Después añadió el tópico consabido–. Y dime Carlitos, ¿qué quieres ser de mayor?
–Oculista, como mi abuelo –dijo sin pensarlo y, para que no quedase ninguna duda, señalando al aludido, que no cabía en sí de tan ufano.
El generalista correspondió al gesto del especialista cuando se cruzaron sus miradas. En breve, el niño se despidió, quedándose con otros niños en el umbral del pueblo. Entonces, Francisco hizo un comentario concluyente.
–Al hacer esta pregunta tópica no debiéramos esperar respuestas concretas como «quiero ser médico, bombero, astronauta...». Tendríamos que aspirar a ser, como tú bien calificaste, hombres completos y… –la atención se le fue golosamente tras la hermosa silueta de una fémina que pasaba distante– mujeres completas.
–No pides nada... –y el oculista corrió solidario hacia el mismo punto de mira.
El sustancioso diálogo se había coronado con ese estético cierre. Y se disponían a transitar el escaso trecho que restaba para llegar a la casa rural de Anselmo, donde les aguardaba el resto de su familia, cuando, a los pocos metros (después de haber recorrido más de sesenta kilómetros desde Herculia), el coche se detuvo. Intentó el oculista ponerlo en marcha; sus conocimientos eran escasos en la materia, por no decir nulos, y el vehículo no encendía por el hecho de mirar ciegamente el motor. Comprobó en vano la tensión de las correas y enseguida desistió. Francisco echó un vistazo general al motor, revisó sus piezas elementales –que algo más de idea tenía–, pero tampoco consiguió atisbar la avería. Ambos miraban sin ver. Finalmente, rendidos a la evidencia de desconocer los entresijos del coche, estuvieron de acuerdo: ¡Había que buscar un mecánico del automóvil!
[1986]
Simon & Garfunkel "Old Friends" - Instrumental Arranged & Performed
Uno mide los poetas por la emoción que producen. Jorge Luis Borges
No por ser claro se es mejor poeta. Por oscuro, tampoco, dijo Alberti. Y entre claridad y oscuridad poética, hay poetas, o así se consideran, que más que escribir parecen desbarrar. Uno sospecha que escriben todo aquello que pasa por su mente, o que están viviendo, de manera automática y de forma prosaica. Y el resultado final son poemas, si así se les puede llamar, generalmente extensos –incluso inacabables–, carentes de belleza y de lirismo, que no contienen una idea ni expresan una emoción, sino que se pierden en consideraciones deslavazadas que no conducen a ninguna parte, difíciles de asimilar y sin valor poético. Pero hay críticos que los interpretan como poesía moderna, de vanguardia, innovadora, rompedora de moldes, que busca un nuevo lenguaje. Podríamos pensar en la antipoesía y en su creador, Nicanor Parra, pero no es el caso, porque vemos que sus antipoemas no son tan rupturistas; pretende ser directa –o sea, clara– y tiende a lo coloquial, sin eludir el lirismo. Cuando todo ha sido experimentado, cuando ya se han transitado todos los caminos, es complicada la innovación poética (sucede lo mismo con la música y otras artes), una empresa legítima y a menudo frustrante. En lo literario, creo que no hay nada que inventar; y aunque se me tilde de clásico o antiguo, sostengo que en la creación poética no debe haber desorden, ni frialdad, ni confusión; prefiero el orden, la calidez y la transparencia; y, además, quiero como Juan Ramón que la poesía tenga encanto, misterio e intensidad. Son muchos los poetas y pocos mis elegidos, todos portadores de lirismo; son muchos los poemas y unos cuantos mis preferidos, todos portadores de ideas y emociones.
Poesía y música tienen al agua –natural o artificial– como protagonista. Así que la controlada artificialmente en los jardines también es agua poética y agua musical...
No se puede negar la filiación con «Al borde de una fuente» (primer libro de Años de peregrinaje) y los «Juegos de agua en la Villa d´Este» (tercer libro de "Años de peregrinaje") de Franz Liszt. También se podría considerar precursora de «Jardines bajo la lluvia», última pieza de las Estampes de Claude Debussy.
La atención primaria española: desprestigiada socialmente, subalterna del hospital, poco atractiva entre candidatos a MIR, consultas médicas masificadas con escaso tiempo por paciente, burocracia mantenida e irracional distribución de tareas.
Reviértase, pues, todo eso... et voilà.
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Pero lean el artículo referido del Dr. Simó, que es muy interesante.
Entre los minicuentos tempranos de Antón Chéjov (1860-1904), hay uno sobre los cuatro temperamentos (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático). Y al final de la descripción tipo de cada temperamento, el escritor nos dice las enfermedades por las que muere cada uno de sus personajes representativos.
El sanguíneo
Muere de enfermedad de los órganos de digestión o de extenuación prematura.
El colérico
Muere de tuberculosis o de enfermedad del hígado.
El flemático
Muere de parálisis o de hidropesía.
El melancólico
Muere de una lesión de corazón, de la cura de una curandera o de hipocondría.
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Son observaciones literarias de Chéjov, escritor y médico, en su juventud y en su tiempo (siglo XIX), de ningún modo conclusiones científicas.
Carl Nielsen: Symphony n.º 2 "Los cuatro temperamentos"
El temperamento es la forma de ser, la manera de reaccionar de las personas; es innato, frente al carácter, la forma de comportarse la persona, que se modula en la interacción con el ambiente. La suma de temperamento y carácter (biología y ambiente) determina la personalidad.