jueves, 8 de julio de 2010

Hiperactividad y exceso diagnóstico


El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), síndrome conductual definido por inatención, hiperactividad e impulsividad, con bases neurobiológicas y componente genético, es considerado en la actualidad un trastorno muy prevalente. Sin embargo, son muchos los que recelan del incremento de casos de los últimos tiempos, como posible resultado de sucintos test –en lugar de criterios diagnósticos bien determinados– y acaso de intereses comerciales (la venta de fármacos psicoestimulantes, como metilfenidato o dextroanfetamina, de elevado precio, supone un substancioso negocio). Lo cual no obsta el reconocimiento de un trastorno que no se ciñe a la infancia, pues aunque se supere la hiperactividad pueden permanecer en la vida adulta el déficit de atención y la impulsividad.

Y sin embargo, ¿no es excesivo el porcentaje de individuos señalados con esta alteración de la conducta? Un niño inquieto o distraído o impetuoso es susceptible de encuadrarse en algún tipo de TDAH (tipo inatento, con predominio de la inatención; tipo hiperactivo, con predominio de la hiperactividad-impulsividad; tipo combinado, con ambos síntomas en paridad), de verse “condenado a ser perfecto”. Cada vez se detectan más niños hiperactivos y con dificultades de atención patológicas; maestros y profesores lo sospechan, padres y tutores se alarman, pediatras y médicos generales se ponen en guardia, neurólogos y psiquiatras indican los tratamientos, particularmente psicoterapia conductiva y terapia farmacológica. Con el mayor uso de fármacos (psicoestimulantes) para la hiperactividad se ha suscitado la polémica. También en la edad adulta comienzan a diagnosticarse con más asiduidad sujetos afectados por este trastorno, detectados tardíamente.

Se ha hablado de una medicalización del fracaso escolar, que devuelve la “inocencia” al profesorado y a las familias y transfiere el problema al ámbito sanitario, añadiéndole un nuevo problema. Pero el hecho educativo y el fracaso escolar –como se recoge en el trabajo del Equipo CESCA señalado abajo en “enlaces”– depende de diversos factores: los enseñantes, los padres, los propios alumnos, el método educativo y los agentes sociales en general. En concreto, de la actitudes y aptitudes de docentes y padres, de la personalidad del alumno, del sistema educativo (responsabilidad política), de los valores sociales establecidos y de la influencia mediática. Entonces, el fracaso escolar es generalmente una consecuencia sociocultural transformada, interesadamente, en un problema médico susceptible de ser tratado medicamente, con fármacos. ¡Un fracaso social, de todos, y un éxito económico para unos pocos!


Dejando aparte las presiones interesadas en la detección de nuevos casos, con el revestimiento ético de buena aplicación de medidas preventivas, el referido exceso diagnóstico me hace pensar en las simplificaciones diagnósticas a las que nos lleva la práctica actual, tan condicionada por protocolos o guías clínicas, apoyados en test rápidos que se han vuelto indispensables en la actividad apremiante y que acarrean un aumento de la incidencia, por detección de falsos positivos. Como ejemplos los habituales de depresión y ansiedad, útiles para la orientación diagnóstica pero no concluyentes. Cuando un paciente aprensivo o somatizador se los aplica puede llegar a angustiarse inmotivadamente.

El exceso diagnóstico se explica en el contexto de una sociedad extremadamente ansiosa. No sé si hemos llegado a ella de modo natural o si se ha procurado que así sea, en una transmisión de poderosos-interesados a subordinados-incautos. Exagerando, también podría decirse que la ansiedad se está pasando de educadores a educandos, de famosos a anónimos, de padres a hijos, de médicos a pacientes… y viceversa; porque la inquietud, la intranquilidad, el desasosiego, parece extenderse por doquier de modo inconveniente. Quizás no sea ésta más que una apreciación en la huida de lo rotundo, tratando de disipar brumas y liberarse de condicionantes. Pero es una visión que se expande, a pesar de obstáculos y benefactores espurios.
***
Este post está inspirado en otro del Dr. Lizardo Cruzado:

Enlaces de interés:

2 comentarios:

  1. Mi querido José Manuel:
    Qué bien has resumido una situación que claramente excede los límites del consultorio para abarcar tan distintos elementos sociales. Existen personas que padecen cuadros de lo que llamamos TDAH, sin duda, pero es imprescindible fomentar la conciencia crítica entre los profesionales de la salud y brindar la información pertinente a la población para lograr un adecuado abordaje del problema.
    Un cordial saludo y gracias por el enlace a mi mínimo post.

    ResponderEliminar
  2. Como bien dices, querido Lizardo, es imprescindible fomentar la conciencia crítica entre los profesionales de la salud, respecto a la "manipulación" en los TDAH y otros procesos que humanos buitres contemplan como posibilidad de negocio, centrándose en la inducción al consumo farmacológico y olvidándose de los individuos.
    Un fuerte abrazo y gracias a ti por servirme de estímulo.

    ResponderEliminar